martes, 10 de noviembre de 2015

Estación tierra









ESTACION TIERRA


 
           

El sol se ponía al fondo de la Diagonal 73. Esta,  que corre de oeste a este, parecía iluminada por un gran reflector que encandilaba a quiénes circulaban en ella. Ese día coincidía con el equinoccio.
                   De repente, al cruzar encandilado, algo como una nave espacial procedente del sol, aparece y me pasa por arriba.




                   Desperté en un  ámbito extraño, raro, sin signos de haber sido por mí antes conocido.
                   Instantes después, silenciosamente, como flotando en el aire, aparece una joven que, sin decir palabra, me acomoda la cabeza, me cambia el paño húmedo que refrigeraba mi frente, y se retira.
                   Evidentemente no la conocía. No parecía enfermera (por lo menos por sus ropas) ni el  ámbito parecía hospitalario.
                   Me dormí profundamente pensando quién era esa misteriosa mujer.
                   No sé cuánto tiempo había pasado cuando volví en mí. La cabeza me giraba, mi boca estaba seca y cuando quise levantarme, no pude.
                   Inmediatamente apareció como de la nada la misteriosa mujer. Poco a poco me iba componiendo y aclarando los pensamientos. Y así fue como pude verla. Evidentemente nunca la había visto, pues no conozco personas orientales.
                   Finalmente, luego de mirarla intensamente, pude ver la habitación que me alojaba.
                   Nada entendía ni recordaba más allá  de aquel transporte planetario que venía del sol.
                   Mi primer pensamiento, motivado por la filmografía universal, fue que había sido secuestrado por viajeros intergalácticos y que me estaban estudiando como a un cobayo. Traté de ser coherente, razonable y así pregunté a la silenciosa mujer quién era, qué estaba haciendo yo en esa casa y en esa cama, y cuanta pregunta nacía de un cerebro afectado.
                   Pero antes de terminar la segunda pregunta, en un claro pero afectado castellano me interrumpió para averiguar cómo me sentía. Luego de mi respuesta -Bien- continuó diciéndome que me había encontrado tirado en la calle, sin conocimiento, sin identificación ni valores, por lo que, para evitar problemas con la policía y no dejarme abandonado, me llevó hasta su casa.
                   Era coherente, sus rasgos orientales se compadecían con la decoración de la habitación.
                   Me incorporé con su ayuda, bebí un poco de té, una teína con un sabor que no reconocí, y luego me acomodó nuevamente para seguir descansando.
                   Evidentemente no estaba tan bien como pensaba, ya que el esfuerzo realizado para incorporarme y beber la infusión aludida gastó todas mis fuerzas.
                   Antes de dormirme nuevamente le pregunté cuánto tiempo llevaba en ese lugar. Creo que escuche cinco días.
                   Al día siguiente, ya era otro. Aparentemente la teína consumida me había energizado un poco. Así logré levantarme.
                   En la habitación no había otra persona más que yo. Me incorporé, no sin esfuerzo, y comencé a observar todo. Era para mí un mundo nuevo, nada de lo que veía era reconocible. Como si me hubieran trasladado al Japón, Tailandia, o Corea, que sé yo. Estaba en el viejo y lejano oriente.
                   Desde una ventana cubierta por una cortina de seda, entraba un rayo de luz. Me dirigí hacia ella para mirar donde estaba cuando desde las sombras, en silencio, apareció la figura menuda y delgada de mi eventual enfermera.
                   Se dirigió hasta donde estaba y me dijo:

- Es hora del baño.

                   Sorprendido, le pregunté de qué baño me hablaba  ya que, por lo que sabía o creía saber, había estado 5 o 6 días en esa cama sin conocimiento.

- El agua pulifica pol fuela y pol dentlo. Baños ser medicina que debes tomar.

                   Me depositó en la cama y comenzó a desvestirme. Desnudo totalmente, me llevó a una habitación o jardín de invierno o qué sé yo, donde había una bañera o algo que parecía usarse a esos fines. Luego supe que era un especie de yacusi.
                   Antes de introducirme en el agua, aparentemente caliente, se desnuda e ingresa con migo guiándome para que no me pase nada.
                   Dentro de aquél yacuzzi, la misteriosa mujer comenzó con tareas quiroprácticas en lugares puntuales de mi cuerpo que me energizaban.
                   Fue ahí cuando mi occidental sentido de la vida generó en mí un apetito sexual que no pude disimular.

                   Con buen tino y sin sentirse ofendida por mi actitud, esta mujer supo hacerme distinguir entre medicina y sexualidad.
                   Más tarde, ya seco y vestido, nos dirigimos a un especie de cocina-comedor donde mi anfitriona estaba preparando algún tipo de comida que no pude reconocer por su aroma.
                   Ya habían pasado muchas cosas para continuar sin saber quién era y donde estaba realmente.
                   Así fue que me contó que ella era coreana, que había venido a la Argentina hacía 8 años y que, junto con otros coreanos, habían desarrollado algunos emprendimientos como un restaurante, una casa de regalos donde vendían artesanías orientales y, junto con unos argentinos de origen japonés, estaban incursionando en la floricultura.
                   Ella era una de las que preparaba artesanías y, también en su casa, algunas comidas.
                   Como su nombre me era muy difícil recordarlo y pronunciarlo, decidí rebautizarla como "Coni", un nombre fácil para ambos y con alguna connotación de su origen coreano.
                   Me contó porqué había emigrado y porque eligió la Argentina como segunda patria. Me habló de su familia en la lejana Corea y como vivía sola en esa casa.
                   También yo le hable de mi soledad, que era soltero y de una novia a quien quise con locura y que había muerto en un accidente automovilístico.
                   Le conté que era vendedor en una firma de venta directa y que siempre había buscado otra actividad, porque en esta sentía que todo mi trabajo era para otro u otros y nunca para mí.
                   Fueron pasando los días y conforme me acostumbraba a la dieta oriental mejoraba mi condición física.
                   Ya nos habíamos relacionado muy bien, de tal forma que pensando en mi búsqueda de una nueva actividad donde me sienta importante o por lo menos gratificada mi dignidad, me sugirió utilizar mis conocimientos en venta directa para comercializar las artesanías coreanas.
                   Me pareció fantástico. Acepté e inmediatamente comencé a diagramar esta renovada actividad.
                   Me vinculó con otros connacionales, con los que tuve una inmediata aceptación y mantuve una relación francamente estupenda. Inmediatamente confiaron en mí -creo que porque estaba Coni de por medio- y pusieron el negocio en mis manos.
                   Así pensé que si lo que se vendía eran artesanías orientales, los vendedores debían ser del mismo origen. Así entrené a varios coreanos para la venta directa.
                   No había pasado mucho tiempo, semanas apenas, cuando los resultados se veían y sorprendían tanto a coreanos como a mí mismo.
                   Nunca me sentí tan bien. Todo eso, esa organización y ese espléndido resultado había sido obra mía ... sí mía y solo mía.
                   La alegría y el agradecimiento personal para Coni, que había hecho posible este resultado, no se hizo esperar.
                   Cuando llegué a casa con flores en mis manos, bueno a la casa de Coni donde aún permanecía alojado, me estaba esperando para comer juntos.
                   Yo no sé si era yo o había en el aire un clima especial. La mesa decorada, la comida olía a pollo con almendras y miel y Coni se había ataviado con ropas clásicas orientales de seda natural. Parecía un acontecimiento, una festividad.
                   Me cambié de ropa, me puse cómodo pero no de entrecasa, un especie de elegante sport.
                   Nos sentamos y, como entrada, me sirvió unas especies de canapé de pescado con un vino o licor frutado de alta graduación alcohólica.
                   Fue un verdadero agasajo. Terminamos sentados en unos almohadones estratégicamente colocados en el suelo por debajo de la ventana que da sobre el pequeño jardín, Bebiendo un licor dulce como de cacao con café, a lo que yo sumé un cigarrillo.
                   El ambiente lo sugería, así que yo sin pensarlo realmente comencé una especie de juego encantador y sugestivo recibiendo, sorprendentemente, reciprocidad en la propuesta.
                   Ya estaba dentro de la comunidad coreana, trabajaba con ellos, de alguna forma los dirigía o por lo menos a un grupo, estaba tan integrado que este pavoneo lo sentía lógico y natural.
                   Finalmente, gocé de este encuentro como nunca lo había hecho antes para terminar dormidos abrazados a la vida.
                  
Cuando desperté, no sabía dónde estaba ni qué hora era.
                   Miré a mi alrededor y vi un cuarto austero, con paredes blancas o gris muy claro y una puerta del tipo "placa", con una especie de ventana redonda, vidriada, en la parte superior.
                   Todo me hacía pensar que era un hospital. Miré y me vi acostado  en  una cama de acero inoxidable tapado con una colcha blanca. Quise incorporarme y no pude. Tenía las dos piernas enyesadas.
                   De repente, aparece una enfermera que enciende las luces y me dice:

- Al fin despertó, creíamos que nunca lo iba a hacer.

                   Pregunté entonces cuánto hacia que estaba allí y porqué.

- Hacen ya 64 horas que ingresó -me dijo- como consecuencia de un accidente. Fue arrollado por una motocicleta. Sí por una moto, de las grandes, como la de "Rebelde sin causa".
  Según los testigos estaba cruzando la calle cuando esa moto apareció a gran velocidad y lo arrolló.

- ¿Y qué pasó con la moto y su conductor?

- Salió despedido, pegó con la cabeza contra el cordón de la vereda y murió. A Ud. lo trajeron unos coreanos que tienen un negocio justo frente a donde fue atropellado, de no ser así estaría muerto. Todos los días preguntan por su salud.



La Plata  MMIX
--------------------------------


No hay comentarios:

Publicar un comentario