La
bitácora del Puerto
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AÑO VI
– Nº 53 – noviembre de 2017
Capitán a cargo de la bitácora: Eduardo Juan Foutel - Blog: foutelej.blogspot.com
Los capitanes en su cuaderno
de bitácora, permanentemente, dejan debida constancia de todos aquellos
acontecimientos que, de una forma u otra, modifican la rutina diaria. En esta
Carpeta de Bitácora –desde este Puerto- trataremos de ir dejando nota de
aquellos hombres o mujeres de letras que
entendemos son dignas de ser destacados.
Hoy, la figura insoslayable
es nada menos que William Faulkner
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Información personal
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Nombre de nacimiento
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William Cuthbert Faulkner
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Nacimiento
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25 de septiembre de 1897
New Albany, Misisipi, Estados Unidos |
Fallecimiento
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6 de julio de 1962
(64 años) Byhalia, Misisipi, Estados Unidos |
Causa de muerte
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Nacionalidad
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Familia
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Cónyuge
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Estelle
Oldham (1929-1962)
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Educación
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Alma máter
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Información profesional
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Ocupación
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Años activo
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Género
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Obras notables
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Miembro de
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Distinciones
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Premio Nacional del Libro de Ficción (1955)
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William Faulkner /ˈfɔːlknɚ/
(nacido William Cuthbert Falkner, New Albany, Misisipi, 25 de septiembre de 1897 - Byhalia, 6 de julio de 1962)
fue un narrador y poetaestadounidense. En sus obras destacan el drama
psicológico y la profundidad emocional, utilizó para ello una larga y
serpenteada prosa, además de un léxico meticuloso. Ganador del Nobel de Literatura de 1949.
Fue considerado rival estilístico
de Ernest Hemingway (sus
largas frases contrastaban con las cortas de Hemingway) y es considerado uno de
los principales modernista estadounidenses de la década de 1930, siguiendo la tradición
experimental de escritores europeos como James Joyce, Virginia Woolf, Marcel Proust y Franz Kafka y conocido por su uso de
técnicas literarias innovadoras, como el monólogo interior,
la inclusión de múltiples narradores o puntos
de vista y los saltos en el tiempo dentro
de la narración.
Su influencia es notoria en la
generación de escritores hispanoamericanos de la segunda mitad del siglo XX. García Márquez en
su Vivir para contarla y Vargas Llosa en El pez en el agua admiten su
influencia en la narrativa.1
Biografía
Nació en New Albany, Misisipi,
aunque se crió en las cercanías de Oxford, lugar al que se trasladó la familia en
1902. Era el mayor de cuatro hermanos de una familia tradicional sureña formada
por Murry Cuthbert Falkner (1870-1932) y Maud Butler (1871-1960). Estuvo muy
influido por su estado natal, así como por el ambiente general del Sur.
Misisipi marcó su sentido del humor y mantuvo una fuerte presencia a lo largo
de toda su obra, en la que el carácter típico sureño, fue una constante, y que
junto a la atemporalidad de sus temas, marcarían la base de todas sus
recreaciones literarias.
En 1915 dejó los estudios y empezó a
trabajar en el banco de su abuelo. Durante la I Guerra Mundial ingresó como piloto de
la RAF (Real
Fuerza Aérea Británica). Cuando regresó a su ciudad, entró como veterano en
la Universidad de
Misisipi, aunque volvió a abandonar los estudios: esta vez fue para
dedicarse a escribir. Durante esa época realizó trabajos como pintor de techos,
o cartero en la Universidad de Misisipi (de donde lo echaron por su costumbre
de leer revistas antes de entregarlas), y publicó su primer y único libro de
poemas: The
Marble Faun (1924).
A partir de 1921 Faulkner trabajó como
periodista en Nueva Orleans y
conoció al escritor de cuentos estadounidense Sherwood Anderson, que le ayudó a encontrar un
editor para su primera novela, La paga de los
soldados (1926).
Pasó una temporada de viaje por Europa y
a su regreso comenzó a escribir una serie de novelas ambientadas en el condado
ficticio de Yoknapatawpha (inspirado
en el condado de
Lafayette, Misisipi), donde transcurren gran parte de sus escritos,
y del cual hace una descripción geográfica y traza un mapa en ¡Absalón, Absalón! (1936).
Allí puso a vivir a 6298 blancos y 9313 negros, como pretexto para presentar
personajes característicos del grupo sudista arruinado del cual era arquetipo
su propia familia. La primera de estas novelas es Sartoris (1929),
en la que identificó al coronel Sartoris con su propio bisabuelo, William
Cuthbert Faulkner, soldado, político, constructor ferroviario y escritor.
Después aparece El ruido y la furia (1929),
que confirmó su madurez creativa y da comienzo a su etapa más fértil desde el
punto de vista artístico.
En general, la crítica identifica El
ruido y la furia, Mientras agonizo (1930), Luz de agosto (1932), ¡Absalón,
Absalón! y El
villorrio (1940) como sus novelas más importantes. El
periodo más inspirado de la obra de Faulkner se cierra con la colección de
cuentos Desciende,
Moisés (1942), que incluye una de sus máximas creaciones,
el cuento largo "El
oso".
En 1929 contrajo matrimonio con Estelle
Oldham, decidió establecer su casa y fijar su residencia literaria en el
pequeño pueblo de Oxford.
A pesar de la buena aceptación de los
lectores de sus obras, tan sólo se vendió bien Santuario (1931).
Sus temas del mal y la corrupción continúan siendo relevantes en la actualidad.
La secuela del libro, Requiem for a Nun, es la única obra de
teatro que publicó. La introducción es una única frase que abarca unas cuantas
páginas. Debido al éxito de Santuario logró trabajo, bastante
más lucrativo, como guionista de Hollywood.
En 1946 el crítico Malcolm
Cowley, preocupado porque Faulkner era poco conocido y apreciado,
publicó The
Portable Faulkner, libro que reúne extractos de sus novelas en
una secuencia cronológica.
Es considerado uno de los creadores de
ficción más importantes de las letras del siglo XX, a la altura de Jorge Luis Borges, Marcel Proust, Franz Kafka y James Joyce. Su influencia
en la literatura radica tanto en aspectos técnicos (como su desarrollo del
monólogo interior, el multiperspectivismo, la oralidad de la narración, un
manejo no cronológico del tiempo en el relato) como temáticos (la decadencia de
una familia, el fracaso, la creación de un territorio de ficción propio en el
que radicar un ciclo de relatos, la obsesión con la historia, la combinación de
localismo y universalidad). Faulkner influiría en gran medida en autores
posteriores en español,
como Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Juan Benet, Gabriel García
Márquez, Mario Vargas Llosa, Juan José Saer y Jorge Luis Borges (traductor de Las palmeras salvajes al castellano).
Faulkner, que arrastró problemas con el
alcohol durante gran parte de su vida, siguió escribiendo tanto novelas como
cuentos hasta su muerte en Byhalia, el 6 de julio de 1962, a causa de un infarto de miocardio.
Sus restos están inhumados en el Oxford Memorial Cemetery, en Oxford, en el sepulcro familiar.

Premios
·
En 1949, ganó el Premio Nobel de
Literatura;
·
En 1955, recibió el premio Pulitzer por su novela Una fábula;
·
En 1963, recibió el premio Pulitzer por su novela Los rateros y
El National Book Award (póstumo)
por sus Collected
Stories.

Obra
Novelas
·
El villorrio, (The Hamlet, 1940)
·
La mansión (The Mansion, 1959)
Colecciones de relatos
·
Estos trece (1931)
·
Doctor Martino y otras historias (1934)
·
Gambito de caballo (1949)
·
Cuentos reunidos (1950)
·
Grandes bosques (1955)
·
Historias de Nueva Orleans (1958)
·
Cuentos no reunidos de William Faulkner (1979).
Publicado bajo el impreciso nombre de Relatos por la editorial
Anagrama.
Relatos
·
"Landing in Luck" (ll" (1922)
·
"New Orleans"
·
"Mirrors of Chartres Street" (1925)
·
"Damon and Pythias Unlimited" (1925)
·
"Jealousy" (1925)
·
"Cheest" (1925)
·
"Out of Nazareth" (1925)
·
"The Kingdom of God" (1925)
·
"The Rosary" (1925)
·
"The Cobbler" (1925)
·
"Chance" (1925)
·
"Sunset" (1925)
·
"The Kid Learns" (1925)
·
"The Liar" (1925)
·
"Home" (1925)
·
"Episode" (1925)
·
"Country Mice" (1925)
·
"Yo Ho and
Two Bottles of Rum" (1925)
·
"Music -
Sweeter than the Angels Sing"
·
"Una rosa para Emily"
(A Rose for Emily, 1930)
·
"Honor" (1930)
·
"Thrift" (1930)
·
"Red Leaves" (1930)
·
"Ad Astra" (1931)
·
"Dry September" (1931)
·
"That Evening Sun" (1931)
·
"Hair" (1931)
·
"Spotted Horses" (1931)
·
"The Hound" (1931)
·
"Fox Hunt" (1931)
·
"Divorce in Naples" (1931)
·
"Victory" (1931)
·
"All the Dead Pilots" (1931)
·
"Crevasse" (1931)
·
"Mistral" (1931)
·
"A Justice" (1931)
·
"Dr. Martino" (1931)
·
"Idyll in the Desert" (1931)
·
"Miss Zilphia Gant" (1932)
·
"Death Drag" (1932)
·
"Centaur in Brass" (1932)
·
"Once
Aboard the Lugger (I)" (1932)
·
"Lizards in Jamshyd's Courtyard" (1932)
·
"Turnabout" (1932)
·
"Smoke" (1932)
·
"Mountain Victory" (1932)
·
"There Was a Queen" (1933)
·
"Artist at Home" (1933)
·
"Beyond" (1933)
·
"Elly" (1934)
·
"Pennsylvania Station" (1934)
·
"Wash" (1934)
·
"A Bear Hunt" (1934)
·
"The Leg" (1934)
·
"Black Music" (1934)
·
"Mule in the Yard" (1934)
·
"Ambuscade" (1934)
·
"Retreat" (1934)
·
"Lo!" (1934)
·
"Raid" (1934)
·
"Skirmish at Sartoris" (1935)
·
"Golden Land" (1935)
·
"That Will Be Fine" (1935)
·
"Uncle Willy" (1935)
·
"Lion" (1935)
·
"The Brooch" (1936)
·
"Two Dollar Wife" (1936)
·
"Fool About a Horse" (1936)
·
"The Unvanquished" (1936)
·
"Vendee" (1936)
·
"Monk" (1937)
·
"Barn Burning" (1939)
·
"Hand Upon the Waters" (1939)
·
"A Point of Law" (1940)
·
"The Old People" (1940)
·
"Pantaloon in Black" (1940)
·
"Gold Is Not Always" (1940)
·
"Tomorrow" (1940)
·
"Go Down, Moses" (1941)
·
"The Tall Men" (1941)
·
"Two Soldiers" (1942)
·
"Delta Autumn" (1942)
·
"The Bear" (1942)
·
"Afternoon of a Cow" (1943)
·
"Shingles for the Lord" (1943)
·
"My
Grandmother Millard and General Bedford Forrest and the Battle of Harrykin
Creek" (1943)
·
"Shall Not Perish" (1943)
·
"Appendix, Compson, 1699-1945" (1946)
·
"An Error in Chemistry" (1946)
·
"A Courtship" (1948)
·
"Gambito de caballo" (Knight's Horses 1949)
·
"A Name for
the City" (1950)
·
"Notes on a Horsethief" (1951)
·
"Mississippi" (1954)
·
"Sepulture South: Gaslight" (1954)
·
"Race at Morning" (1955)
·
"By the People" (1955)
·
"Hell Creek Crossing" (1962)
·
"Mr. Acarius" (1965)
·
"The Wishing Tree" (1967)
·
"Al Jackson" (1971)
·
"And Now
What's To Do" (1973)
·
"Nympholepsy" (1973)
·
"The Priest" (1976)
·
"Mayday" (1977)
·
"Frankie and Johnny" (1978)
·
"Don Giovanni" (1979)
·
"Peter" (1979)
·
"A Portrait of Elmer" (1979)
·
"Adolescence" (1979)
·
"Snow" (1979)
·
"Moonlight" (1979)
·
"With Caution and Dispatch" (1979)
·
"Hog Pawn" (1979)
·
"A Dangerous Man" (1979)
·
"A Return" (1979)
·
"The Big Shot" (1979)
·
"Once
Aboard the Lugger (II)" (1979)
·
"Dull Tale" (1979)
·
"Evangeline" (1979)
·
"Love" (1988)
·
"Christmas Tree" (1995)
·
"Rose of Lebanon" (1995)
·
"Lucas Beauchamp" (1999)
Relato infantil
·
El árbol de los deseos (1964). Escrito
en 1927 para el cumpleaños número 8 de su amiga y luego hijastra Victoria
Franklin.
Colecciones de poesía
Ensayo
·
Ensayos y discursos (2012). Recopilación publicada por
la editorial española Capitan Swing.
Cartas
·
Cartas escogidas (1977)
Guiones para cine
Adaptaciones al cine
En 1932 el realizador
norteamericano Stephen Roberts adaptó
su novela Sanctuary en un film titulado The Story of
Temple Drake, en España Secuestro, protagonizado por Miriam Hopkins y Herbert Marshall. La cinta se convirtió en un
pequeño clásico del drama negro de los años 30, aunque hoy en día es
prácticamente imposible acceder a ella en Europa. Esta misma historia se
versionó en 1961 con el británico Tony Richardson tras la cámara, y Lee Remick, Yves Montand y Bradford
Dillman en los papeles principales.
Intruder in the dust tiene su propia
traslación a la pantalla en 1949, film del veterano cineasta Clarence Brown.
The reivers fue objeto en
1969 de una versión canónica de la mano de Mark Rydell, en un drama de aventuras
protagonizado por Steve McQueen y Sharon
Farrell.
Barton Fink, dirigida por los hermanos Coen, presenta un guionista
alcohólico de fuerte acento sureño en evidente homenaje a William Faulkner.
El sacerdote
[Cuento -
Texto completo.]
William Faulkner
Había casi
terminado sus estudios eclesiásticos. Mañana sería ordenado, mañana alcanzaría
la unión completa y mística con el Señor que apasionadamente había deseado.
Durante su estudiosa juventud había sido aleccionado para esperarla día tras
día; él había tenido la esperanza de alcanzarla a través de la confesión, a
través de la charla con aquellos que parecían haberla alcanzado; mediante una
vida de expiación y de negación de sí mismo hasta que los fuegos terrenales que
lo atormentaban se extinguieran con el tiempo. Deseaba apasionadamente la
mitigación y cesación del hambre y de los apetitos de su sangre y de su carne,
los cuales, según le habían enseñado, eran perniciosos: esperaba algo como el
sueño, un estado que habría de alcanzar y en el cual las voces de su sangre
serían aquietadas. 0, mejor aún, domeñadas. Que, cuando menos, no lo
conturbaran más; un plano elevado en el que las voces se perderían, sonarían
cada vez más débiles y pronto no serían sino un eco carente de sentido entre
los desfiladeros y las cumbres mayestáticas de la Gloria de Dios.
Pero no lo
había alcanzado. En el seminario, tras una charla con un sacerdote, solía
volver a su dormitorio en un éxtasis espiritual, un estado emocional en el cual
su cuerpo no era sino un letrero con un mensaje llameante que habría de agitar
el mundo. Y veía aliviadas sus dudas; no albergaba duda ni tampoco pensamiento.
La finalidad de la vida estaba clara: sufrir, utilizar la sangre y los huesos y
la carne como medios para alcanzar la gloria eterna, algo magnífico y
asombroso, siempre que se olvide que fue la historia y no la época quien creó
los Savonarola y los Thomas Becket. Ser de los elegidos, pese a las hambres y
las roeduras de la carne, alcanzar la unión espiritual con el Infinito, morir,
¿cómo podía compararse con esto el placer físico anhelado por su sangre?
Pero, una
vez entre sus compañeros seminaristas, ¡cuán pronto olvidaba todo aquello! Los
puntos de vista y la insensibilidad de sus condiscípulos eran un enigma para
él. ¿Cómo podía alguien a un tiempo pertenecer y no pertenecer al mundo? Y la
pavorosa duda de que acaso se estaba perdiendo algo, de que acaso, después de
todo, fuera cierto que la vida se limitaba sólo a lo que uno pudiera obtener en
los breves setenta años que al hombre caben. ¿Quién lo sabía? ¿Quién podía
saberlo? Existía el cardenal Bembo, que vivió en Italia en una era semejante a
plata, semejante a una flor imperecedera, y que creó un culto al amor más allá
de la carne, esquilmado de las torturas de la carne. Pero ¿no sería esto sino
una excusa, sino un paliativo a los terribles miedos y dudas? ¿No era la vida
de aquel hombre apasionado y hacía tanto tiempo muerto semejante a la suya; un
tejido de miedo y duda y una apasionada persecución de algo bello y excelso?
Sólo que algo bello y excelso significaba para él no una Virgen sosegada por el
dolor y fijada como una bendición vigilante en el cielo del oeste, sino una
criatura joven y esbelta e indefensa y (en cierto modo) herida, que había sido
sorprendida por la vida y utilizada y torturada; una pequeña criatura de marfil
despojada de su primogénito, que alza los brazos vanamente en la tarde que
declina. Para decirlo de otro modo, una mujer, con todo lo que en una mujer hay
de apasionada persecución del hoy, del instante mismo; pues sabe que el mañana
tal vez no llegue nunca y que sólo el hoy importa, porque el hoy es suyo. Se ha
tomado una niña y se ha hecho de ella el símbolo de los viejos pesares del
hombre, pensó, y también yo soy un niño despojado de su niñez.
La tarde era
como una mano alzada hacia el oeste; cayó la noche, y la luna nueva se deslizó
como un barco de plata por un verde mar. Se sentó sobre su catre y se quedó
mirando hacia el exterior, mientras las voces de sus compañeros se iban
mitigando a su pesar con la magia del crepúsculo. El mundo sonaba afuera, y se
eclipsaba; tranvías y taxímetros y peatones. Sus compañeros hablaban de
mujeres, de amor, y él se dijo a sí mismo: ¿Pueden estos hombres llegar a ser
sacerdotes y vivir en la abnegación y en la ayuda a la humanidad? Sabía que
podían, y que lo harían, lo cual era más duro. Y recordó las palabras del padre
Gianotti, con quien no estaba de acuerdo:
-A través de
la historia el hombre ha fomentado y creado circunstancias sobre las que no
tiene control. Y lo único que podrá hacer es dar forma a las velas con las que
capeará el temporal que él mismo ha provocado. Y recuerden: la única cosa que
no cambia es la risa. El hombre siembra, y recoge siempre tragedia; pone en la
tierra semillas que valora en mucho, que son él mismo, ¿y cuál es su cosecha?
Algo acerca de lo cual no ha podido aprender nada, algo que lo supera. El
hombre sabio es aquel que sabe retirarse del mundo, cualquiera que sea su
vocación, y reír. Si tienes dinero, gástalo: ya no tienes dinero. Sólo la risa
se renueva a sí misma como la copa de vino de la fábula.
Pero la
humanidad vive en un mundo de ilusión, utiliza sus insignificantes poderes para
crear en torno un lugar extraño y estrafalario. Lo hacía también él mismo, con
sus afirmaciones religiosas, al igual que sus compañeros con su charla eterna
sobre mujeres. Y se preguntó cuántos sacerdotes de vida casta y dedicados a
aliviar el sufrimiento humano serían vírgenes, y si el hecho de la virginidad
supondría alguna diferencia. Sin duda sus compañeros no eran castos; nadie que
no haya tenido relación con mujeres puede hablar de ellas tan familiarmente; y
sin embargo, llegarían a ser buenos sacerdotes. Era como si el hombre recibiera
ciertos impulsos y deseos sin ser consultado por el autor de la donación, y el
satisfacerlos o no dependiera exclusivamente de él mismo. Pero él no era capaz
de decidir en tal sentido; no podía creer que los impulsos sexuales pudieran
desbaratar la filosofía global de un hombre, y que sin embargo pudieran ser
aquietados de ese modo. “¿Qué es lo que quieres?”, se preguntó. No lo sabía: no
era tanto el deseo particular de alguna cosa cuanto el temor de perder la vida
y su sentido por culpa de una frase, de unas palabras vacías, sin ningún
significado. “Ciertamente, en razón de mi ministerio, deberías saber cuán poco
significan las palabras”.
¿Y en caso
de que hubiera algo latente, alguna respuesta al enigma del hombre al alcance
de la mano pero que él no pudiera ver? “El hombre desea pocas cosas aquí
abajo”, pensó. ¡Pero perder lo poco que tiene!
El pasear
por las calles no hizo que viera más claro su problema. Las calles estaban
llenas de mujeres: chicas que volvían del trabajo; sus cuerpos jóvenes y
airosos se hacían símbolos de gracia y de belleza, de impulsos anteriores al
cristianismo.“¿Cuántas de ellas tendrán amantes? -se preguntó-. Mañana me
mortificaré, haré penitencia por esto mediante la oración y el sacrificio, pero
ahora abrigaré estos pensamientos en los que ha tanto tiempo he deseado
pensar”.
Había chicas
por doquier; sus delgadas ropas daban forma a su paso en la Calle Canal. Chicas
que iban a casa para almorzar -el pensamiento de la comida entre sus dientes
blancos, de su placer físico al masticar y digerir los alimentos, encendió todo
su ser-, para fregar en la cocina; chicas que iban a vestirse y a salir a
bailar en medio de sensuales saxofones y baterías y luces de colores, que
mientras duraba la juventud tomaban la vida como un coctel de una bandeja de
plata; chicas que se sentaban en casa y leían libros y soñaban con amantes a
lomos de caballos con arreos de plata.
“¿Es
juventud lo que quiero? ¿Es la juventud que hay en mí y que clama hacia la
juventud en otros seres lo que me conturba? Entonces, ¿por qué no me satisface
el ejercicio, la contienda física con otros jóvenes de mi sexo? ¿0 es la Mujer,
el femenino sin nombre? ¿Habrá de venirse abajo en este punto toda mi
filosofía? Si uno ha venido al mundo a padecer tales compulsiones, ¿dónde está
mi Iglesia, dónde esa mística unión que me ha sido prometida? ¿Y qué es lo que
debo hacer: obedecer estos impulsos y pecar, o reprimirlos y verme torturado
para siempre por el temor de que en cierto modo he desperdiciado mi vida en
aras de la abnegación?”.
“Purificaré
mi alma”, se dijo. La vida es más que eso, la salvación es más que eso. Pero
oh, Dios, oh, Dios, ¡la juventud está tan presente en el mundo! Está por
doquiera en los jóvenes cuerpos de chicas embotadas por el trabajo, sobre
máquinas de escribir o tras mostradores de tiendas, de chicas al fin evadidas y
libres que exigen la herencia de la juventud, que hacen subir sus ágiles y
suaves cuerpos a los tranvías, cada una con quién sabe qué sueño. “Salvo que el
hoy es el hoy, y que vale mil mañanas y mil ayeres”, exclamó.
“Oh, Dios,
oh, Dios. ¡Si al menos fuera ya mañana! Entonces, seguramente, cuando haya sido
ordenado y me convierta en un siervo de Dios, hallaré consuelo. Entonces sabré
cómo dominar estas voces que hay en mi sangre. Oh, Dios, oh, Dios, ¡si al menos
fuera ya Mañana!”
En la
esquina había una expendeduría de tabaco: había hombres comprando, hombres que
habían finalizado su jornada de trabajo y volvían a sus casas, donde les
esperaban suculentas comidas, esposas, hijos; o a cuartos de soltero para
prepararse y acudir a citas con prometidas o amantes; siempre mujeres. Y yo,
también, soy un hombre: siento como ellos; yo, también, respondería a blandas
compulsiones.
Dejó la
Calle Canal; dejó los parpadeantes anuncios eléctricos que habrían de llenar y
vaciar el crepúsculo, inexistentes a sus ojos y por lo tanto sin luz, lo mismo
que los árboles son verdes únicamente cuando son mirados. Las luces llamearon y
soñaron en la calle húmeda, los ágiles cuerpos de las chicas dieron forma a su
apresuramiento hacia la comida y la diversión y el amor; todo quedaba a su espalda
ahora; delante de él, a lo lejos, la aguja de una iglesia se alzaba como una
plegaria articulada y detenida contra la noche. Y sus pisadas dijeron:
“¡Mañana! ¡Mañana!”.
Ave
María, deam gratiam… torre de marfil, rosa del Líbano…
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