lunes, 14 de mayo de 2018

La Bitácora del Puerto nº 57


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 AÑO  VII – Nº 57, mayo  de 2018
Capitán a cargo de la bitácora: Eduardo Juan Foutel  - Blog: foutelej.blogspot.com

Los capitanes en su cuaderno de bitácora, permanentemente, dejan debida constancia de todos aquellos acontecimientos que, de una forma u otra, modifican la rutina diaria. En esta Carpeta de Bitácora –desde este Puerto- trataremos de ir dejando nota de aquellos hombres  o mujeres de letras que entendemos son dignas de ser destacados. Hoy, la figura insoslayable es nada menos que Julio Torri.


.Resultado de imagen para julio torri   Julio Torri Máynez (Saltillo, Coahuila, 27 de junio de 1889 - Ciudad de México, 11 de mayo de 1970) fue un escritor, maestro y abogado mexicano, Realizó sus primeros estudios en el Colegio Torreón y en el Ateneo Fuente. En 1908 se trasladó a la Ciudad de México; en 1909, con un grupo de escritores y pensadores —entre los que figuraban el dominicano Pedro Henríquez Ureña, José Vasconcelos, Antonio Caso, Alfonso Reyes— fundó el Ateneo de la Juventud Mexicana.​ En 1913 se graduó en la Escuela Nacional de Jurisprudencia.
Fue fundador y jefe del Departamento de Bibliotecas de la Secretaría de Educación Pública, y después director del Departamento Editorial. También fue profesor, principalmente de literatura española, en la Escuela Nacional Preparatoria durante 36 años, y en la Facultad de Filosofía y Letras hasta 1964. En 1933 se doctoró en letras en la Universidad Nacional Autónoma de México. El 14 de enero de 1942 fue nombrado miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua, el 21 de noviembre de 1953 fue nombrado miembro numerario, y ocupó la silla XII.​
En reconocimiento a su alta calidad literaria, la librería del Centro Cultural Universitario de la UNAM lleva su nombre, así como el Premio Nacional (México) de cuento breve, organizado por el Fondo Editorial Tierra Adentro (FETA) y el Instituto Coahuilense de Cultura.
Como miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, fue figura tutelar de géneros híbridos como el poema en prosa, por ser el creador de piezas sorprendentes por su brevedad, perfección y dificultad de clasificación. Es considerado precursor del microrrelato y la tuitliteratura posmodernos. Reunió su obra bajo el título Tres libros, que incluye algunos ensayos de crítica. Tradujo del francés, inglés, alemán, portugués e italiano. Apegó su escritura a unos cuantos principios fundamentales: elección de vocabulario preciso, ritmo acentual lindante con el de la poesía, ironía en la anécdota, cantidad estricta de palabras y el apoyo en algún sesgo de obras canónicas, combinación que invita a que los lectores transiten de la gracia de los textos torrianos al conocimiento de las más altas expresiones literarias. Su proceder delata las improntas esteticistas que consolidó en sus años juveniles cuando compartió lecturas, charlas e intereses con el cenáculo del Ateneo de la Juventud, integrado por Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes y José Vasconcelos, entre otras personalidades. Promovió la literatura de manera perdurable aunque discreta a través de la Editorial Cvltvra, el proyecto editorial de José Vasconcelos y la docencia secundaria, preparatoria y universitaria. Dio lectura al ensayo “Algunas notas acerca de la Revista Moderna” el 21 de noviembre de 1953 para ocupar la Silla xii de la Academia Mexicana de la Lengua.


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Fantasías mexicanas
[Minicuento - Texto completo.]
Julio Torri



…al moro Búcar y a aquel noble marqués de Mantua, teníalos de su linaje. Por el angosto Callejón de la Condesa, dos carrozas se han encontrado. Ninguna retrocede para que pase la otra.

-¡Paso al noble señor don Juan de Padilla y Guzmán, marqués de Santa Fe de Guardiola, oidor de la Real Audiencia de México!

-¡Paso a don Agustín de Echeverz y Subiza, marqués de la Villa de San Miguel de Aguayo, cuyos antepasados guerrearon por su majestad cesárea en Hungría, Transilvania y Perpiñán!

-¡Por bisabuelo me lo hube a don Manuel Ponce de León, el que sacó de la leonera el guante de doña Ana!

-¡Mi tatarabuelo Garcilaso de la Vega rescató el Ave María del moro que la llevaba atada a la cola de su bridón!

Tres días con sus noches se suceden y aún están allí los linajudos magnates, sin que ninguno ceda el paso al otro. Al cabo de estos tres días -y para que no sufriera mancilla ninguno de ambos linajes- mandó el virrey que retrocedieran las carrozas al mismo tiempo, y la una volviose hacia San Andrés y la otra fuese por la calle del Puente de San Francisco.

FIN



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EL HÉROE
Julio TORRI

Todo se adultera hoy. A mí me ha tocado personificar un heroísmo falso. Maté al pobre dragón de modo alevoso que no debe ni recordarse. El inofensivo monstruo vivía pacíficamente y no hizo mal a nadie. Hasta pagaba sus contribuciones, y llegó en inocente simplicidad a depositar su voto en las ánforas, durante las últimas elecciones generales. Me vio llegar como a un huésped, y cuando hacía ademán de recibirme y brindarme hospedaje, le hendí la cabeza de un tajo. Horrorizado por mi villanía, huí de los fotógrafos que pretendían retratarme con los despojos del pobre bicho y con el malhadado alfanje desenvainado y sangriento. Otro se aprovechó de mi fea hazaña e intentó obtener la mano de la princesa. Por desdicha mis abogados lo impidieron y aun obligaron al impostor a pagar las costas del juicio. No hubo más remedio que apechugar con la hija del rey y tomar parte en ceremonias que asquearían aun a Mr. Cecil B. de Mille.
La princesa no es la joven adorable que estás desde hace varios años acostumbrado a ver por las tarjetas postales. Se trata de una venerable matrona que, como tantas mujeres que han prolongado su doncellez, se ha chupado interiormente. (Perdonadme lo bajo de la expresión.) Resulta su compañía tan enfadosa que a su lado se explica uno los horrores de todas las revoluciones. Sus aficiones son groseras: nada la complace más que exhibirse en público conmigo, haciendo gala de un amor conyugal que felizmente no existe. Tiene alma vulgar de actriz de cine. Siempre está en escena, y aun lo que dice dormida va destinado a la galería. Sus actitudes favoritas, la de infanta demócrata, de esposa sacrificada, de mujer superior que tolera menesteres humildes. A su lado siento náuseas incontenibles.
En los momentos de mayor intimidad mi egregia compañera inventa frases altisonantes que me colman de infortunio: “la sangre del dragón nos une”; “tu heroicidad me ha hecho tuya para siempre”; o bien “la lengua del dragón fue el ábrete sésamo”; etcétera.
Y luego las conmemoraciones, los discursos, la retórica huera…, toda la triste máquina de la gloria. ¡Qué asco de mí mismo por haber comprado con una villanía bienestar y honores!
¡Cuánto envidio la sepultura olvidada de los héroes sin nombre!

FIN

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