miércoles, 22 de abril de 2015

Mi abuelo Modigliani - Cuento



Mi abuelo Modigliani






La  casa era un perfecto desorden. La mudanza estaba dejando su testimonio. Los muebles, ya acondicionados para que la mudadora los traslade al nuevo domicilio, estaban preparados. La casa estaba dividida en sectores con la finalidad de aportar un mínimo de orden.
Clarisa, amiga de Cristina, la estaba ayudando con los “Trastos” que van quedando y que de alguna forma nos van relatando la historia de las familias.
Cristina era única hija, por lo tanto todo lo de sus padres ella lo recibió. Pero eso no era lo único; Carlos, su esposo, también era único hijo y él también había recogido la herencia familiar que, en cada caso, ninguno de los dos se animó nunca a  tirar nada.
A ello se sumaba lo que los respectivos progenitores habían recibido de cada una de sus familias. Era casi una casa para guardar aquello que nadie se animaba a tirar y más, ya nadie recordaba que era lo que había y si  algo podía servir.
¡Cristina!  Se escucho el grito de Clarisa. Mirá lo que encontré acá. Esto es una joya, no lo vas a tirar. Es una joya por lo que representa y además por lo que vale.
Acá tenés un oleo de Modigliani. Porqué no lo luciste nunca.
No te hagas los rulos “Clá”, no es auténtico, cuando mi suegro se jubiló retomó su afición por la pintura que había aprendido en Roma de chico y porqué no, de adolecente. Además es un desnudo, dónde lo voy a poner. Si,  ya sé, mis hijos ya crecieron y pueden entender que es un cuadro, pero mis nietos no sé.
La verdad, ahora que lo miro después de tantos años es una gran obra y en la nueva casa creo que va a lucir.
Tres días más tarde Clarisa le pregunta ¿Y qué hiciste con el cuadro?
Estoy averiguando por un taller que no me arranque la cabeza pero que haga un buen trabajo.

¬ Mirá acá cerca, por el Paseo de la Infanta, hay un bolichito muy pequeño que atiende un viejo… bueno, un hombre mayor no viejo, que me dijeron que trabaja muy bien y además que sabe cuatro letras.
A la mañana siguiente, puse la tela envuelta y me dirigí al Paseo de la Infanta.
Al llegar, era tipo las diez  de la mañana y recién estaba abriendo. Esperé unos instantes y me invitó a pasar.
¿Qué la trae por aquí? Preguntó el hombre quien resultó llamarse Fernando.

¬ Miré entre las cosas viejas que tenía en un altillo, encontré este cuadro y me gustaría reacondicionarlo, ponerle un lingo marco (uno adecuado a la pintura) para lucirlo en mi nueva casa.
¬ ¿A ver que tenemos acá?
Fernando quedó paralizado. Más, sus colores cambiaron y su voz  también.

¬ ¿Ud. sabe que es esto?
¬ Si, respondió Cristina, un oleo que pintó mi suegro cuando se jubiló copiado de una imagen de un cuadro de Modigliani.
¬ Bueno, Ud. dirá lo que quiera, pero para mí, sin mirarlo demasiado, me parece auténtico. Pero pensemos que es una copia, una reproducción o una “falsificación”.
¬ Bueno, una falsificación no porque no se hizo con ese sentido ni uno trata de hacerlo pasar por tal, digamos una copia, un ejercicio pictórico.
¬ La verdad, esto es fantástico.
Fernando comenzó a contar el origen del negocio y como él  también después de jubilarse siguió en actividad.
Refirió que había trabajado en el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires durante cuarenta años, desde muy chico y ahí había aprendido la técnica para encuadrar.  “Me enseñaron los secretos, incluso  tuve que viajar a París y a Roma donde me capacité”.
Todavía mantengo relación personal con muchos de quienes fueron mis compañeros, todos expertos de primera línea.

¬ ¿Para cuándo cree que podrá estar? Si necesita tiempo no importa porque estoy en la mitad de la mudanza y realmente me gustaría llevarlo directamente a la casa nueva. Un problema menos.

¬Bueno, pase en una semana, el jueves que viene, ¿está bien?
¬Sí,  respondió Cristina agregando “cualquier cosa, si necesito, lo paso a retirar después.
¬ No hay problema.
En realidad Fernando tardaría menos tiempo pero quería que lo vean sus amigos los expertos del Museo.
Luego de haberlos llamado, el primero en llegar fue Victorio, hombre de altísima calificación. Un fenómeno a quien cada tanto lo convocan galeristas necesitados de la palabra de un perito, de un experto de gran valoración.
Cuando lo vio copió la reacción de su amigo Fernando sin saber cuál había sido. ¿Quién es el feliz poseedor de esta obra de arte?, preguntó Victorio.
Bueno querido amigo, estamos frente a algo grande realmente o no sé qué.
La dueña, quien me lo trajo, dijo que era una pintura hecha por su suegro después de jubilarse. Fue un recordar tiempos viejos  y para practicar e irle tomando la mano a la paleta y pinceles, comenzó copiando imágenes de pintores conocidos.
Mirá, la señora te habrá dicho eso para que nadie sepa de su tesoro, pero para mí, sin realizar una pericia completa, es un original de Modigliani. Más, si a mí me lo traen creo que hasta certificaría que es un original. Es inconfundible. Su trazo firme y seguro, una imagen sin retoques, con trazos espontáneos, sinceros, ingenuos pero definidos, es del intratable judío italiano. Cada pincelada nos muestra su carácter rebelde y bohemio que lo llevó a vivir fuera de todas las convenciones. Sí, estoy hablando del pintor maldito: Amedeo Modigliani.
Más tarde, se sumaron otros expertos y la conclusión general era que si no era un original, estaba muy bien hecho.
Hernan, de una punta del borde de la tela, sin afectar el frente, tomó muestras para analizarlas en su laboratorio.
Esa misma noche, sonó el teléfono de Fernando quien se despertó perturbado.
Del otro lado, también alterado, Hernán hablaba desde el  laboratorio. De acuerdo a las muestras tomadas, esos oleos, por sus componentes y pigmentos no eran argentinos sino europeos y más, de acuerdo a sus componentes no podía ser de ninguna manera un cuadro relativamente nuevo pues hacía más de setenta u ochenta años que la composición de las pinturas al oleo  no usaban más pigmentos orgánicos sino sintéticos. O sea, que por su composición el material usado se comparecía con el que en vida usaba Amedeo Clemente Modigliani en la primera y segunda década del siglo XX.
El descubrimiento de Herman provocó una nueva reunión de expertos. La conclusión arribada era que estábamos frente a una obra maestra de la pintura europea de principios del Siglo pasado. Pero no obstante ello, se tornaba indispensable hablar nuevamente con la dueña.
Llegó el jueves y Cristina no apareció. Tampoco lo hizo ni el viernes ni el sábado, con el plantel de expertos agazapado y alerta.
El lunes a primera hora (primera hora de Fernando), llegó Cristina en auto para cargar la obra e irse a la nueva casa, donde la esperaba muchísimo trabajo por hacer.
Cuando Fernando la ve, inmediatamente llama a sus amigos para que vengan. El primero en llegar, como siempre, fue Victorio y minutos más tarde Hernán. Mientras tanto Fernando le daba charla y le explicaba que el marco que le había puesto era original, de muy vieja data  y en perfecto estado de conservación. Con ese marco realmente parecía un cuadro de museo.
Casi sin darse cuenta, de pronto Cristina estaba rodeada de los amigos de Fernando quienes a medida que iban llegando se presentaban. Luego de las presentaciones, Hernán le preguntó cuánto hacía que lo había pintado su suegro. La respuesta no se hizo esperar y expresando que nada había que ocultar responde “más o menos treinta años”.
En la mente de cada uno de ellos solo pudieron pensar que la misteriosa Cristina algo estaba ocultando.
Y, como si esto fuera poco, les expresa que realmente ella mucho no sabía del tema porque nunca vivieron con los suegros; más, ellos vivían en Buenos Aires y sus suegros en La Plata. Que si bien la relación era muy buena obviamente no se hablaban de todos los temas.
Y sintetizando y casi pegado al saludo de despedida les expresa: “lo único que yo sé es que lo pintó mi suegro y que tiene otros también.
Al hacerle la factura, Fernando se preocupó especialmente de anotar el domicilio de Cristina.
Luego de alejarse del local, los expertos  se miraron entre sí y todos coincidieron que había gato encerrado.
Muchachos, no me van a creer lo que hice. Junto con Herman y Víctor, en un rincón en la parte de atrás del cuadro le insertamos un pequeño certificado de autenticidad. Ni yo ni ellos teníamos dudas.
 El tiempo pasó y la casa fue quedando cada vez más grande. Era el momento de vender y comprar un buen departamento con espacio suficiente pero no que sobrara como ahora.
Tomada la resolución de achicarse, nuevamente aparecen los viejos trastos que nadie se anima a tirar.
Pero las nuevas generaciones piensan distinto. Con conservar esto  y aquello es suficiente.
Martín, el nieto mayor, solo pidió una cosa: El cuadro que pintó el bisabuelo. Siempre me gustó  dijo ruborizándose un poco.

¬Es tuyo –dijo Carlos- se que queda en buenas manos.
Con el correr de los días  Carlos y Cristina  hablan con sus hijos y nietos  anoticiándolos de que habían cerrado una operación por la que se vendía la casa y adquirían un departamento en la zona de Recoleta.
Martín, que ya vivía solo, era arquitecto y aún soltero, no perdió la oportunidad de recordar a los presentes que el cuadro que pintó el bisabuelo, era de él.
Ni corto ni perezoso preguntó a sus abuelos cuándo se lo podía llevar.

¬Creo que esta semana que entra, el día que Vos quieras.
No después, porque esta mudanza será densa y dolorosa.


Pasaron los años. Unos llegan y otros se van. Lo único que permanecía era el desnudo que más allá de envejecer adquiría día a día mayor estatus.
Pedro, un aficionado a la pintura amigo de Martín, un día en la casa no deja de admirar aquella obra.

¬Es un Modigliani ¿no?
No, este cuadro lo pintó mi bisabuelo. Si, lo copió de un Modigliani.
Pedro lo mira, lo mira, pide permiso y lo descuelga y analizando pormenorizadamente la obra por todos lados, descubre al dorso de la tela, en un rincón, un certificado de autenticidad firmado por tres expertos.

¬ Decimo  ¿Vos sos bisnieto de Modigliani?
¬ ¿Qué te pasa –dice Martín- te estás enloqueciendo?
¬ No, acá hay una certificación de autenticidad.
Ese descubrimiento había llegado tarde. Ni su abuelo ni su abuela  vivían y sus padres no sabían más que lo que él sabía.


AÑOS ATRÁS EN EL NEGOCIO DEL PASEO DE LA INFANTA

Ayer, cuando se fue la señora del Modigliani, ¿le sacaste el domicilio?
Pues claro –respondió Fernando- por qué pensas que le dí una Factura Oficial.
Dos días más tarde, el sábado, el “Comité de expertos” se dirigió al domicilio de Carlos y Cristina. Cuando llegaron, los recibió Cristina no sin algo de sorpresa.

¬ ¿Qué  andan haciendo Udes. por acá? Preguntó Cristina.
¬ Es que realmente nos han quedado muchas dudas respecto de la obra que me llevó a encuadrar, contesta Fernando.
¬ ¡Cual es la duda?
¬ Las dudas son varias y creo que son más de las que pensamos.
¬ Bueno, yo no se más de lo que les dije, pero acá está mi esposo que seguramente podrá responder a su interrogatorio.
Tras ingresar a la casa y disponer su espera en la sala, Cristina llamó a su esposo. Luego de las presentaciones de estilo, Carlos le expresa a Fernando que está realmente muy conforme con su trabajo. “Mire si no parece un original de museo con ese marco”, comenta.
Luego de ofrecerles un café o té a los visitantes, Carlos dispara: ¿Qué los trae los acá?
Me comentaba mi esposa que tenían algunas incógnitas respecto de aquella obra. ¿De qué se trata?
Fernando rompe el fuego expresándole que a primera vista pensó que estaba frente a un original Modigliani. Luego, mirándolo con detenimiento, se convenció que así era. Ante tal descubrimiento y con la finalidad de calmar su desconcierto, como antiguo personal del Museo Nacional de Bellas Artes llamó a otro de sus compañeros y este a otro y así nos convocamos como un “comité de expertos” a los fines de evaluar sobre la legitimidad de la obra.
Victorio, otro hombre nacido en el Museo, expresa que al igual que Fernando él había sido capacitado  tanto aquí como en el exterior respecto de la originalidad de las obras de arte, habiéndose especializado en la vanguardia de principios del siglo XX: Max Jacob, Van Dongen, Picasso, Guillaume Apolinaire, Diego Rivera, Chaïm  Soutine,  Vicente Huidobro y otros personajes célebres. Cuando me jubilaron en el Museo, al igual que Fernando  (y el resto) pensamos que todavía teníamos mucho que dar, así que seguimos trabajando. Yo como Perito experto para varias Compañías de Seguro, tres o cuatro Galerías de arte tanto de Buenos Aires como del exterior. Bueno, no puedo quejarme, mi conocimiento es materia requerida.
Hernán, quien estudió química en la Universidad de Buenos Aires, quien otrora fuera Becario en ciencia y tecnología, por su trabajo en el Museo finalmente se especializó en arte especialmente en los materiales que se usan. Así, pudo descubrir falsificaciones técnicamente perfectas desde lo pictórico pero los materiales supieron denunciar la época de su ejecución muy distante en el tiempo  respecto de la supuesta obra y de su autor.
Todos y cada uno de los concurrentes puso sobre la mesa de alguna forma su curriculum vitae. En lo suyo todos eran expertos.
Bueno, dice Carlos, pero de qué se trata esto. Mi señora ya me había dicho algo de la conversación con Udes.… y bueno, eso es todo.
Hernán, pidiéndole las disculpas del caso, le expresó que tan convencidos estaban todos de la originalidad de la obra, que llegamos a pensar que lo de la autoría familiar era solo una excusa para ocultar un tesoro realmente valioso.

¬ Pero mi padre cuando lo pinta, copia una imagen publicada en un libro respecto de una obra que se  encuentra en un Museo, no recuerdo si en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, en el Museo de Grenoble (Francia) o cualquier otro. Sé también que hay obras de Modigliani  en colecciones privadas en Washington o Amberes, por ejemplo.
¬ No se imagina Ingeniero cuantas falsificaciones se encuentran en los museos que se exhiben como originales sabiendo que no lo son e incluso hay falsificaciones que el o los Museos creen que son originales.
¬ Bueno, respecto de esta obra yo sé que no es original porque la pintó mi padre. Cuando mi Papá se jubiló, de golpe  se encontró que tenía tiempo libre y nunca había pensado como llenarlo. Bueno,… a Udes, estimo, les ha pasado algo así. Bien, mi padre nació en Roma dentro de una familia “acomodada”. De chico se inclinó por la pintura y así concurrió a distintos talleres. En ellos, los maestros, le enseñaron todo lo necesario para el quehacer pictórico. Así fue que mi madre le dice porqué no retomaba lo que la guerra y la Universidad le habían sacado. Yo te traje todo cuando vinimos. Lo tengo todo guardado: los pinceles, los oleos, los lienzos… hasta el guardapolvo. Así fue como mi padre retomó  su vocación pictórica. Recordando las enseñanzas de sus maestros, armó varios bastidores preparándolos, como en antaño, para pintar. Luego comenzó con los oleos agregándole los elementos que los habían prácticamente arruinado hasta conseguir de cada uno de ellos la untuosidad propia de aquellos oleos que lo acompañaron en su juventud. Ya todo estaba listo y, para empezar a tomarle nuevamente la mano al pincel y la paleta, comenzó copiando. Así nació ese Modiguiani. No es el único, tenemos otros incluso de otros pintores como Paul Cézanne, pero todos salieron amodiglianados.
Acá toma la palabra Hernán, quien le confiesa a Carlos que sin dañar la obra en lo más mínimo, había tomado algunas muestras para ser analizadas. Así descubrió que los oleos usados no eran de hace treinta años como refirió su esposa que tenía la pintura. Los pigmentos orgánicos se dejaron de usar hace más de 70 años y encontré pigmentos orgánicos. Respecto de la tela, el paño del bastidor también era antiguo e incluso de origen europeo; pero con lo que Ud. no relata creo que se explica todo. Nuevamente le pido mil disculpas por la intromisión, pero Ud. comprenderá.
Luego de tomar el café de cortesía Víctor le pondera al dueño de casa, la pinacoteca que exhiben los muros de la casa y se retiran.


Ya en el auto, de regreso, el silencio supo ganar todo el espacio. De pronto se escuchó la vos de Pedro que le dice a Fernando: “No le dijimos nada de la certificación de la obra”. No, dice Fernando y Hernán agrega, “No importa, a partir de ahora la obra es original. Hemos entrado al país un Modigliani y le regalamos a esta familia setenta millones de dólares que es lo que vale la obra o por lo menos lo que se pagó  en la sede Sotheby`s en Nueva York. Piensen que es una obra que data de 1917 y está considerado uno de los mejores desnudos de la historia del arte.



AÑOS MÁS TARDE


¬ Te digo que es un original y que está certificado. ¿No serás  nieto de Modigliani? 
¬ No, Bisnieto.



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Primavera MMXIII

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