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AÑO VII – Nº 57, mayo de 2018
Capitán a cargo de la bitácora: Eduardo Juan Foutel - Blog: foutelej.blogspot.com
Los capitanes en su
cuaderno de bitácora, permanentemente, dejan debida constancia de todos
aquellos acontecimientos que, de una forma u otra, modifican la rutina diaria.
En esta Carpeta de Bitácora –desde este Puerto- trataremos de ir dejando nota
de aquellos hombres o mujeres de letras
que entendemos son dignas de ser destacados. Hoy, la figura insoslayable es
nada menos que Julio Torri.
.
Julio Torri Máynez
(Saltillo, Coahuila, 27 de junio de 1889 - Ciudad de México, 11 de mayo de
1970) fue un escritor, maestro y abogado mexicano, Realizó
sus primeros estudios en el Colegio Torreón y en el Ateneo Fuente. En 1908 se
trasladó a la Ciudad de México; en 1909, con un grupo de escritores y
pensadores —entre los que figuraban el dominicano Pedro Henríquez Ureña, José
Vasconcelos, Antonio Caso, Alfonso Reyes— fundó el Ateneo de la Juventud
Mexicana. En 1913 se graduó en la Escuela Nacional de Jurisprudencia.
Fue fundador y jefe del
Departamento de Bibliotecas de la Secretaría de Educación Pública, y después
director del Departamento Editorial. También fue profesor, principalmente de
literatura española, en la Escuela Nacional Preparatoria durante 36 años, y en
la Facultad de Filosofía y Letras hasta 1964. En 1933 se doctoró en letras en
la Universidad Nacional Autónoma de México. El 14 de enero de 1942 fue nombrado
miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua, el 21 de
noviembre de 1953 fue nombrado miembro numerario, y ocupó la silla XII.
En reconocimiento a su
alta calidad literaria, la librería del Centro Cultural Universitario de la
UNAM lleva su nombre, así como el Premio Nacional (México) de cuento breve,
organizado por el Fondo Editorial Tierra Adentro (FETA) y el Instituto Coahuilense
de Cultura.
Como miembro de la
Academia Mexicana de la Lengua, fue figura tutelar de géneros híbridos como el
poema en prosa, por ser el creador de piezas sorprendentes por su brevedad, perfección
y dificultad de clasificación. Es considerado precursor del microrrelato y la
tuitliteratura posmodernos. Reunió su obra bajo el título Tres libros, que
incluye algunos ensayos de crítica. Tradujo del francés, inglés, alemán,
portugués e italiano. Apegó su escritura a unos cuantos principios
fundamentales: elección de vocabulario preciso, ritmo acentual lindante con el
de la poesía, ironía en la anécdota, cantidad estricta de palabras y el apoyo
en algún sesgo de obras canónicas, combinación que invita a que los lectores
transiten de la gracia de los textos torrianos al conocimiento de las más altas
expresiones literarias. Su proceder delata las improntas esteticistas que
consolidó en sus años juveniles cuando compartió lecturas, charlas e intereses con
el cenáculo del Ateneo de la Juventud, integrado por Pedro Henríquez Ureña,
Alfonso Reyes y José Vasconcelos, entre otras personalidades. Promovió la
literatura de manera perdurable aunque discreta a través de la Editorial
Cvltvra, el proyecto editorial de José Vasconcelos y la docencia secundaria,
preparatoria y universitaria. Dio lectura al ensayo “Algunas notas acerca de la
Revista Moderna” el 21 de noviembre de 1953 para ocupar la Silla xii de la
Academia Mexicana de la Lengua.

Fantasías mexicanas
[Minicuento - Texto
completo.]
Julio Torri
…al moro Búcar y a aquel noble marqués de Mantua, teníalos de
su linaje. Por el angosto Callejón de la Condesa, dos carrozas se han
encontrado. Ninguna retrocede para que pase la otra.
-¡Paso al noble señor don Juan de Padilla y Guzmán, marqués
de Santa Fe de Guardiola, oidor de la Real Audiencia de México!
-¡Paso a don Agustín de Echeverz y Subiza, marqués de la
Villa de San Miguel de Aguayo, cuyos antepasados guerrearon por su majestad
cesárea en Hungría, Transilvania y Perpiñán!
-¡Por bisabuelo me lo hube a don Manuel Ponce de León, el que
sacó de la leonera el guante de doña Ana!
-¡Mi tatarabuelo Garcilaso de la Vega rescató el Ave María
del moro que la llevaba atada a la cola de su bridón!
Tres días con sus noches se suceden y aún están allí los
linajudos magnates, sin que ninguno ceda el paso al otro. Al cabo de estos tres
días -y para que no sufriera mancilla ninguno de ambos linajes- mandó el virrey
que retrocedieran las carrozas al mismo tiempo, y la una volviose hacia San
Andrés y la otra fuese por la calle del Puente de San Francisco.
FIN

EL HÉROE
Julio TORRI
Todo se adultera hoy. A mí me ha tocado personificar un
heroísmo falso. Maté al pobre dragón de modo alevoso que no debe ni recordarse.
El inofensivo monstruo vivía pacíficamente y no hizo mal a nadie. Hasta pagaba
sus contribuciones, y llegó en inocente simplicidad a depositar su voto en las
ánforas, durante las últimas elecciones generales. Me vio llegar como a un
huésped, y cuando hacía ademán de recibirme y brindarme hospedaje, le hendí la
cabeza de un tajo. Horrorizado por mi villanía, huí de los fotógrafos que
pretendían retratarme con los despojos del pobre bicho y con el malhadado
alfanje desenvainado y sangriento. Otro se aprovechó de mi fea hazaña e intentó
obtener la mano de la princesa. Por desdicha mis abogados lo impidieron y aun
obligaron al impostor a pagar las costas del juicio. No hubo más remedio que
apechugar con la hija del rey y tomar parte en ceremonias que asquearían aun a
Mr. Cecil B. de Mille.
La princesa no es la joven adorable que estás desde hace
varios años acostumbrado a ver por las tarjetas postales. Se trata de una
venerable matrona que, como tantas mujeres que han prolongado su doncellez, se
ha chupado interiormente. (Perdonadme lo bajo de la expresión.) Resulta su
compañía tan enfadosa que a su lado se explica uno los horrores de todas las
revoluciones. Sus aficiones son groseras: nada la complace más que exhibirse en
público conmigo, haciendo gala de un amor conyugal que felizmente no existe.
Tiene alma vulgar de actriz de cine. Siempre está en escena, y aun lo que dice
dormida va destinado a la galería. Sus actitudes favoritas, la de infanta
demócrata, de esposa sacrificada, de mujer superior que tolera menesteres
humildes. A su lado siento náuseas incontenibles.
En los momentos de mayor intimidad mi egregia compañera inventa
frases altisonantes que me colman de infortunio: “la sangre del dragón nos
une”; “tu heroicidad me ha hecho tuya para siempre”; o bien “la lengua del
dragón fue el ábrete sésamo”; etcétera.
Y luego las conmemoraciones, los discursos, la retórica
huera…, toda la triste máquina de la gloria. ¡Qué asco de mí mismo por haber
comprado con una villanía bienestar y honores!
¡Cuánto envidio la sepultura olvidada de los héroes sin
nombre!
FIN
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