viernes, 28 de julio de 2017

La Bitácora del Puerto nº 51


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   La bitácora del Puerto              
Un servicio digital de la Editorial Puerto Libro editorialpuertolibro@gmail.com  AÑO  VI – Nº 51 – julio  de 2017
Capitán a cargo de la bitácora: Eduardo Juan Foutel  - Blog: foutelej.blogspot.com

Los capitanes en su cuaderno de bitácora, permanentemente, dejan debida constancia de todos aquellos acontecimientos que, de una forma u otra, modifican la rutina diaria. En esta Carpeta de Bitácora –desde este Puerto- trataremos de ir dejando nota de aquellos hombres  o mujeres de letras que entendemos son merecedores de ser destacados.
Hoy, la figura insoslayable es nada menos que Manuel Mijica Lainez.
Manuel Mujica Láinez
   (Buenos Aires, 1910 - La Cumbre, 1984) Narrador argentino que combinó imaginación novelesca con datos históricos y el color local con el cosmopolitismo, desarrollando una serie de tramas de corte histórico. Nació en el seno de una familia patricia; por vía materna descendía de periodistas y escritores e incluso su madre componía piezas de teatro que leía a sus amistades, de modo que creció en un medio en el que todo se conjugaba para facilitar su vocación por las letras.
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Manuel Bernabé Mujica Láinez (Buenos Aires11 de septiembre de 1910-Cruz ChicaCórdoba21 de abril de 1984), también conoci-do  hipocorísticamente con el apodo Manucho, fue un escritor, biógrafo, crítico de arte y periodista argentino.
Biografía
Primeros años
Mujica Láinez nació en Buenos Aires el 11 de septiembre de 1910, en una familia de orígenes aristocráticos y emparentada con las familias patricias y fundadoras de la Argentina. Era hijo de Manuel Mujica Farías y Lucía Lainez Varela. Su abuelo paterno, Eleuterio Santos Mujica y Covarrubias, descendiente del fundador de las ciudades de Buenos Aires y Santa FeJuan de Garay, le inculcó el amor a la tierra natal; el materno, Bernabé Lainez Cané, el gusto por la literatura. Su abuela materna, Justa Varela, era sobrina de Juan Cruz y Florencio Varela. Su madre que dominaba el idioma francés, escribía obras de teatro, por eso "Manucho" o Manuel Mujica Láinez tuvo sus comienzos literarios a los 6 años escribiendo una obra de teatro. Su padre era un hombre que "fue una especie de solterón siempre", según el mismo "Manucho" pudiera haber sido su abuelo y era un adinerado "clubman" ya que fue su padre cuando tenía 36 años siendo mucho mayor de edad que la madre, el hermano de "Manucho" tras criarse en París se dedicó a ser periodista en Estados Unidos. La infancia de Manuel Mujica Láinez estuvo muy influida por un accidente que sufrió: siendo muy niño cayó sobre una cacerola con agua hirviendo por lo cual se quemó gran parte de su cuerpo, durante su convalecencia sus parientas para consolarlo le contaron cuentos muchos de ellos basados en historias reales de la historia argentina, sus cuatro tías le influyeron mucho, siempre las recordó con mucho afecto, por ejemplo Ana María Láinez le influyó con su orientalismo relatándole creencias de Asia. También fue muy influyente su abuela materna. ​
En 1923 su familia se trasladó a Europa, una costumbre habitual de la clase alta de la época. Residieron primero en París, donde estudió en la École Descartes​ y posteriormente en Londres, donde continuó su formación con un tutor, Mr. White. Regresó a su país natal en el año 1928 junto con su hermano menor y su padre, y termina sus estudios en el Colegio Nacional de San Isidro. ​ Por insistencia de su familia, comenzó la carrera de Derecho, pero abandonó ese mismo año.
Comienzos de su carrera
En 1932 accedió como redactor al diario La Nación, inicialmente en la sección de noticias de sociedad. Continuaría colaborando tanto en La Nación como en otras publicaciones (como la revista El Hogar) como crítico de arte y cronista de viajes. Muchos de sus artículos fueron recogidos y publicados en libro.
En 1936 se casó con Ana de Alvear Ortiz Basualdo, también de familia aristocrática, con quien tendría tres hijos (Diego, Ana y Manuel). Ese mismo año publicó su primer libro, Glosas castellanas, una serie de ensayos centrados en su mayor parte en el Quijote.
En 1939 publicó su primera novela, Don Galaz de Buenos Aires. Le siguen las biografías de su antepasado Miguel Cané (padre) (1942) y de los poetas gauchescos Hilario Ascasubi (Aniceto, el Gallo, 1943) y Estanislao del Campo (Anastasio, el Pollo, 1947). ​
Saga porteña
En 1949 y 1950 publicó dos libros de cuentos que, por su semejanza de temas, formas y estilo, marcan el comienzo de su madurez literaria. El primero, Aquí vivieron, recorre, a través de cuentos ambientados en distintas épocas, la historia de una quinta ubicada en San Isidro, desde su construcción hasta su demolición. El segundo, Misteriosa Buenos Aires, sigue una estructura similar, aunque en lugar de una casa recorre la historia de la capital argentina, desde su fundación en 1536 hasta el año del centenario de la Revolución de Mayo, en 1910. Son cuentos en los que se mezclan sucesos históricos y personajes reales con personajes ficticios, y van desde el realismo histórico hasta lo fantástico. En ambos libros están presentes elementos característicos de la prosa de Mujica Láinez, los cuales aparecerán también en sus novelas, como el uso de un lenguaje cultivado y elegante sin llegar a ser ostentoso u opaco, el interés por la historia (tanto argentina como europea) y el retrato del auge y la decadencia de la alta burguesía argentina.
En los años siguientes publicó una tetralogía conocida como Saga porteña o Ciclo porteño: Los ídolos (1953), La casa (1954), Los viajeros (1955), e Invitados en El Paraíso (1957). Son novelas que pueden leerse como piezas autónomas, en las que evoca el mundo de la aristocracia argentina, desde una perspectiva que muchos consideran decadente. Un sector de la crítica incluso las considera como lo mejor de su producción,«no sólo por su magistral construcción literaria, sino también por lo que contienen de testimonio profundamente sentido. Son narraciones luminosas, pobladas de personajes contemplados con humor, con mirada no torva ni demoledora sino piadosa y hasta jovial.»2
Ciclo europeo
Considerando agotado el tema argentino, Mujica Láinez guardó un silencio creativo de cinco años, durante los cuales se dedicó a viajar por el mundo y escribir crónicas para La Nación. La experiencia de estos viajes lo motivó a escribir una segunda serie de novelas históricas ambientadas en Europa entre la Edad Media y el Renacimiento, y que la crítica extranjera considera como sus obras más logradas: Bomarzo (1962), El unicornio (1965) y El laberinto (1974).
Bomarzo es una historia sobre el Renacimiento italiano narrada por un muerto, Pier Francesco Orsini, el noble jorobado que dio nombre a los famosos y extravagantes jardines italianos de Bomarzo, conocidos como Parque de los monstruos. En esta novela se asiste a la coronación de Carlos I de España, a la batalla de Lepanto, pasando por las poco edificantes costumbres de papas y personajes de la época y crímenes de copa y puñal. Es citada a menudo como la más lograda de la serie, y su mejor novela. Sirvió de base para una ópera, con música de Alberto Ginastera y libreto del mismo Mujica Láinez. Se estrenó en Washington en 1967 y fue prohibida por la dictadura militar de Juan Carlos Onganía, por lo que en la Argentina no se estrenó hasta 1972. ​
El unicornio está ambientada en la Edad Media francesa de los trovadores. Su protagonista es el hada Melusina, víctima de una maldición por la que, todos los sábados, adopta cuerpo de serpiente y alas de murciélago; testigo de los avatares de la época de las Cruzadas, sigue las peripecias de su prole de Lusignan hasta la toma de Jerusalén por Saladino.
El laberinto está protagonizada por Ginés de Silva, el chico que sostiene un cirio encendido y mira al espectador en la parte inferior del cuadro El entierro del Conde de Orgaz de El Greco, y en el que, según algunos autores, estaría retratado Juan Manuel Theotocopuli, el hijo de El Greco. Esta novela presenta la sociedad española en tiempos de Felipe II, su esplendor y su miseria, antes de que el protagonista partiera hacia América. Éste declara ser hijo de la La ilustre fregona cervantina, y sobrino del Caballero de la mano en el pecho, y con esos nombres presentará a personajes que van desde Lope de Vega al Inca Garcilaso, pasando por Fray Martín de Porres o Juan Espera-en-Dios, el Judío Errante (que, de una forma u otra, aparece en todas las obras de la trilogía formada por BomarzoEl unicornio y El laberinto).
A fines de la década, aparecen los cuentos de Crónicas reales (1967) y la novela De milagros y melancolías (1968). Agotado por la labor de documentación y reconstrucción de época de sus novelas anteriores, en estas obras Mujica Láinez adopta un tono deliberadamente burlesco, irónico, reescribiendo la historia europea (en Crónicas reales) y la de la conquista de América (en De milagros y melancolías). ​
Retiro a El Paraíso y últimos años
En 1969 se retiró de su empleo en La Nación, vendió su casa del barrio de Belgrano, donde vivía desde 1936, ​ y se trasladó con su familia a una casona de estilo colonial ubicada en la zona de Cruz Chica, a unos 3 kilómetros del centro de La CumbreCórdoba, llamada "El Paraíso", diseñada por León Dourge y edificada en 1915. ​ Ya instalado allí, escribió la novela Cecil (1972), relato autobiográfico narrado por su perro, el whippet Cecil.
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El Paraíso, residencia de Mujica Láinez entre 1969 y 1984, hoy transformada en casa museo, La Cumbre (Córdoba).
Posteriormente publicó El viaje de los siete demonios (1974), novela de tema esotérico (Mujica Láinez era un gran aficionado a las ciencias ocultas, y se sabe que en su biblioteca poseía algunos antiguos libros de demonología, los cuales aún se conservan) y una serie de novelas (SergioLos cisnesEl Gran Teatro) que retoman el ambiente aristocrático porteño de sus primeras obras.
Su última novela, El escarabajo (1982), cierra el ciclo de novelas históricas. Recurriendo a un procedimiento ya usado con anterioridad, la novela es protagonizada por un anillo egipcio que, hundido en el fondo del mar, cuenta su vida y la de sus posesores, desde la reina Nefertari hasta una millonaria estadounidense, pasando por la mano de uno de los asesinos de Julio César o la de Miguel Ángel, entre otros. Su último libro de cuentos, Un novelista en el Museo del Prado (1984) retoma a su vez tópicos fantásticos: los cuadros del museo de Madrid cobran vida durante la noche.
Falleció en su casa el 21 de abril de 1984, a los 73 años de edad, a causa de un edema pulmonar, y fue sepultado en el cementerio de la cercana localidad de Los Cocos. Dejó inconclusa una novela, Los libros del sur, en la que se encontraba trabajando al momento de su deceso. ​
Desde 1987 funciona en esa casa un museo dedicado a su vida y obra, que conserva tanto la biblioteca (diezmada durante gestiones anteriores, durante las que desaparecieron alrededor de veinte mil volúmenes y terminó en una causa judicial) como el mobiliario y diversos objetos que fue adquiriendo en sus viajes.
En julio de 2014 la Fundación Mujica Láinez (presidida por la hija del escritor) anunció el inminente cierre del Museo por falta de recursos para mantenerlo, ​ ante lo cual la ministra de Cultura Teresa Parodi manifestó su intención de otorgar un subsidio mensual a la institución, subsidio que jamás llegó a materializarse por desavenencias entre las partes, mientras que en el Congreso se presentó un proyecto para declararlo Monumento Histórico Nacional, algo que finalmente se realizó en parte, declarando el inmueble como Patrimonio Histórico Nacional, pero sin llegar a recibir ningún tipo de ayuda económica. ​ En septiembre de 2016, Ana Mujica se reunió con el actual Ministro de Cultura, Pablo Avelluto; aunque hubo acuerdos de colaboración, no se concretó ninguna ayuda. A marzo de 2017, la situación sigue siendo precaria, debido a dificultades burocráticas y desinterés del gobierno provincial. ​
Obra
La prosa de Mujica Láinez se considera "fluida y culta, de sabor algo arcaico, detallista y preciosista; rehúye la palabra demasiado común, sin buscar sin embargo la desconocida para el lector". Es en especial hábil en reconstruir ambientes, gracias a un dotado talento descriptivo y una gran formación como crítico de arte, aparte de su rica inventiva y su exquisitez literaria, enriquecida por los conocimientos de historia legados a través de sus antepasados.
El autor, seducido por las doctrinas esotéricas, creía con firmeza en la reencarnación y declaró escribir "para huir del tiempo". Ese es el tema de la mayor parte de sus obras.
En su narrativa pueden establecerse dos vertientes principales: el tema argentino (La casaLos viajerosInvitados en El ParaísoEl Gran Teatro) y las novelas históricas (BomarzoEl unicornioEl laberinto y El escarabajo). 
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Manuel Mujica Láinez.
Novelas
·         Don Galaz de Buenos Aires (1938)
·         Saga porteña
·         Los ídolos (1953)
·         La casa (1954)
·         Los viajeros (1955)
·         Invitados en El Paraíso (1957)
·         Bomarzo (1962)
·         El unicornio (1965)
·         De milagros y melancolía (1968)
·         Cecil (1972)
·         El laberinto (1974)
·         El viaje de los siete demonios (1974)
·         Sergio (1976)
·         Los cisnes (1977)
·         El Gran Teatro (1979)
·         El escarabajo (1982)

Cuentos
Aquí vivieron (1949)
·         Misteriosa Buenos Aires (1950)
·         Crónicas reales (1967)
·         El brazalete y otros cuentos (1978)
·         Un novelista en el Museo del Prado (1984)
·         Un Artista (desconocido) 
·         El hombrecito del azulejo, inspiración del cuento homónimo.
Ensayos, crónicas, biografías y traducciones[editar]
·         Luis XVII, primer libro escrito en francés para el cumpleaños de su padre. Tipeado y encuadernado por su madre, ese libro único desapareció de la Fundación Manuel Mujica Lainez durante la presidencia de Eduardo Arnau e Inés de Allende de Goyanes (1994-2006). (1925)
·         Glosas castellanas, ensayos. (1936)
·         Miguél Cané (padre), biografía. (1942)
·         Vida de Aniceto el Gallo, biografía de Hilario Ascasubi. (1943)
·         Vida de Anastasio el Pollo, biografía de Estanislao del Campo (1947)
·         Héctor Basaldúa, ensayo. (1956)
·         Cincuenta sonetos de Shakespeare. Traducción. (1962)
·         Las mujeres sabias, de Molière. Traducción. (1964)
·         Fedra, de Racine. Traducción. (1972)
·         Los porteños, ensayos. (1979)
·         Páginas de Manuel Mujica Lainez seleccionadas por su autor, recopilación de textos inéditos con Prólogo de Oscar Hermes Villordo. (1982)
·         Placeres y fatigas de los viajes I, crónicas periodísticas. (1983)
·         Placeres y fatigas de los viajes II, crónicas periodísticas. (1984)
En colaboración[editar]
·         Canto a Buenos Aires (1943), poemas. Edición Kraft Ltda., con ilustraciones de Héctor Basaldúa.
·         Estampas de Buenos Aires (1946), textos sobre Buenos Aires. Editorial Sudamericana, con ilustraciones de Marie Elisabeth Wrede.
·         Bomarzo (1967), libreto para una ópera con música de Alberto Ginastera (Incluido en Páginas de Manuel Mujica Láinez seleccionadas por su autor, 1982)
·         Letra e imágenes de Buenos Aires (1977), textos de MML y fotografía de Aldo Sessa.
·         Más letras e imágenes de Buenos Aires (1978), textos de MML y fotografía de Aldo Sessa.
·         Nuestra Buenos Aires (1982), textos de MML y fotos de Aldo Sessa.
·         Jockey Club un siglo (1982), textos de MML y fotos de Aldo Sessa.
·         Vida y gloria del Teatro Colón (1983), textos de MML y fotos de Aldo Sessa.
Obras póstumas[editar]
·         El retrato amarillo (1987), Amigos de Mujica Láinez, con ilustración de Raúl Alonso.
·         Cuentos inéditos (1993), Planeta Biblioteca del Sur (Incluye El retrato amarillo).
·         Genio y figura de Manuel Mujica Láinez (1996) - 2a Edición. Autor: Jorge Cruz. Editorial Universitaria de Buenos Aires. (Incluye Los libres del Sur, novela inconclusa que MML estuvo componiendo hasta su muerte)
·         Los porteños II (1998), ensayos.
·         Cuentos completos I y II. Alfaguara, con prólogo de Jorge Cruz (2001)
·         Luminosa espiritualidad, Asunto Impreso Ediciones, recopilación de dibujos (laberintos) y textos de MML con prólogo de Guillermo Whitelow. (2004)
·         El hombrecito del azulejo - Reedición del Cuento de Misteriosa Buenos Aires para la Colección Pan Flauta de Editorial Sudamericana, con ilustraciones de Alejandro Ravassi. (2004)
·         La viuda del Greco Editorial ASPPAN / KLICZKOWSKI-ONLYBOOK - Colección Mini letras - Selección con los relatos: Ubaldo, La viuda del Greco y La mujer de Pablo. (2005)
·         Los dominios de la belleza, Fondo de Cultura Económica, antología de cuentos y crónicas periodísticas seleccionadas por Alejandra Laera. (2005)
·         El arte de viajar, Fondo de Cultura Económica, crónicas periodísticas seleccionadas por Alejandra Laera. (2007)
·         Manuel Mujica Láinez en "El Paraíso", Maizal ediciones con la Fundación Manuel Mujica Láinez y participación del Fondo Nacional de las Artes. (Incluye diario de MML sobre la compra de la estancia "El Paraíso"). (2009)
·         Cuentos escogidos, Editorial Sudamericana, selección de Jorge Cruz y Gregory Clemons. (2009)
·         El hombrecito del azulejo - Reedición del cuento en versión cuatrilingüe (castellano, inglés, francés y alemán), Maizal ediciones con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes, con ilustraciones de Sophie le Comte. (2010)
·         El gran teatro - Reedición publicada conjuntamente por las Fundaciones del Teatro Colón y la Fundación Mujica Láinez con fotografías del Teatro Colón, reproducciones de los bocetos de Parsifal de Héctor Basaldúa y notas inéditas del escritor. Diseño a cargo de Sophie le Comte. (2011)
Filmografía
Intérprete
·         ...(Puntos suspensivos) (1970)
·         Comedia rota (1978)
Libro
·         De la misteriosa Buenos Aires (1981)
Reconocimientos
·         Electo miembro de la Academia Argentina de Letras (1956)
·         Electo miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes en 1959.14
Premios
·         Gran Premio de Honor de la SADE en 1955 a su novela La casa,
·         Premio Nacional de Literatura en 1963 por su novela Bomarzo,
·         La Legión de Honor del Gobierno de Francia, en 1982.
·         Ciudadano Ilustre de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires nombrado a pocas semanas de su muerte 1984.

Un artista
[Cuento - Texto completo.]
Manuel Mujica Láinez

En la “Hostería de la Manzana de Adán” tenían sus cuarteles unos cuantos literatos y desocupados que solían ir a filosofar frente a su bien abastecida chimenea. Era un viejo mesón cuyas paredes morunas, blanqueadas con cal, brillaban a la luz de la luna.
Allí, entre el humo de las pipas y el chocar de los vasos, los bohemios hacían derroche de espíritu y buen humor. Una vez, por mera curiosidad, visité dicho establecimiento.
El interior constaba de una sala en la que cabrían hasta veinte mesas. A la luz vaga de los candelabros, advertíanse apenas los rostros de los jubilosos escritores; pero sonoras carcajadas delataban su presencia. Recuerdo que llamó mi atención un hombre que, con aristocrático desdén, no parecía querer unirse a los demás.
La luz vacilante de un cirio le daba de lleno en el rostro, en el que ponía largas pinceladas de oro. Era alto y fino. Evocaba los lienzos borrosos de Holbein y de los maestros flamencos.
Los lacios cabellos y la barba rubia prestábanle cierto parecido con San Juan Evangelista. Pero lo que más me impresionó fueron sus ojos, maravillosamente puros y azules, llenos de dulzura. Estaba de pie, apoyado contra el dintel de una puerta, y fumaba lentamente en una larga pipa de porcelana alemana. Ignoro de qué modo trabé relación con él. Como por artes mágicas me vi sentado frente a él, ante una mesa en que brillaban dos gruesos vasos de cerveza.
Fijeme, entonces, en su raído traje y en la corbata romántica, anudada con despreocupación, y pensé: un poeta. Era un pintor. Así me lo dijo mientras que, en el desvencijado pianillo, una mujer de grandes ojos rasgados comenzó a tocar un nocturno de Chopin.
Apagáronse los profanos murmullos. Suavemente, con voz musical que parecía seguir el ritmo doloroso del Nocturno, mi pintor habló. Pertenecía a la escuela de los artistas que quieren revivir en sus telas el arte muerto de Bizancio. Con los ojos cerrados, acariciándose la barba, narró el fasto de las opulentas ciudades de Teodora.
Fue un verdadero friso, un bajorrelieve, el que puso ante mis ojos deslumbrados.
Y había en él patriarcas severos, emperadores indolentes y cortesanas suntuosas, envueltos todos en el fulgor extraño de las joyas. Los inmensos palacios de mármol y mosaicos se levantaban, piedra a piedra, en mi imaginación. Veía el brillo de las tierras y el de los pesados anillos en las manos imperiales. Athenais… Irene… Las cúpulas de las basílicas se erigían como metálicos yelmos sarracenos.
Hechizado, lo escuchaba yo. Este hombre era un artista. Un verdadero artista. Hablaba de su arte, de sus ideales, con religioso fervor, como puede un sacerdote hablar de su culto.
Luego, sin transición, fija la mirada en un punto inaccesible, el desconocido me contó su vida, azarosa y miserable. A pesar de su profundo conocimiento de la historia antigua y de sus notables estudios bizantinos, el triunfo no había coronado sus esfuerzos.
Ahora, indiferente, vivía su vida interior sin preocuparse de lo que lo rodeaba. Tenía una gran indulgencia para con todos y su única defensa contra las adversidades y el hastío era encogerse de hombros.
-Ahí tiene usted a esos pobres muchachos -me dijo, señalando un grupo de jóvenes melenudos-. No hay ni uno de ellos que valga y, sin embargo, véalos usted felices, alegres, llamándose “maestro” mutuamente… A veces, vienen y me leen sus versos.
En sus sienes las venas azules y bien marcadas se hinchaban. Yo miraba sus manos de marfil viejo que, exhaustas, descansaban sobre la mesa. Temblaron un poco sus labios finos y sonrió con amargura.
En ese instante, el San Juan Evangelista se borró por completo de mi mente. Me parecía mi interlocutor un soberano oriental, un sátrapa persa, despreocupado y lánguido, como esos cuyo perfil voluptuoso se esfuma suavemente en las viejas monedas de oro del Asia Menor.
Se levantó y me dio la mano. Partía. Díjome que se llamaba Diego Narbona y vivía allí cerca. Quedé solo en mi mesa. Allá lejos, la chimenea murmuraba su triste cantar.
El humo era tan espeso que parecía envolvernos una densa niebla. Del grupo de los jóvenes melenudos uno recitaba… Mon âme est une Infante en robe de parade. Yo pensaba en mi pintor. Veíalo revistiendo el manto imperial de Justiniano, y elevando, con las manos cargadas de anillos, una pesada diadema. Una mujer hermosísima, hincada ante él, aguardaba el instante solemne de la coronación. Y esa mujer era la Belleza.
Aux pieds de son fautiel allongés noblement, deux lévriers d’Ecosse aux yeux mélancoliques…
Alguien, con el pie, marcaba el fin de cada verso. Detrás del mostrador, la hostelera miraba con admiración a sus parroquianos. A veces sonreía, mostrando un diente negro.
Encima de una mesa descansaba un grueso Diccionario Enciclopédico, y un muchachito pecoso lo hojeaba lentamente, leyendo por lo bajo: “Asur… Asur… Asurbanipal…” Despertándome bruscamente de un sueño recién comenzado, la puerta de entrada se abrió de par en par, y una mujer joven y bonita entró, llorando desesperadamente.
Su brazo sangraba.
-¿Otra vez aquí? -gruñó la mesonera de malhumor.
El más joven de los poetas se acercó a ella.
-¿Te ha pegado de nuevo? -dijo.
-Sí… Porque dejé que se quemara la tortilla…
Yo me aproximé. Parecíame imposible que un hombre pudiera maltratar a una mujer tan frágil… ¡Ah! Si mi amigo el pintor estuviera aquí, ¡cómo sabría consolarla! ¡Con qué suaves inflexiones de voz calmaría…! Compasivo, me acerqué más aún.
Ideas vengativas cruzaron por mi cerebro al verla tan bella, tan débil.
-¿Cómo se llama su marido? -rugí.
Ella levantó hacía mí sus ojos claros y azules que me recordaban otros dos ojos claros y azules, llenos de dulzura y pureza:
-Diego Narbona -me dijo…
FIN



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