La bitácora del Puerto
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Editorial Puerto Libro editorialpuertolibro@gmail.com AÑO V–
Nº 46 – diciembre de 2016
Capitán a cargo de la bitácora: Eduardo Juan
Foutel - Blog:
foutelej.blogspot.com
Los capitanes en su cuaderno
de bitácora, permanentemente, dejan debida constancia de todos aquellos
acontecimientos que, de una forma u otra, modifican la rutina diaria. En esta
Carpeta de Bitácora –desde este Puerto-
trataremos de ir dejando nota de aquellos hechos que entendemos son merecedores
de ser destacados.
Hoy, próximos a una nueva
celebración de la Navidad, quiero dejar constancia que todos, quienes han
escrito sobre el milagro de la navidad, no se han subido al trineo de Papá Noel
o Santa Claus sino que para ellos el milagro tiene otro color, otra forma e
incluso otros condimentos.
En este registro de bitácora
anotamos a un escritor francés, tan genial como loco y tan demente que murió
tempranamente en un hospital psiquiátrico.
Guy de Maupassant
GUY DE MAUPASSANT - (1850-1893)
Henri René Albert Guy
de Maupassant (pronunciación en francés: /ɡid(ə) mopasɑ̃/) nació en el seno de una adinerada familia aristócrata el 5 de
agosto de 1850 en el castillo de Château de Mironesmil, Tourville-Sur-Arques,
Normandía (Francia). Era hijo de Gustave de Maupassant y Laure le Poittevin, fue un escritor francés, autor principalmente de cuentos, aunque escribió
seis novelas.
Existe controversia acerca
del lugar exacto de su nacimiento, generada por el biógrafo fecampés Georges Normandy en 1926. Según una primera hipótesis,
habría nacido en Fécamp, en el Bout-Menteux, el 5 de agosto de 1850. Según la
otra hipótesis habría nacido en el castillo de Miromesnil, enTourville-sur-Arques,
a ocho kilómetros de Dieppe, como establece su partida de nacimiento. No
obstante, todo parece apuntar a que el auténtico lugar de nacimiento fue este
último.


Guy de Maupassant Laure le Poittevin
Tuvo una infancia como la de
cualquier muchacho de su edad, si bien su madre lo introdujo a edad temprana en
el estudio de las lenguas clásicas. Su madre, Laure, siempre quiso que su hijo
tomara el testigo de su hermano Alfred Le Poittevin, a la sazón íntimo amigo de
Flaubert, cuya prematura muerte truncó una prometedora carrera literaria.
Sus padres se
separaron en 1862 ante las continuas infidelidades de su progenitor, quedando
Guy y su hermano Hervé bajo tutela de su madre, mujer amante de la cultura que
le introdujo en el mundo de la literatura.
Hervé, que siempre
estuvo al cuidado de su hermano, al igual que su hijo y esposa, terminó
falleciendo en un manicomio, lo mismo que hizo el propio Guy de Maupassant con
posterioridad.
Su padre, Gustave de Maupassant,
era un indolente que engañaba a su esposa con otras mujeres. La ruptura de sus
padres influyó mucho en el joven Guy. La relación con su padre se enfriaría de
tal modo que siempre se consideró un huérfano de padre. Su juventud, muy
apegada a su madre, Laure Le Poittevin, se desarrolló primero en Étretat, y más
adelante en Yvetot, antes de marchar al liceo en Ruan.
En 1866 Maupassant
conoció al escritor inglés Algernon Charles Swinburne, quien junto a su
compañero Powell introdujeron a Maupassant en un mundo sombrío lleno de alcohol
y morbo, quedándose como recuerdo de ese período una mano disecada.
Masturbaciones a un
mono o rituales fúnebres eran los espectáculos que Guy descubrió en las visitas
al hogar de Swinburne.
Estudió en el
instituto eclesiástico de Ivetot y en el Liceo de Rouen, en donde comenzó a
escribir sus primeros textos. El
escritor se trasladó a vivir a París con su padre tras la derrota francesa en la guerra franco-prusiana de 1870. Comenzó a estudiar Derecho, pero reveses
económicos familiares y la mala relación con su padre le obligaron a dejar unos
estudios que, de por sí, ya no le convencían y a trabajar como funcionario en varios
ministerios, hasta que publicó en 1880 su primera gran obra, «Bola de sebo».
Maupassant fue admirador y discípulo de Gustave Flaubert al que conoció en 1867. Flaubert, a instancias de la
madre del escritor de la cual era amigo de la infancia, lo tomó bajo su
protección, le abrió la puerta de algunos periódicos y le presentó a Iván Turgénev, Émile Zola y a los hermanos Goncourt. Flaubert ocupó el lugar de la figura paterna. Tanto
es así, que incluso se llegó a decir en algunos mentideros parisinos que
Flaubert era su padre biológic
A la vuelta del
conflicto fue influenciado por Émile
Zola y Gustave
Flaubert, que era el ahijado del abuelo materno de
Maupassant, y decidió convertirse en literato, enmarcando en este inicio su
obra dentro del naturalismo.
A la par que
principiaba su faceta como escritor con el seudónimo de Guy de Valmont, trabajó
como funcionario en los Ministerios de Marina en primera instancia y
posteriormente en el de Instrucción Pública, en donde sirvió entre 1872 y 1880.
En esa época se
divertía con la compañía secreta “Crepitiens”, que formó para satisfacer sus
ansias de experimentación sexual y recreo libertino, interviniendo en obras de
carácter obsceno.
Renunció a sus
puestos burocráticos cuando comenzó a destacar como escritor con el cuento “Bola De Sebo” (1880),
al que siguieron libros importantes como su primera novela “Una
Vida” (1883), “Bel-Ami” (1885), “Los Dos Hermanos” (1888),
“La Mano Izquierda” (1889) o “Nuestro
Corazón” (1890).
Entre sus colecciones
de relatos breves, donde destaca por su maestría narrativa, incisión
psicológica y tonalidad pesimista con algún rasgo satírico, sobresalen “Los
Domingos De Un Burgués En París” (1880), “La Casa Tellier”
(1881), “Un Día De Campo” (1881),
cuento conocido también como “Un Día En el Campo”, “Mademoiselle Fifí” (1882), “El Collar” (1884),
o “El Horla” (1887), abordando tanto historias dramáticas con trasfondo de
conflicto franco-prusiano como eróticas o fantásticas.
Guy de Maupassant,
que era epiléptico, fue ingresado en un sanatorio psiquiátrico tras padecer
desequilibrio mental. Tras su
carácter pesimista, misógino y misántropo, se encontraba la poderosa influencia
de su mentor Gustave Flaubert y las ideas de su filósofo de cabecera, Schopenhauer. Abominaba
de cualquier atadura o vínculo social, por lo que siempre se negó a recibir la Legión de Honor o a
considerarse miembro del cenáculo literario de Zola, al no querer formar parte
de una escuela literaria en defensa de su total independencia. El matrimonio le horrorizaba; suya es
la frase «El matrimonio es un intercambio de malos humores durante el día y de
malos olores durante la noche». No obstante, pocos años después de su muerte,
un periódico francés, L'Eclair, informó de la existencia de una mujer con la que habría tenido tres hijos.
Identificada en ocasiones por algunos biógrafos con la "mujer de
gris", personaje que aparece
en las Memorias de su criado François Tassart, se llamaba Josephine Litzelmann,
natural de Alsacia y, sin duda, judía. Los
hijos se llamaban Honoré-Lucien, Jeanne-Lucienne y Marguerite. Si bien sus
supuestos tres hijos reconocieron ser hijos del escritor, nunca desearon la
publicidad que se les dio.
Atacado por graves problemas
nerviosos, síntomas de demencia y pánico heredados —reflejados en varios de sus
cuentos como el cuento Quién
sabe, escrito ya en sus últimos años de vida— como consecuencia de la sífilis, intentó suicidarse el 1 de enero de 1892. El propio escritor lo confesó
por escrito: «Tengo miedo de mí mismo, tengo miedo del miedo, pero, ante todo,
tengo miedo de la espantosa confusión de mi espíritu, de mi razón, sobre la
cual pierdo el dominio y a la cual turbia un miedo opaco y misterioso». Tras algunos intentos frustrados, en
los que utilizó un abrecartas para degollarse, fue internado en la clínica
parisina del Doctor Blanche, donde murió un año más tarde. Está
enterrado en el cementerio de Montparnasse, en París.
Estilo
literario
Maupassant está considerado uno de los más importantes
escritores de la escuela naturalista, cuyo máximo pontífice fue Émile Zola,
aunque a él nunca le gustó que se le atribuyese tal militancia. Es cierto que
fue un fotógrafo de su tiempo y su doctrina literaria está recogida en el
prólogo que escribió para su novela Pierre
et Jean, donde escribió: «La menor cosa tiene algo de desconocido.
Encontrémoslo. Para descubrir un fuego que arde y un árbol en una llanura,
permanezcamos frente a ese fuego y a ese árbol hasta que no se parezcan, para
nosotros, a ningún otro árbol ni a ningún otro fuego». Para el historiador Rafael Llopis, Maupassant, perdido en la
segunda mitad del siglo XIX, se encontraba muy lejano ya del furor del Romanticismo, fue «una figura singular, casual
y solitaria».
Su prosa tiene la virtud de ser
sencilla pero directa, sin artificios. Sus historias, variopintas, transmiten
con una fidelidad absoluta la sociedad de su época. Pero lo que más lo
caracteriza es lo impersonal de su narración; jamás se involucra en la historia
y se manifiesta como un ser omnisciente que se limita a describir
detalladamente sus observaciones. No en vano, está considerado como uno de los
mayores cuentistas de la historia de la literatura. En los últimos años de su
vida, e influenciado por el éxito de Paul Bourget, abandonó el relato de costumbres
o realista, para experimentar con la novela psicológica, con la que tuvo bastante
éxito. Es en esta etapa donde abandona su visión impersonal para profundizar
más en el alma atormentada de sus personajes, probablemente un reflejo del
tormento que sufría la suya. Siempre padeciendo grandes migrañas, abusó del
consumo de drogas, como la cocaína y el éter, que potenciaban más su talento
natural y le proporcionaban estados alterados de conciencia que lo hacían
sufrir alucinaciones y otras visiones que a la postre condicionarían su
narrativa fantástica o de terror.
Fue tanta la influencia que
ejerció sobre otros autores que llegó a ser uno de los más plagiados. Era
admirado por Chéjov, León Tolstói, Horacio Quiroga y un largo etcétera. Pero sin duda, el
autor que más lo plagió fue el italiano Gabriele D'Annunzio.
En su antología de narraciones Cuentos del río Pescara podemos encontrar historias y pasajes
copiados literalmente de algunos cuentos de Maupassant. Otro de los que plagió
al autor francés fue Valle Inclán, en su primer libro Femeninas,18 donde
en el relatoOctavia Santino reproduce
fielmente la escena final del libro de Maupassant, Fort comme la mort.
Obra
Portadas de Bel-Ami
Su extensa obra incluye seis
novelas, unos trescientos cuentos, siendo el primero, «Bola de sebo» («Boule de Suif») (1880), el más
aclamado, además de seis obras de teatro, tres libros de viajes, una antología
de poesía y numerosas crónicas periodísticas. Escribió bajo variosseudónimos:
Joseph Prunier en 1875, Guy de Valmont en 1878 y Maufrigneuse de 1881 a 1885.
En cuanto a su narrativa corta,
son especialmente destacables sus cuentos de terror, género en el que es
reconocido como maestro, a la altura de Edgar Allan Poe. En estos cuentos, narrados
con un estilo ágil y nervioso, repleto de exclamaciones y signos de
interrogación, se echa de ver la presencia obsesiva de la muerte, el desvarío y lo sobrenatural: ¿Quién sabe?,La noche, La cabellera, La mano disecada, Mesero,
una "Bock"!, El Perdón, Reina
Hortensia,La aparición, El diablo o El Horla, relato perteneciente al género
del horror. Según Rafael Llopis, quien cita al estudioso de lo
fantástico Louis Vax,
«El terror que expresa en sus cuentos es exclusivamente personal y nace en su
mente enferma como presagio de su próxima desintegración. [...] Sus cuentos de
miedo [...] expresan de algún modo la protesta desesperada de un hombre que
siente cómo su razón se desintegra. Louis Vax establece una neta diferencia
entre Mérimée y Maupassant. Este es un enfermo que expresa su angustia; aquel
es un artista que imagina en frío cuentos para asustar. [...] Este temor centrípeto
es centrífugo en Maupassant. "En 'El Horla' -dice Vax- hay al principio
una inquietud interior, luego manifestaciones sobrenaturales reveladas solo a
la víctima; por último, también el mundo que la rodea es alcanzado por sus
visiones. La enfermedad del alma se convierte en putrefacción del
cosmos"».
Maupassant publicó asimismo
novelas de corte mayormente naturalista: Una
vida (1883), Bel-Ami (1885) o Fuerte como la muerte (1889), entre otras. Menos conocida es
su faceta como cronista de actualidad en los periódicos de la época comoLe Gaulois, Gil Blas o Le Figaro, donde escribió numerosas
crónicas acerca de múltiples temas: literatura, política,sociedad, entre otros.
Cine inspirado en Maupassant
·
Le Rosier de Madame Husson (1931) - Bernard Deschamps (basada en el
cuento del mismo título)
·
El expreso de Sanghai (1932) - Josef Von Sternberg (basada en Bola de sebo)
·
Une Partie de Campagne (1936) - Jean Renoir (basada en el cuento
del mismo título)
·
La Diligencia (1939) - John Ford (basada en Bola de sebo)
·
Bel Ami (1939) - Willi Forst (basada en la novela
del mismo título)
·
Romanza en tono menor (1943) - Helmut Käumer (basado en los
relatos Las joyas y El
ordenanza)
·
Mademoiselle Fifi (1944) - Robert Wise (basado en Bola de Sebo y Mmlle.
Fifi)
·
Boule de suif (1945) - Christian Jacque (basado en el
relato del mismo título)
·
El buen mozo (1946) - Antonio Momplet (basado en la
novela Bel-Ami)
·
Los asuntos privados de Bel Ami (1947) - Albert Lewin (basado en la novela Bel Ami)
·
Le Rosier de Madame Husson (1850) -Jean Boyer (basada en el relato del
mismo título)
·
Le plaisir (1952) - Max Ophuls (basada en La máscara, la Casa Tellier y El
modelo)
·
Bel Ami (1955) - Louis Daquin (basada en la novela Bel-Ami)
·
Masculin, Feminin (1966) - Jean Luc Godard (basada en La mujer de Paul)
·
Pena de muerte (1973) - Jorge Grau (basada en Loco)
·
Guy de Maupassant (1981) - Michel Drach (biografía)
·
La mujer del puerto (1991) - Arturo Ripstein (basada en El Puerto)
·
Enróllatela como puedas (1999) - Frederic Golchan (basada en Mosca. Recuerdos de un remero)
·
Bel Ami (2011) - Declan Donnellan y Nick Ormerod
(basado en Bel-Ami)
·
Cocote, historia de un perro (2015) - Pacheco Iborra (basada en Mademoiselle Cocotte)
Teatro en
España inspirado en la obra de Maupassant
·
La Paix du ménage. Dir.-
Bertrand. Madrid. Teatro de la Zarzuela, noviembre 1902 en v.o.
·
Mussotte. Teatro de la Comedia
de Madrid, 14 de abril de 1906
·
El epitafio,
(monólogo). Madrid, Teatro de la Comedia, abril de 1907 (basado en La muerta).
·
La cena de los húsares.
Madrid. Teatro Apolo 22 octubre 1915. Libreto de Antonio Paso Cano y Joaquín
Abati Díaz; música de Amadeo Vives (basado en Los
reyes)
·
La Estrella de Olympia.
Madrid. Teatro Apolo, 23 de diciembre de 1915. Libreto de Carnos Arniches y
música de Rafael Calleja (basado en Bola
de sebo)
·
El dolor de pecar o El secreto de la muerta.
Madrid. Teatro Novedades, 26 de diciembre de 1923. Drama de Francisco Ramos de
Castro (inspirada en ¿El testamento?)
·
El señor alcalde.
Madrid. Teatro Español 1924. Versión castellana de José Ignacio Alberti.
(inspirado en ¿La pequeña Roque?)
·
Doña Diabla.
Madrid. Teatro La Latina. 1925. Drama de Luis F. Ardavín (inspirado en Yvette)
·
La Pájara. Madrid. Teatro Lara,
12 noviembfre de 1926. Comedia de Francisco Serrano (inspirado en Hautot, padre e hijo).
·
15 diamantes.
Madrid. Teatro Rialto, 5 de septiembre de 1947. Comedia de Francisco Serrano
(inspirado en Las joyas)
·
Hotel Comercio.
Madrid. Teatro Reina Victoria, 21 de abril de 1973. Versión castellana de A.
Sotomayor (inspirada enBola de sebo)
Cuento de Navidad
[Cuento
- Texto completo.]
Guy de Maupassant
El
doctor Bonenfantes forzaba su memoria, murmurando:
-¿Un
recuerdo de Navidad?… ¿Un recuerdo de Navidad?…
Y, de
pronto, exclamó:
“-Sí,
tengo uno, y por cierto muy extraño. Es una historia fantástica, ¡un milagro!
Sí, señoras, un milagro de Nochebuena.
“Comprendo
que admire oír hablar así a un incrédulo como yo. ¡Y es indudable que presencié
un milagro! Lo he visto, lo que se llama verlo, con mis propios ojos.
“¿Que
si me sorprendió mucho? No; porque sin profesar creencias religiosas, creo que
la fe lo puede todo, que la fe levanta las montañas. Pudiera citar muchos
ejemplos, y no lo hago para no indignar a la concurrencia, por no disminuir el
efecto de mi extraña historia.
“Confesaré,
por lo pronto, que si lo que voy a contarles no fue bastante para convertirme,
fue suficiente para emocionarme; procuraré narrar el suceso con la mayor
sencillez posible, aparentando la credulidad propia de un campesino.
“Entonces
era yo médico rural y habitaba en plena Normandía, en un pueblecillo que se
llama Rolleville.
“Aquel
invierno fue terrible. Después de continuas heladas comenzó a nevar a fines de
noviembre. Amontonábanse al norte densas nubes, y caían blandamente los copos
de nieve tenue y blanca.
“En una
sola noche se cubrió toda la llanura.
“Las
masías, aisladas, parecían dormir en sus corralones cuadrados como en un lecho,
entre sábanas de ligera y tenaz espuma, y los árboles gigantescos del fondo,
también revestidos, parecían cortinajes blancos.
“Ningún
ruido turbaba la campiña inmóvil. Solamente los cuervos, a bandadas, describían
largos festones en el cielo, buscando la subsistencia, sin encontrarla,
lanzándose todos a la vez sobre los campos lívidos y picoteando la nieve.
“Sólo
se oía el roce tenue y vago al caer los copos de nieve.
“Nevó
continuamente durante ocho días; luego, de pronto, aclaró. La tierra se cubría
con una capa blanca de cinco pies de grueso.
“Y,
durante cerca de un mes, el cielo estuvo, de día, claro como un cristal azul y,
por la noche, tan estrellado como si lo cubriera una escarcha luminosa. Helaba
de tal modo que la sábana de nieve, compacta y fría, parecía un espejo.
“La
llanura, los cercados, las hileras de olmos, todo parecía muerto de frío. Ni
hombres ni animales asomaban; solamente las chimeneas de las chozas en camisa daban
indicios de la vida interior, oculta, con las delgadas columnas de humo que se
remontaban en el aire glacial.
“De
cuando en cuando se oían crujir los árboles, como si el hielo hiciera más
quebradizas las ramas, y a veces desgajábase una, cayendo como un brazo cortado
a cercén.
“Las
viviendas campesinas parecían mucho más alejadas unas de otras. Vivíase
malamente; cada uno en su encierro. Sólo yo salía para visitar a mis pacientes
más próximos, y expuesto a morir enterrado en la nieve de una hondonada.
“Comprendí
al punto que un pánico terrible se cernía sobre la comarca. Semejante azote
parecía sobrenatural. Algunos creyeron oír de noche silbidos agudos, voces
pasajeras. Aquellas voces y aquellos silbidos los daban, sin duda, las aves
migratorias que viajaban al anochecer y que huían sin cesar hacia el sur. Pero
es imposible que razonen gentes desesperadas. El espanto invadía las
conciencias y se aguardaban sucesos extraordinarios.
“La
fragua de Vatinel hallábase a un extremo del caserío de Epívent, junto a la
carretera intransitada y desaparecida. Como carecían de pan, el herrero decidió
ir a buscarlo. Entretúvose algunas horas hablando con los vecinos de las seis
casas que formaban el núcleo principal del caserío; recogió el pan, varias
noticias, algo del temor esparcido por la comarca, y se puso en camino antes de
que anocheciera.
“De
pronto, bordeando un seto, creyó ver un huevo sobre la nieve, un huevo muy
blanco; inclinose para cerciorarse; no cabía duda; era un huevo. ¿Cómo sé
hallaba en tan apartado lugar? ¿Qué gallina salió de su corral para ponerlo
allí? El herrero, absorto, no se lo explicaba, pero cogió el huevo para
llevárselo a su mujer.
“-Toma
este huevo que encontré en el camino.
“La
mujer bajó la cabeza, recelosa:
“-¿Un
huevo en el camino con el tiempo que hace? ¿No te has emborrachado?
“-No,
mujer, no; te aseguro que no he bebido. Y el huevo estaba junto a un seto,
caliente aún. Ahí lo tienes; me lo metí en el pecho para que no se enfriase.
Cómetelo esta noche.
“Lo
echaron en la cazuela donde se hacía la sopa, y el herrero comenzó a referir lo
que se decía en la comarca.
“La
mujer escuchaba, palideciendo.
“-Es
cierto; yo también oí silbidos la pasada noche, y entraban por la chimenea.
“Sentáronse
y tomaron la sopa; luego, mientras el marido untaba un pedazo de pan con
manteca, la mujer cogió el huevo, examinándolo con desconfianza.
“-¿Y si
tuviese algún maleficio?
“-¿Qué
maleficio puede tener?
“-¡Toma!
¡Si yo supiera!
“-¡Vaya!
Cómetelo y no digas bestialidades.
“La
mujer abrió el huevo; era como todos, y se dispuso a tomárselo con prevención,
cogiéndolo, dejándolo, volviendo a cogerlo. El hombre decía:
“-¿Qué
haces? ¿No te gusta? ¿No es bueno?
“Ella,
sin responder, acabó de tragárselo. Y de pronto fijó en su marido los ojos,
feroces, inquietos, levantó los brazos y, convulsa de pies a cabeza, cayó al
suelo, retorciéndose, dando gritos horribles.
“Toda
la noche tuvo convulsiones violentas y un temblor espantoso la sacudía, la
transformaba. El herrero, falto de fuerza para contenerla, tuvo que atarla.
“Y la
mujer, sin reposo, vociferaba:
“-¡Se
me ha metido en el cuerpo! ¡Se me ha metido en el cuerpo!
“Por la
mañana me avisaron. Apliqué todos los calmantes conocidos; ninguno me dio
resultado. Estaba loca.
“Y, con
una increíble rapidez, a pesar del obstáculo que ofrecían a las comunicaciones
las altas nieves heladas, la noticia corrió de finca en finca: ‘La mujer de la
fragua tiene los diablos en el cuerpo.’
“Acudían
los curiosos de todas partes; pero sin atreverse a entrar en la casa, oían
desde fuera los horribles gritos, lanzados por una voz tan potente que no
parecían propios de un ser humano.
“Advirtieron
al cura. Era un viejo incauto. Acudió con sobrepelliz, como si se tratara de
auxiliar a un moribundo, y pronunció las fórmulas del exorcismo, extendiendo
las manos, rociando con el hisopo a la mujer, que se retorcía soltando
espumarajos, mal sujeta por cuatro mocetones.
“Los
diablos no quisieron salir.
“Y
llegaba la Nochebuena, sin mejorar el tiempo.
“La
víspera, por la mañana, el cura fue a visitarme:
“-Deseo
-me dijo- que asista la infeliz a la misa de gallo. Tal vez Nuestro Señor
Jesucristo la salve, a la hora en que nació de una mujer.
“Yo
respondí:
“-Me
parece bien, señor cura. Es posible que se impresione con la ceremonia, muy a
propósito para conmover, y que sin otra medicina pueda salvarse.
“El
viejo cura insinuó:
“-Usted
es un incrédulo, doctor, y, sin embargo, confío mucho en su ayuda. ¿Quiere
usted encargarse de que la lleven a la iglesia?
“Prometí
hacer para servirle cuanto estuviese a mi alcance.
“De
noche comenzó a repicar la campana, lanzando sus quejumbrosas vibraciones a
través de la sombría llanura, sobre la superficie tersa y blanca de la nieve.
“Bultos
negros llegaban agrupados lentamente, sumisos a la voz de bronce del campanario.
La luna llena iluminaba con su tibia claridad todo el horizonte, haciendo más
notoria la pálida desolación de los campos.
“Fui a
la fragua con cuatro mocetones robustos.
“La
endemoniada seguía rugiendo y aullando, sujeta con sogas a la cama. La vistieron,
venciendo con dificultad su resistencia, y la llevaron.
“A
pesar de hallarse ya la iglesia llena de gente y encendidas todas las luces,
hacía frío; los cantores aturdían con sus voces monótonas; roncaba el
serpentón; la campanilla del monaguillo advertía con su agudo tintineo a los
devotos los cambios de postura.
“Detuve
a la mujer y a sus cuatro portadores en la cocina de la casa parroquial,
aguardando el instante oportuno. Juzgué que éste sería el que sigue a la
comunión.
“Todos
los campesinos, hombres y mujeres, habían comulgado pidiendo a Dios que los
perdonase. Un silencio profundo invadía la iglesia, mientras el cura terminaba
el misterio divino.
“Obedeciéndome,
los cuatro mozos abrieron la puerta y acercáronse a la endemoniada.
“Cuando
ella vio a los fieles de rodillas, las luces y el tabernáculo resplandeciente,
hizo esfuerzos tan vigorosos para soltarse que a duras penas conseguimos
retenerla; sus agudos clamores trocaron de pronto en dolorosa inquietud la
tranquilidad y el recogimiento de la muchedumbre; algunos huyeron.
“Crispada,
retorcida, con las facciones descompuestas y los ojos encendidos, apenas
parecía una mujer.
“La
llevaron a las gradas del presbiterio, sosteniéndola fuertemente, agazapada.
“Cuando
el cura la vio allí, sujeta, se acercó cogiendo la custodia, entre cuyas
irradiaciones de oro aparecía una hostia blanca, y alzando por encima de su
cabeza la sagrada forma, la presentó con toda solemnidad a la vista de la
endemoniada.
“La
mujer seguía vociferando y aullando, con los ojos fijos en aquel objeto
brillante; y el cura estaba inquieto, inmóvil, hasta el punto de parecer una
estatua.
“La
mujer mostrábase temerosa, fascinada, contemplando fijamente la custodia; presa
de terribles angustias, vociferaba todavía; pero sus voces eran menos
desgarradoras.
“Aquello
duró bastante.
“Hubiérase
dicho que su voluntad era impotente para separar la vista de la hostia; gemía,
sollozaba; su cuerpo, abatido, perdía la rigidez, recobraba su blandura.
“La
muchedumbre se había prosternado con la frente en el suelo; y la endemoniada,
parpadeando, como si no pudiera resistir la presencia de Dios ni sustraerse a
contemplarlo, callaba. Luego advertí que se habían cerrado sus ojos
definitivamente.
“Dormía
el sueño del sonámbulo, hipnotizada…, ¡no, no!, vencida por la contemplación de
las fulgurantes irradiaciones de la custodia de oro; humillada por Cristo
Nuestro Señor triunfante.
“Se la
llevaron, inerte, y el cura volvió al altar.
“La
muchedumbre, desconcertada, entonó un tedeum.
“Y la
mujer del herrero durmió cuarenta y ocho horas seguidas. Al despertar, no
conservaba ni la más insignificante memoria de la posesión ni del exorcismo.
“Ahí
tienen, señoras, el milagro que yo presencié.
Hubo un
corto silencio y, luego, añadió:
-No pude
negarme a dar mi testimonio por escrito.
FIN

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