lunes, 28 de agosto de 2017

La Bitácora del Puerto nº 52

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Un servicio digital de la Editorial Puerto Libro editorialpuertolibro@gmail.com  AÑO  VI – Nº 52 – Agosto  de 2017
Capitán a cargo de la bitácora: Eduardo Juan Foutel  - Blog: foutelej.blogspot.com

Los capitanes en su cuaderno de bitácora, permanentemente, dejan debida constancia de todos aquellos acontecimientos que, de una forma u otra, modifican la rutina diaria. En esta Carpeta de Bitácora –desde este Puerto- trataremos de ir dejando nota de aquellos hombres  o mujeres de letras que entendemos son merecedores de ser destacados.
Hoy, la figura insoslayable es nada menos que Eduardo Gudiño Kieffer


Eduardo Gudiño Kieffer
Información personal
Nacimiento
Fallecimiento
Nacionalidad
Educación
Alma máter
Información profesional
Ocupación
Escritor, poeta, ensayista, traductor, crítico, bibliotecario y editor
Años activo
Género


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Eduardo Gudiño Kieffer (Esperanza2 de noviembre de 1935 - Buenos Aires20 de septiembre de 2002), fue un escritor y periodista argentino.
Hijo de maestros y descendiente de una de las familias fundadoras de Esperanza (Santa Fe), estudió en el Liceo Militar de Santa Fe y Derecho en la Universidad Nacional del Litoral.
En 1965, recibió la beca Stage en la ORTF, (París) otorgada por el gobierno francés. En 1967, la distinción fue del Fondo Nacional de las Artes, también con una beca. Vivió en París —donde fue amigo de Julio Cortázar y Nicolás García Uriburu— y se estableció en Buenos Aires a fines de los años 60.
Su trayectoria incluye los premios: Affinités por cuento, 1957. Faja de Honor de la S.A.D.E. (Sociedad Argentina de Escritores) Pluma de Plata del PEN ClubPremio Konex - Diploma al Mérito 1984. Premio Literario del Instituto Griego de Cultura, 1988 - Club de los 13, Sigfrido Radaelli, 1998. Primer Premio Municipal de Novela, 1998 Premio Esteban Echeverría, 1999, entre muchos otros.
En 1993 fue director del Fondo Nacional de las Artes. Traductor del francés al español. Ejerció la actividad publicitaria y periodística, fue un importante colaborador de los diarios y revistas más importantes del país: La NaciónLa Prensa, Editorial Abril, Editorial Atlántida y muchos más publicaron sus artículos.
Fue un escritor muy convocado como jurado de diferentes premios (Planeta, Konex, La Nación, Emecé, Nacional de la República Argentina, Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, y otros).1
Participó en conferencias y congresos literarios en distintos países. Muchas de sus obras fueron traducidas a diversos idiomas (inglés, francés, griego, italiano, húngaro y otros)1
En agosto del 2001, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo distinguió como Ciudadano Ilustre.1
Se casó en 1965 con Beatriz Trento, tuvieron tres hijos: Florencio, Nicolás y Agustín.
Por vía materna está emparentado con el artista plástico Sebastián Spreng.

Obras publicadas
Novelas
·         Para comerte mejor (1968)
·         Guía de pecadores (1972)
·         La hora de María y el pájaro de oro (1975)
·         Será por eso que la quiero tanto (1975)
·         Medias negras, peluca rubia (1979)
·         ¿Somos? (1982)
·         Magia blanca (1986)
·         Kerkya, Kerkyra (1988)
·         Bajo amor en alta mar (1994)
·         El príncipe de los lirios (1995)
    
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Cuentos
·         Fabulario (1969)
·         Ta te tías y otros cuentos (1980)
·         Jaque a Pa y Ma (1982)
·         No son tan Buenos tus Aires (1982)
·         Un ángel en patitas (1984)
·         Alguna vez (1984) en el libro Caramelos surtidos
·         Buenos Aires por arte de magia (1986)
·         Historia y cuentos del alfabeto (1987)
·         Ángeles buscando infancia (1987)
·         Nombres de mujer (1988)
·         Malas malísimas (1998)
·         Diez fantasmas de Buenos Aires (1998)


Ensayos
·         Carta abierta a Buenos Aires violento (1970)
·         Manual para nativos pensantes (1985)
·         A Buenos Aires (1986)
·         El peinetón (ensayo y cuentos, 1986)

Filmografía

Guiones cinematográficos
·         ¿Somos? (1982)
·         Desde el abismo (1980)
·         La hora de María y el pájaro de oro (1975)
·         Vení conmigo (1972)
Autor
·         ¿Somos? (1982)


Recomendaciones a Sebastián para la compra de un espejo
[Cuento - Texto completo.]
Eduardo Gudiño Kieffer
Mire, Sebastián, es en la calle Juncal. Venga, acérquese; voy a decirle el número al oído -es mejor que nadie lo sepa, hay secretos que conviene guardar muy bien-. Bueno. Usted entra en la boutique y pregunta por la señora Hipólita. Le dirán que no está. Pero no se aflija, Sebastián. Sugiera que va de parte de mistress Murphy y ponga cara de inteligente. Le harán un gesto de complicidad y lo llevarán a la trastienda. Abrirán una puertecita escondida entre los brillantes vestidos que cuelgan, inmóviles pero vivos, de una increíble cantidad de perchas doradas. Podrá entonces ingresar al cuarto de los espejos. La señora Hipólita, que adora a los muchachos desgarbados como usted, le ofrecerá un cigarrillo. Acéptelo, Sebastián, acéptelo y aspírelo con delectación, porque sin duda será un cigarrillo egipcio con una pizquita de opio. Después contemple atentamente la colección de espejos, emitiendo de vez en cuando una interjección oportuna y discreta. Nada de exclamaciones altisonantes, a pesar del asombro. Y tenga en cuenta que en ningún momento hay que pronunciar la palabra “mágico”, porque se supone que usted ya sabe que todos los espejos lo son, y en especial los de la señora Hipólita.

Fíjese en ese, Sebastián. Sí, en ese, el ovalado con marco de plata. Todos los días, a las seis de la tarde, refleja a Rachel en su estupenda interpretación de “Phédre”. Es magnífico, ¿eh? O aquel otro, tan profundo en el misterio de si azogue, tan rico en las volutas rococó que lo rodean. No niego que es maravilloso. Pero no se lo aconsejo, porque al sonar las doce campanadas de la medianoche muestra a un oficial de húsares de Grodno asesinado por su novia vampiro. ¡Brrr! Mejor es el que está a su derecha; menos morboso y sumamente eficiente. Hasta educativo: imagínese: a las seis de la mañana deja ver a las damas mendocinas bordando una bandera. Es un espejo quizás demasiado madrugador, claro, pero tan patriótico como un discurso de fiesta cívica. En fin… hay que reconocer que la señora Hipólita tiene una colección fabulosa. Espejos teatrales, pasionales, históricos… También tiene los que reflejan el futuro, pero solo los muestra previa presentación del certificado de buena salud, porque una vez tuvo problemas con el profesor N. El pobre era cardíaco y… bueno, usted sabe el resto, salió en todos los diarios.

Lo importante es que usted, Sebastián, puede comprar el espejo que más le interese. Los precios son exorbitantes, es cierto, pero no cualquiera puede darse el lujo de poseer cosas así. Además, si sonríe usted como lo está haciendo justamente ahora, no dudo que la señora Hipólita le hará una rebaja o le dará felicidades. Es una mujer muy tierna, muy sensible, muy maternal a veces. Aunque tan arrugada que… pero eso no viene al caso. Elija el espejo que prefiera. Deje su dirección, y mañana mismo lo enviarán a su casa. ¿Un consejo? No lo coloque en el living ni en el escritorio ni en ningún lugar por donde pase mucha gente, porque sus amigos son muy convencionales, muy burgueses, y el espejo puede reflejar algo irritante, impropio para la gente decente. Suponga que se le ocurra comprar el espejo de Paolo y Francesca…

¿Qué diría su abuelita materna, Sebastián, que va a misa todos los domingos? No, hay que tener cuidado, hay que ser respetuoso de las convicciones y de la moral de los demás. Yo le sugeriría (y perdóneme el atrevimiento), que ponga el espejo en el altillo, con otros trastos viejos. Más todavía: que lo cubra con algún paño opaco. Y otra cosa aún, la más importante de todas: con los espejos de la señora Hipólita es imprescindible ser puntual. Puntualísimo. Si no llega usted a la hora exacta, no verá el espectáculo. Ni Rachel declamando, ni húsar sangrando, ni damas mendocinas bordando, ni Paolo y Francesca fornicando (perdón otra vez, hay palabras que realmente no suenan muy bien). Si llega tarde solo verá su propia cara, la misma de siempre, Sebastián, tan angulosa, tan mística. Pero eso es lo de menos. Lo grave sucede cuando la curiosidad lo impulsa a apurarse y lo obliga a llegar demasiado temprano, para averiguar cómo prepara el espejo su “mise en scène”. Eso puede ser fatal, porque los espejos no toleran la curiosidad. Y sucederá que, al arrancar el paño que lo cubre y enfrentarlo, se encontrará usted con que está vacío, con que no refleja nada, con que su imagen en el espejo no existe y por lo tanto, claro, usted tampoco. Es una platónica verdad. Al no verse en el espejo, sin duda se llevará usted las manos a la cabeza, en un gesto de terror y asombro. Pero como usted no existe, descubrirá que no tiene manos ni cabeza. Intentará salir corriendo pero tampoco le será posible, pobre Sebastián, pues tampoco tendrá piernas. Y se quedará por siempre allí, atrapado en un espejo vacío que alguna vez retornará a la colección de la eterna señora Hipólita y reflejará, para otro cliente como usted, joven y desgarbado, la imagen ascética de Sebastián, oh Sebastián pálido de terror, solo durante un minuto y a la hora en que se pone el sol.

FIN

Fabulario, 1970

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