
La
bitácora del Puerto
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AÑO VII – Nº 58, junio de 2018
Capitán a cargo de la bitácora: Eduardo Juan Foutel - Blog: foutelej.blogspot.com
Los capitanes en su
cuaderno de bitácora, permanentemente, dejan debida constancia de todos
aquellos acontecimientos que, de una forma u otra, modifican la rutina diaria.
En esta Carpeta de Bitácora –desde este Puerto- trataremos de ir dejando nota
de aquellos hombres o mujeres de letras
que entendemos son dignas de ser destacados. Hoy, la figura insoslayable es
nada menos que Julio Verne.
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Julio Verne
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Información personal
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Nombre de nacimiento
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Nombre en francés
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Nacimiento
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Fallecimiento
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Nacionalidad
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Religión
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Familia
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Cónyuge
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Honorine Hebe du Fraysse de Viane
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Hijos
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Michel
Valentine (hijastra) Suzanne (hijastra) |
Educación
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Alma máter
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Información profesional
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Ocupación
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Años activo
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Géneros
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Obras notables
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Distinciones
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Caballero de la Legión de Honor (1871)
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Firma
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Jules Gabriel Verne, conocido en los países hispanohablantes como Julio Verne (Nantes, 8 de febrero de 1828-Amiens, 24 de marzo de 1905), fue un escritor, poeta y dramaturgo francés célebre por sus novelas de aventuras y por su profunda influencia en el género literario de la ciencia ficción.
Nacido de una familia burguesa en la ciudad portuaria
de Nantes, Verne estudió para continuar los
pasos de su padre como abogado, pero muy joven decidió abandonar ese camino
para dedicarse a la literatura. Su colaboración con el editor Pierre-Jules Hetzel dio como fruto la creación de Viajes extraordinarios, una popular serie de novelas de
aventuras escrupulosamente documentadas y visionarias entre las que se incluían
las famosas Cinco semanas en globo (1863), Viaje al centro de la Tierra (1864), De la Tierra a la Luna (1865),Veinte mil leguas de viaje submarino(1870), La vuelta al mundo en ochenta días (1872) y La isla misteriosa (1874).
Julio Verne es uno de los escritores más importantes
de Francia y de toda Europa gracias a la evidente influencia de sus libros en
la literatura vanguardista y
el surrealismo, y desde 1979 es el segundo autor
más traducido en el mundo, después de Agatha Christie. Se le considera, junto con H. G. Wells, el «padre de la ciencia ficción». Fue condecorado con la Legión de Honor por
sus aportes a la educación y a la ciencia.
Biografía
Infancia y juventud
Nació en el barrio Île Feydeau de Nantes, Francia, el 8 de febrero de 1828.
Era el mayor de los cinco hijos que tuvo el matrimonio formado por Pierre Verne, que procedía de una familia
vinculada a la jurisprudencia (su abuelo fue consejero notario de Luis XV y presidente del Colegio de Abogados
de Nantes), y de
Sophie Allotte de la Fuÿe, perteneciente a una familia de militares. Su hermano
Paul nació un año después de él, y sus tres hermanas, años más tarde: Anna, en
1837; Mathilde, en 1839, y Marie, en 1842. En 1839 ingresa en el colegio Saint-Stanislas donde demuestra su talento en
geografía, griego, latín y canto. Cuando terminó su primer ciclo de estudios su
padre, Pierre Verne, le regaló a él y a su hermano, Paul, un foque de vela con el que planearon
descender por el Loira hasta
el mar; sin embargo, Julio declinó al momento de emprender la aventura ya que
no había sido suficiente la planificación del viaje.
Muchos biógrafos afirman que en 1839, a los once años,
se escapó de casa para ser grumete en un mercante que viajaba
a India llamado Coralie, con la
intención de comprar un collar de perlas para su prima Caroline (de quien
estaba enamorado), pero su padre alcanzó el barco y bajó a Julio. Y desde allí
empezó a escribir historias, pero realmente el interés por escribir se le da
cuando una maestra le cuenta anécdotas de su marido marinero. Verne estaba
interesado en la poesía y la ciencia. Leía y coleccionaba artículos
científicos, demostrando una curiosidad casi enfermiza que le duraría toda la
vida. En 1846 regresa del Liceo Real de Nantes con un alto promedio; probablemente
gana un premio de geografía.
Verne con 25
años
En 1847 comenzó sus estudios de derecho en París. Su prima Caroline se compromete.
Escribe una obra de teatro: Alejandro VI. En 1848 fue introducido por su tío
Francisque de Chatêaubourg en los círculos literarios, donde conoció a los
Dumas, padre e hijo; el primero
tendrá gran influencia personal y literaria en Verne. En 1849 obtiene el título
de abogado y su padre le permite permanecer en París. Sigue escribiendo teatro.
Su padre quiso que se dedicara a su carrera en la abogacía, pero él no estaba
por esa labor y su padre, enfadado con él, dejó de financiarle. Además, todos
sus ahorros los gastó en libros, mientras pasaba largas horas en las
bibliotecas de París queriendo saberlo todo. Verne apenas tenía dinero para
poder alimentarse, lo que se piensa le causó incontinencia intestinal,
parálisis facial, además de padecer diabetes.
Verne en
1856.
Trabajo de
la mañana a la noche sin parar, y así todos los días (...) El estómago sigue
bien, pero los tirones de la cara me molestan mucho; además, como tengo que
tomar siempre algo, ya no duermo absolutamente nada. (...) Todas estas
molestias proceden de los nervios que tengo siempre en extrema tensión.
Mayor Orguillés, David, Grandes Biografías: Jules
Verne
Así escribe, pues, una carta a su madre, hablando de
los problemas surgidos por la falta de alimentación:
:Una
vida que limita al norte con el estreñimiento, al sur con la descomposición, al
este con las lavativas exageradas, al oeste con las lavativas astringentes
(...) Es probable que estés enterada, mi querida madre, de que existe un hiato
que separa a ambas posaderas y no es sino el remate del intestino. (...) Ahora
bien, en mi caso el recto, presa de una impaciencia muy natural, tiene tendencia
a salirse y, por consiguiente, a no retener tan herméticamente como sería
deseable su gratísimo contenido. (...) graves inconvenientes para un joven cuya
intención es alternar en sociedad y no en suciedad. ¿Por qué por decirlo de una
vez?
Mayor Orguillés, David, 'Grandes Biografías: Jules Verne'
En 1850, a los veintidós años de edad, escribe una
comedia ligera, Las pajas rotas que logra estrenar en París
gracias a Dumas, con
modesto éxito. Al año siguiente publica en la revista ilustrada El museo de las Familias dos relatos: «Martín Paz» (una fantasía inspirada en las pinturas del artista
peruano Ignacio Merino) y «Un drama en México» (un cuento histórico inspirado por el Viaje al equinoccio
americano, del
naturalista y explorador alemán Alexander von Humboldt) y varias obras teatrales, libretos para operetas de moda y novelas
cortas. Durante esta época es secretario del Teatro Nacional de París,
recomendado por Dumas. Pero el poco dinero que puede reunir lo invierte en un
piano.
En mayo de 1856 conoce a quien será su futura esposa,
una mujer llamada Honorine
Deviane Morel, que es viuda de Morel y madre de dos hijas (Valentine
y Suzanne). Se casa (traicionando la causa de su misógino grupo de amigos Los once sin mujer) con Honorine el 10 de enero de
1857, creyendo que encontrará la estabilidad emocional que le falta. Le pide a
su padre 50 000 francos para invertir en la bolsa; tras una larga
discusión su padre accede.
El matrimonio, en vez de ayudarle, le desespera
rápidamente. Cada vez que se le presenta la oportunidad, escapa de sus deberes
de cónyuge. En una ocasión en la que el matrimonio viaja a Esomes para
pasar una temporada con la hermana de Honorine, Julio toma un barco rumbo
a Escocia, obligando a su mujer, que no sabía
nada de él, a regresar sola a París (ésa es la primera vez que Verne viaja en
barco). Después decide emprender otro viaje a Noruega y Dinamarca.
Cuatro años después de contraer matrimonio, Julio
planea un viaje, que se traduciría después en dejar sola a Honorine mientras
ésta daba a luz al único hijo fruto del matrimonio, Michel Verne.
Los Viajes extraordinarios
En 1859 viaja a Escocia con su amigo Hignard.
Su primera obra de ficción científica es también la primera novela que escribió, París en el siglo XX, y una de las pocas que no publicó en vida —se imprimió
en 1994—; Pierre-Jules Hetzel, su editor, rechazó la novela por el pesimismo que encerraba, pues
presagiaba una sociedad en que la gente vive obsesionada con el dinero y con
los faxes.6 Julio Verne publicó en 1863 el
primero de sus sesenta Viajes extraordinarios, Cinco semanas en globo. La serie, prolongada durante casi
40 años, habría de incluir entregas de la talla de Viaje al centro de la Tierra (1864), De la Tierra a la Luna (1865), Los hijos del capitán Grant (1867). En el año 1869 aparece
publicada en España —antes incluso que en Francia[cita requerida]—, posiblemente debido a la amistad
entre Hetzel y V. Guimerá —el traductor español de algunas de sus obras— Veinte mil leguas de viaje submarino (1869) a la que
seguirían La isla misteriosa (1874), La vuelta al mundo en 80 días (1873), Miguel Strogoff (1876) —la mejor coartada para
quienes le consideran un reaccionario—, La esfinge de los hielos (1897) o El soberbio Orinoco (1898). Trabajador infatigable, cultiva, paralelamente a sus viajes,
su primera vocación: dramaturgo, escribiendo y adaptando algunas piezas para la
escena.

En 1861 logra reunir suficiente dinero para viajar
a Noruega e Islandia con su mujer, pero ella no
puede viajar por encontrarse embarazada. A su vuelta le recibe con su recién
nacido hijo Michel Verne, único
fruto del matrimonio.
En 1863 traba amistad con el aventurero, periodista y
fotógrafo Nadar. Con él
investiga los perfeccionamientos que se les podría hacer a unos aparatos
volantes, los que describe en Cinco semanas en globo. Nadar lo recomienda a Hetzel,
dueño del Magasin
d’Éducation et de Récréation (’magazín de ilustración y recreo’),
quien le publica la primera entrega del folletín. Debido al éxito de esta obra
el dueño de la revista le ofrece un contrato por veinte años a veinte mil francos anuales (una pequeña fortuna
para esa época). En 1863, a raíz del éxito de su tercera novela, viaja a Estados Unidos en un ciclo de conferencias
con su hermano Paul Verne. Dos años después publica la historia de un viaje a
la Luna en dos partes: De la Tierra a la Luna y Alrededor de la Luna. Uno de los personajes, el intrépido francés Michel Ardán —anagrama de Nadar— es un vivo
retrato de su querido amigo. El otro, Impey
Barbicane, está basado en el carácter del presidente
estadounidense Abraham Lincoln, asesinado a principios de ese
mismo año.
Existen varias similitudes con el primer verdadero
viaje a la Luna, el del Apolo 8 en 1968: en la nave viajan
tres astronautas, Estados Unidos es el promotor y productor de la hazaña,
despegan desde el estado de Florida, escapan de la gravedad terrestre a
11 km por segundo, requieren de 150 horas de viaje para llegar a la
Luna, no alunizan sino que orbitan varias veces alrededor del satélite, y luego
regresan a la Tierra.
El día del estreno de su adaptación al teatro de La vuelta al mundo en ochenta días, Verne vivió la única experiencia
de su existencia digna de sus personajes: insistió en revisar personalmente la
canastilla que conduciría a Phileas Fogg y a su inseparable
Passepartout a grupas de un elefante verdadero. La caída de una
parte del escenario asustó al animal, que salió despavorido del teatro con el autor a cuestas, para
recorrer el Boulevard des Capuchins hasta que el domador los
alcanzó en las Tullerías.
Verne llegó a poseer hasta tres barcos: el Saint
Michel, el Saint Michel II y el Saint Michel III.7 Entre 1868 y 1886 hizo muchos
viajes por mar, y a la par que navegaba llegó a conocer diversas ciudades.
Julio Verne
en la década de 1870
En 1870 publica Veinte mil leguas de viaje
submarino, novela en la que aparece la ría de Vigo, en relación con
la batalla de Rande, librada
entre españoles e ingleses durante la Guerra de Sucesión a inicios del siglo XVIII. En 1878 Julio Verne
quiso conocer en persona este lugar y, a bordo de su yate Saint Michel
III, puso rumbo a Vigo, donde permaneció del 1 al 4 de junio. Durante su
estancia acudió a la procesión de la Victoria y a las fiestas de la
Reconquista.
Tras visitar esa ciudad gallega se dirigió a Lisboa.
En una carta a su amigo y editor Jules Hetzer escribió:
ya hablaré
con usted de los lugares que visitamos: todo es verdaderamente hermoso. Vigo y
Lisboa muy hermosas, de verdad, y nos acogieron muy bien en todas partes
Tras visitar Lisboa hará escala en Cádiz, en Tánger,
en Gibraltar, en Málaga, en Tetuán y en Argel.
A su regreso marcha a residir a la ciudad de Amiens. Durante los dos años siguientes
continúa viajando: recorre Irlanda, Escocia y Noruega (1880) Inglaterra, el mar del Norte y el Báltico (1881).
Verne volvería en mayo de 1884 a visitar Vigo, en cuyo
puerto reparó su yate.
Su hijo Michel Verne fue muy rebelde; quedó
recluido en un manicomio a petición de Julio. Después de algunos años Michel
salió, pero llevó siempre muy mal que su padre lo hubiera internado. Michel ya
había estado de pequeño internado en un correccional.
Sus últimos años
Cuando Verne tenía cincuenta y ocho años, en marzo de
1886, tiene lugar un trágico suceso: mientras caminaba de regreso a su casa, su
sobrino Gastón, de veinticinco años, con quien mantenía una cordial relación,
le disparó con un revólver, sin motivaciones claras. La
primera bala no da en el blanco, pero la segunda le hirió en la pierna
izquierda, provocándole una cojera de la que no se recuperó. El incidente fue
ocultado por la prensa y Gastón pasó el resto de su vida internado en un
manicomio.

Verne en
1892.
Tras las muertes de Hetzel y de su madre en 1887,
Julio comenzó a escribir obras más sombrías. En parte esto pudo deberse a
cambios operados en su personalidad, pero un factor importante fue el hecho de
que el hijo de Hetzel, que continuó al frente de la empresa de su padre, no era
tan riguroso en las correcciones como lo había sido aquél. Se dice que algunas
veces, de tantas horas trabajando para sus obras, tuvo parálisis faciales.
En 1888, Verne decide participar activamente en la
vida política de Amiens, donde es elegido concejal del Ayuntamiento. Durante
quince años desarrolla su actividad defendiendo una serie de mejoras para la
ciudad.
Dos años antes de su muerte, Verne aceptó la
presidencia del grupo de esperanto de Amiens y se comprometió a
escribir un libro, en el que este idioma jugara un papel importante. El libro
en cuestión, La impresionante
aventura de la misión Barsac, no pudo ser terminado por él y cuando se publicó, se
había eliminado toda referencia al esperanto.

Julio Verne
en su lecho de muerte en 1905.
El 24 de marzo de 1905, enfermo de diabetes desde hacía años, Verne murió
en su hogar, sita en el bulevar Longueville 44 (actualmente bulevar Julio Verne). Fue enterrado en el cementerio de
La Madeleine, ubicado al noroeste de Amiens, en cuya tumba se representa a
Verne emergiendo del sepulcro, obra del escultor Albert Roze. Su hijo Michel Verne supervisó la publicación de
sus últimas novelas La invasión del mar y El faro del fin del mundo. La serie Viajes
extraordinarios continuó durante un lapso prolongado al mismo ritmo de
dos volúmenes al año. Posteriormente se descubrió que Michel había realizado
extensos cambios (El secreto de Wilhelm Storitz, Los náufragos del Jonathan) o versiones completamente nuevas
de estas historias (El eterno Adán (1910) y La impresionante
aventura de la misión Barsac (1919)), cuyas versiones originales vieron la
luz a finales del siglo XX.
En 1863, Verne había escrito una novela llamada París en el siglo XX acerca de un joven que vive en un mundo de
rascacielos de cristal, trenes de alta velocidad, automóviles de gas,
calculadores y una red mundial de comunicaciones, pero que no puede alcanzar la
felicidad y se dirige a un trágico fin. Hetzel pensó que el pesimismo de esta
novela dañaría la promisoria carrera de Verne y sugirió que esperase veinte
años para publicarla. Éste puso el manuscrito en una caja fuerte, donde fue
«descubierta» por su bisnieto en 1989 y publicada en 1994.
Obra
por el
escultor José Molares por el centenario de su muerte.
Fue precursor de la ciencia ficción y de
la moderna novela de aventuras.1011 Fue un estudioso de la ciencia y la tecnologíade su época, lo que —unido a su
gran imaginación y a su capacidad de anticipación lógica— le permitió adelantarse a su
tiempo, describiendo entre otras cosas los submarinos (el «Nautilus»
del capitán Nemo, de su
famosa Veinte mil leguas de viaje submarino),12 el helicóptero (un yate que en la punta de sus mástiles tiene hélices que lo
sostienen, en Robur el conquistador).
Sus personajes siempre fueron héroes, hombres buenos
en la escala social. Frente al Verne conservador impuesto por su editor Hetzel
y por su educación como hijo de un abogado católico y de un tiempo en que el
Antiguo Régimen se tambalea, no es de extrañar su inicial defensa del statu quo, postura que con el tiempo se irá
atemperando hasta dar paso a concepciones radicalmente opuestas a las sugeridas
en sus primeras obras, merced a sus contactos con círculos socialistas y anarquistas.14 El Verne filorrevolucionario se
deja ver en una de sus obras menos difundidas, quizás por su simpatía por la
causa revolucionaria, Matías Sandorf (1885), en la que narra la
experiencia de un rebelde frente la tiranía del Imperio austrohúngaro.15
Además de sus novelas y sus obras de teatro, escribió
veinte relatos cortos.
Clasificación de su obra
Las obras de Verne suelen dividirse en tres partes:
Descubrimientos, Madurez y Desencanto.
Descubrimiento
La pluma de Verne presenta rasgos de innovación, con
ideas frescas y héroes progresistas que sueñan con descubrir nuevos mundos y
llegar donde nadie ha llegado para beneficio de la humanidad, desde los polos
en Las aventuras del capitán Hatteras, al centro de la Tierra en Viaje al centro de la tierra, e incluso a la Luna en De la Tierra a la Luna.
Madurez
Verne comienza a escribir de una manera más seria, con
héroes más humanos (Strogoff, Sinclair, Fogg). Alumbra el que fue su mayor
éxito literario con una novela llena de vida como es La vuelta al mundo en 80 días. Pero también parece que algunas
ideas se agotan cuando retoma las anteriores (El país de las pieles). Llega incluso a escribir (quizá
por presión de sus editores) obras no del todo propias (Los quinientos millones de la begún).
Desencanto
Los problemas personales a los que Verne tuvo que
hacer frente durante su vida (el nunca feliz matrimonio, la enfermedad de su
sobrino o la mala relación con su hijo); y las vivencias sociopolíticas de su
tiempo (la derrota de Francia en la Guerra franco-prusiana; la Comuna de Paris; el
imperialismo francés) llevarán a un Verne, ya cansado, a concebir relatos fríos
y sombríos, en los que su visión primera de la Ciencia como impulsora del
progreso de la Humanidad, es cambiada por otra en la que los seres humanos son
consumidos por esa misma Ciencia y por el Capitalismo (El eterno Adán). Hace una fuerte crítica del
imperialismo (La impresionante
aventura de la misión Barsac), y llega incluso a exponer abiertamente sus ideas
políticas en Los náufragos del Jonathan. Tuvo tiempo también de reflejar su
desencanto por las riquezas de nuevo cuño en El volcán de oro. Es también
en este periodo cuando se vuelca más de lleno en la ciencia ficción con El secreto de Wilhelm Storitz. Encontrará tiempo también para alumbrar
agradables continuaciones de una obra anterior propia en El secreto de Maston, y de otra no propia en La esfinge de los hielos, continuación de Las aventuras de Arthur Gordon Pym de Edgar Allan Poe.
Anticipaciones

Aunque muchos consideran a Julio Verne como el padre
de la ciencia ficción, realmente él nunca quiso cultivar este género. Más bien
Verne es un autor de literatura científica, pero un autor que desea hacer
accesibles al público los nuevos conocimientos científicos y sus admirables
aplicaciones técnicas, soñando que con ello se acelerará el progreso y la
liberación de la Humanidad. En esa labor mitad literaria mitad divulgativa
llega a anticipar con un acierto asombroso hallazgos científicos e inventos que
asombrarían al mundo mucho tiempo después de su muerte. He aquí algunas de las
anticipaciones que encontramos en la obra de Verne:
En En el siglo XXIX: La jornada de un periodista
americano en el 2889, Julio Verne vislumbra otros adelantos
tecnológicos,16 como por ejemplo medios para
transportarse a 1.500 kilómetros por hora.
También se reconoce su visión de anticipar futuros
descubrimientos y eventos históricos, como por ejemplo:
·
La conquista
de los polos (Las aventuras del capitán Hatteras, La esfinge de los hielos, 20.000 leguas de viaje submarino)
Adaptaciones
De las novelas de Julio Verne, 33 han sido llevadas al
cine, dando lugar a un total de 95 películas, sin contar las series de televisión.
La obra más veces adaptada ha sido Miguel Strogoff (16 veces), seguida de Veinte mil leguas de viaje submarino (9 veces) y Viaje al centro de la Tierra (6 veces).
Principales películas

El fotograma
más famoso de Viaje a la luna (1902), dirigida por Georges Méliès. Este filme
se realizó aún en vida del escritor.
·
20.000 leguas de
viaje submarino de
1954, dirigida por Richard Fleischer con Kirk Douglas en el papel de Ned y James Mason como el capitán Nemo.
·
La vuelta al mundo
en 80 días de
1956, dirigida por Michael Anderson con David Niven como Phileas Fogg y Cantinflascomo Picaporte.
·
De la Tierra a la Luna de 1958, dirigida por Byron Haskin con Joseph Cotten, Debra Paget y George Sanders.
·
Los hijos del capitán Grant de 1962, dirigida por Robert Stevenson y con Maurice Chevalier, George Sanders y Hayley Mills como protagonistas.
·
La luz del fin del mundo de 1971, dirigida por Kevin Billington e interpretada por Kirk Douglas, Yul Brynner y Fernando Rey.
·
20.000 leguas de viaje submarino de 1997, dirigida por Rod Hardy e
interpretada por Michael Caine, Bryan Brown, Patrick Dempsey y Mía Sara.
·
La vuelta al mundo
en 80 días de
2004, dirigida por Frank Coraci, producida por Disney con Jackie Chan.
·
La isla misteriosa
de Julio Verne de
2005, dirigida por Russell Mulcahy e interpretada por Kyle MacLachlan, Patrick Stewart y Gabrielle Anwar.
·
Viaje al Centro de la Tierra de 2008, dirigida por Eric Brevig e interpretada por Brendan Fraser, Josh Hutcherson y Anita Briem.
·
La isla misteriosa de 2012, dirigida por Brad Peyton y protagonizada por Dwayne Johnson, Josh Hutcherson, Luis Guzmán y Vanessa Hudgens.
Tributos y homenajes
Monumento
en Redondela, Pontevedra que
muestra al capitán Nemo y a dos buzos. Fue realizado en 2004 por Sergio
Portela.
·
En
1870, Ferdinand de Lesseps, en la cúspide de la fama por la reciente inauguración del canal de Suez, llevado de su entusiasmo por la
obra verniana, había pedido para Verne la condecoración de caballero de Legión de Honor, la cual
recibe finalmente en 1892.
·
Desde la
difusión de su obra, se pueden contar por cientos la lista de personajes
célebres que, de una manera u otra, han reconocido la impronta que la obra de
Verne dejó en sus vidas (por ejemplo, Yuri Gagarin dijo: «Fue Julio Verne quien
me decidió a la astronáutica»).
·
La Unión Soviética rindió
homenaje al escritor al dar el nombre de Verne a una de las montañas de la faz
oculta de la Luna.
·
El cráter lunar Jules Verne y el asteroide (5231) Verne llevan el nombre del literato
francés en su honor.
·
En honor a
este escritor, la Agencia Espacial Europea (ESA) lanzó el domingo 9 de
marzo de 2008 desde el puerto espacial de Kourou (Guayana Francesa), con el cohete Ariane 5, un carguero espacial con su nombre (Jules Verne),
un cilindro de 4,5 metros de diámetro y 9,8 metros de altura y con un peso de
una veintena de toneladas con destino a la Estación Espacial Internacional (ISS).17
·
La universidad pública de la región
Picardía, en donde
habitó durante más de veinticinco años, recibió su nombre como homenaje en
1991.
Un expreso del futuro
[Cuento - Texto
completo.]
Julio Verne
-Ande con cuidado -gritó mi
guía-. ¡Hay un escalón!
Descendiendo con seguridad por el
escalón de cuya existencia así me informó, entré en una amplia habitación,
iluminada por enceguecedores reflectores eléctricos, mientras el sonido de
nuestros pasos era lo único que quebraba la soledad y el silencio del lugar.
¿Dónde me encontraba? ¿Qué estaba
haciendo yo allí? Preguntas sin respuesta. Una larga caminata nocturna, puertas
de hierro que se abrieron y se cerraron con estrépitos metálicos, escaleras que
se internaban (así me pareció) en las profundidades de la tierra… No podía
recordar nada más, Carecía, sin embargo, de tiempo para pensar.
-Seguramente usted se estará
preguntando quién soy yo -dijo mi guía-. El coronel Pierce, a sus órdenes.
¿Dónde está? Pues en Estados Unidos, en Boston… en una estación.
-¿Una estación?
-Así es; el punto de partida de
la Compañía de Tubos Neumáticos de Boston a Liverpool.
Y con gesto pedagógico, el
coronel señaló dos grandes cilindros de hierro, de aproximadamente un metro y
medio de diámetro, que surgían del suelo, a pocos pasos de distancia.
Miré esos cilindros, que se
incrustaban a la derecha en una masa de mampostería, y en su extremo izquierdo
estaban cerrados por pesadas tapas metálicas, de las que se desprendía un
racimo de tubos que se empotraban en el techo; y al instante comprendí el
propósito de todo esto.
¿Acaso yo no había leído, poco
tiempo atrás, en un periódico norteamericano, un artículo que describía este
extraordinario proyecto para unir Europa con el Nuevo Mundo mediante dos
colosales tubos submarinos? Un inventor había declarado que el asunto ya estaba
cumplido. Y ese inventor -el coronel Pierce- estaba ahora frente a mí.
Recompuse mentalmente aquel
artículo periodístico. Casi con complacencia, el periodista entraba en detalles
sobre el emprendimiento. Informaba que eran necesarios más de tres mil millas
de tubos de hierro, que pesaban más de trece millones de toneladas, sin contar
los buques requeridos para el transporte de los materiales: 200 barcos de dos
mil toneladas, que debían efectuar treinta y tres viajes cada uno. Esta “Armada
de la Ciencia” era descrita llevando el hierro hacia dos navíos especiales, a bordo
de los cuales eran unidos los extremos de los tubos entre sí, envueltos por un
triple tejido de hierro y recubiertos por una preparación resinosa, con el
objeto de resguardarlos de la acción del agua marina.
Pasado inmediatamente el tema de
la obra, el periodista cargaba los tubos (convertidos en una especie de cañón
de interminable longitud) con una serie de vehículos, que debían ser impulsados
con sus viajeros dentro, por potentes corrientes de aire, de la misma manera en
que son trasladados los despachos postales en París.
Al final del artículo se
establecía un paralelismo con el ferrocarril, y el autor enumeraba con
exaltación las ventajas del nuevo y osado sistema. Según su parecer, al pasar
por los tubos debería anularse toda alteración nerviosa, debido a que la
superficie interior del vehículo había sido confeccionada en metal finamente
pulido; la temperatura se regulaba mediante corrientes de aire, por lo que el
calor podría modificarse de acuerdo con las estaciones; los precios de los
pasajes resultarían sorprendentemente bajos, debido al poco costo de la
construcción y de los gastos de mantenimiento… Se olvidaba, o se dejaba aparte
cualquier consideración referente a los problemas de la gravitación y del
deterioro por el uso.
Todo eso reapareció en mi
conciencia en aquel momento.
Así que aquella “Utopía” se había
vuelto realidad ¡y aquellos dos cilindros que tenía frente a mí partían desde
este mismísimo lugar, pasaban luego bajo el Atlántico, y finalmente alcanzaban
la costa de Inglaterra!
A pesar de la evidencia, no
conseguía creerlo. Que los tubos estaban allí, era algo indudable, pero creer
que un hombre pudiera viajar por semejante ruta… ¡jamás!
-Obtener una corriente de aire
tan prolongada sería imposible -expresé en voz alta aquella opinión.
-Al contrario, ¡absolutamente
fácil! -protestó el coronel Pierce-. Todo lo que se necesita para obtenerla es
una gran cantidad de turbinas impulsadas por vapor, semejantes a las que se
utilizan en los altos hornos. Éstas transportan el aire con una fuerza
prácticamente ilimitada, propulsándolo a mil ochocientos kilómetros horarios…
¡casi la velocidad de una bala de cañón! De manera tal que nuestros vehículos
con sus pasajeros efectúan el viaje entre Boston y Liverpool en dos horas y
cuarenta minutos.
-¡Mil ochocientos kilómetros por
hora!- exclamé.
-Ni uno menos. ¡Y qué
consecuencias maravillosas se desprenden de semejante promedio de velocidad!
Como la hora de Liverpool está adelantada con respecto a la nuestra en cuatro
horas y cuarenta minutos, un viajero que salga de Boston a las 9, arribará a
Liverpool a las 3:53 de la tarde. ¿No es este un viaje hecho a toda velocidad?
Corriendo en sentido inverso, hacia estas latitudes, nuestros vehículos le
ganan al Sol más de novecientos kilómetros por hora, como si treparan por una
cuerda movediza. Por ejemplo, partiendo de Liverpool al medio día, el viajero
arribará a esta estación alas 9:34 de la mañana… O sea, más temprano que cuando
salió. ¡Ja! ¡Ja! No me parece que alguien pueda viajar más rápidamente que eso.
Yo no sabía qué pensar. ¿Acaso
estaba hablando con un maniático?… ¿O debía creer todas esas teorías
fantásticas, a pesar de la objeciones que brotaban de mi mente?
-Muy bien, ¡así debe ser! -dije-.
Aceptaré que lo viajeros puedan tomar esa ruta de locos, y que usted puede
lograr esta velocidad increíble. Pero una vez que la haya alcanzado, ¿cómo hará
para frenarla? ¡Cuando llegue a una parada todo volará en mil pedazos!
-¡No, de ninguna manera! -objetó
el coronel, encogiéndose de hombros-. Entre nuestros tubos (uno para irse, el
otro para regresar a casa), alimentados consecuentemente por corrientes de
direcciones contrarias, existe una comunicación en cada juntura. Un destello
eléctrico nos advierte cuando un vehículo se acerca; librado a su suerte, el
tren seguiría su curso debido a la velocidad impresa, pero mediante el simple
giro de una perilla podemos accionar la corriente opuesta de aire comprimido
desde el tubo paralelo y, de a poco, reducir a nada el impacto final. ¿Pero de
qué sirven tantas explicaciones? ¿No sería preferible una demostración?
Y sin aguardar mi respuesta, el
coronel oprimió un reluciente botón plateado que salía del costado de uno de
los tubos. Un panel se deslizó suavemente sobre sus estrías, y a través de la
abertura así generada alcancé a distinguir una hilera de asientos, en cada uno
de los cuales cabían cómodamente dos personas, lado a lado.
-¡El vehículo! -exclamó el
coronel-. ¡Entre!
Lo seguí sin oponer la menor
resistencia, y el panel volvió a deslizarse detrás de nosotros, retomando su
anterior posición.
A la luz de una lámpara
eléctrica, que se proyectaba desde el techo, examiné minuciosamente el
artefacto en que me hallaba.
Nada podía ser más sencillo: un
largo cilindro, tapizado con prolijidad; de extremo a extremo se disponían
cincuenta butacas en veinticinco hileras paralelas. Una válvula en cada extremo
regulaba la presión atmosférica, de manera que entraba aire respirable por un
lado, y por el otro se descargaba cualquier exceso que superara la presión
normal.
Luego de perder unos minutos en
este examen, me ganó la impaciencia:
-Bien -dije-. ¿Es que no vamos a
arrancar?
-¿Si no vamos a arrancar?
-exclamó el coronel Pierce-. ¡Ya hemos arrancado!
Arrancado… sin la menor sacudida…
¿cómo era posible?… Escuché con suma atención, intentando detectar cualquier
sonido que pudiera darme alguna evidencia.
¡Si en verdad habíamos arrancado…
si el coronel no me había estado mintiendo al hablarme de una velocidad de mil
ochocientos kilómetros por hora… ya debíamos estar lejos de tierra, en las
profundidades del mar, junto al inmenso oleaje de cresta espumosa por sobre
nuestras cabezas; e incluso en ese mismo instante, probablemente, confundiendo
al tubo con una serpiente marina monstruosa, de especie desconocida, las
ballenas estarían batiendo con furiosos coletazos nuestra larga prisión de
hierro!
Pero no escuché más que un sordo
rumor, provocado, sin duda, por la traslación de nuestro vehículo. Y ahogado
por un asombro incomparable, incapaz de creer en la realidad de todo lo que estaba
ocurriendo, me senté en silencio, dejando que el tiempo pasara.
Luego de casi una hora, una
sensación de frescura en la frente me arrancó de golpe del estado de
somnolencia en que había caído paulatinamente.
Alcé el brazo para tocarme la
cara: estaba mojada.
¿Mojada? ¿Por qué estaba mojada?
¿Acaso el tubo había cedido a la presión del agua… una presión que
obligadamente sería formidable, pues aumenta a razón de una “atmósfera” por
cada diez metros de profundidad?
Fui presa del pánico.
Aterrorizado, quise gritar… y me encontré en el jardín de mi casa, rociado
generosamente por la violenta lluvia que me había despertado. Simplemente, me
había quedado dormido mientras leía el articulo de un periodista
norteamericano, referido a los extraordinarios proyectos del coronel Pierce…
quien a su vez, mucho me temo, también había sido soñado.
FIN
“Un
Express de l’avenir”, 1895
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