Mi abuelo Modigliani
La casa era un perfecto desorden. La mudanza
estaba dejando su testimonio. Los muebles, ya acondicionados para que la
mudadora los traslade al nuevo domicilio, estaban preparados. La casa estaba
dividida en sectores con la finalidad de aportar un mínimo de orden.
Clarisa, amiga de Cristina, la estaba
ayudando con los “Trastos” que van quedando y que de alguna forma nos van
relatando la historia de las familias.
Cristina era única hija,
por lo tanto todo lo de sus padres ella lo recibió. Pero eso no era lo único;
Carlos, su esposo, también era único hijo y él también había recogido la
herencia familiar que, en cada caso, ninguno de los dos se animó nunca a tirar nada.
A ello se sumaba lo que los
respectivos progenitores habían recibido de cada una de sus familias. Era casi
una casa para guardar aquello que nadie se animaba a tirar y más, ya nadie
recordaba que era lo que había y si algo
podía servir.
¡Cristina! Se escucho el grito de Clarisa. Mirá lo que
encontré acá. Esto es una joya, no lo vas a tirar. Es una joya por lo que
representa y además por lo que vale.
Acá tenés un oleo de Modigliani.
Porqué no lo luciste nunca.
No te hagas los rulos
“Clá”, no es auténtico, cuando mi suegro se jubiló retomó su afición por la
pintura que había aprendido en Roma de chico y porqué no, de adolecente. Además
es un desnudo, dónde lo voy a poner. Si,
ya sé, mis hijos ya crecieron y pueden entender que es un cuadro, pero
mis nietos no sé.
La verdad, ahora que lo
miro después de tantos años es una gran obra y en la nueva casa creo que va a
lucir.
Tres días más tarde Clarisa
le pregunta ¿Y qué hiciste con el cuadro?
Estoy averiguando por un
taller que no me arranque la cabeza pero que haga un buen trabajo.
¬ Mirá acá cerca, por el Paseo de la
Infanta, hay un bolichito muy pequeño que atiende un viejo… bueno, un hombre
mayor no viejo, que me dijeron que trabaja muy bien y además que sabe cuatro
letras.
A la mañana siguiente, puse
la tela envuelta y me dirigí al Paseo de la Infanta.
Al llegar, era tipo las
diez de la mañana y recién estaba
abriendo. Esperé unos instantes y me invitó a pasar.
¿Qué la trae por aquí? Preguntó el
hombre quien resultó llamarse Fernando.
¬ Miré entre las cosas viejas que
tenía en un altillo, encontré este cuadro y me gustaría reacondicionarlo, ponerle
un lingo marco (uno adecuado a la pintura) para lucirlo en mi nueva casa.
¬ ¿A ver que tenemos acá?
Fernando quedó paralizado.
Más, sus colores cambiaron y su voz
también.
¬ ¿Ud. sabe que es esto?
¬ Si, respondió Cristina, un oleo que
pintó mi suegro cuando se jubiló copiado de una imagen de un cuadro de
Modigliani.
¬ Bueno, Ud. dirá lo que quiera, pero
para mí, sin mirarlo demasiado, me parece auténtico. Pero pensemos que es una
copia, una reproducción o una “falsificación”.
¬ Bueno, una falsificación no porque
no se hizo con ese sentido ni uno trata de hacerlo pasar por tal, digamos una
copia, un ejercicio pictórico.
¬ La verdad, esto es fantástico.
Fernando comenzó a contar
el origen del negocio y como él también
después de jubilarse siguió en actividad.
Refirió que había trabajado
en el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires durante cuarenta años, desde muy
chico y ahí había aprendido la técnica para encuadrar. “Me enseñaron los secretos, incluso tuve que viajar a París y a Roma donde me
capacité”.
Todavía mantengo relación
personal con muchos de quienes fueron mis compañeros, todos expertos de primera
línea.
¬ ¿Para cuándo cree que podrá estar?
Si necesita tiempo no importa porque estoy en la mitad de la mudanza y
realmente me gustaría llevarlo directamente a la casa nueva. Un problema menos.
¬Bueno, pase en una semana, el jueves
que viene, ¿está bien?
¬Sí,
respondió Cristina agregando “cualquier cosa, si necesito, lo paso a
retirar después.
¬ No hay problema.
En realidad Fernando
tardaría menos tiempo pero quería que lo vean sus amigos los expertos del
Museo.
Luego de haberlos llamado,
el primero en llegar fue Victorio, hombre de altísima calificación. Un fenómeno
a quien cada tanto lo convocan galeristas necesitados de la palabra de un perito,
de un experto de gran valoración.
Cuando lo vio copió la
reacción de su amigo Fernando sin saber cuál había sido. ¿Quién es el feliz
poseedor de esta obra de arte?, preguntó Victorio.
Bueno querido amigo,
estamos frente a algo grande realmente o no sé qué.
La dueña, quien me lo
trajo, dijo que era una pintura hecha por su suegro después de jubilarse. Fue
un recordar tiempos viejos y para
practicar e irle tomando la mano a la paleta y pinceles, comenzó copiando
imágenes de pintores conocidos.
Mirá, la señora te habrá
dicho eso para que nadie sepa de su tesoro, pero para mí, sin realizar una
pericia completa, es un original de Modigliani. Más, si a mí me lo traen creo
que hasta certificaría que es un original. Es inconfundible. Su trazo firme y
seguro, una imagen sin retoques, con trazos espontáneos, sinceros, ingenuos
pero definidos, es del intratable judío italiano. Cada pincelada nos muestra su
carácter rebelde y bohemio que lo llevó a vivir fuera de todas las
convenciones. Sí, estoy hablando del pintor maldito: Amedeo Modigliani.
Más tarde, se sumaron otros
expertos y la conclusión general era que si no era un original, estaba muy bien
hecho.
Hernan, de una punta del
borde de la tela, sin afectar el frente, tomó muestras para analizarlas en su
laboratorio.
Esa misma noche, sonó el
teléfono de Fernando quien se despertó perturbado.
Del otro lado, también
alterado, Hernán hablaba desde el
laboratorio. De acuerdo a las muestras tomadas, esos oleos, por sus
componentes y pigmentos no eran argentinos sino europeos y más, de acuerdo a
sus componentes no podía ser de ninguna manera un cuadro relativamente nuevo
pues hacía más de setenta u ochenta años que la composición de las pinturas al
oleo no usaban más pigmentos orgánicos
sino sintéticos. O sea, que por su composición el material usado se comparecía
con el que en vida usaba Amedeo Clemente Modigliani en la primera y segunda
década del siglo XX.
El descubrimiento de Herman
provocó una nueva reunión de expertos. La conclusión arribada era que estábamos
frente a una obra maestra de la pintura europea de principios del Siglo pasado.
Pero no obstante ello, se tornaba indispensable hablar nuevamente con la dueña.
Llegó el jueves y Cristina
no apareció. Tampoco lo hizo ni el viernes ni el sábado, con el plantel de
expertos agazapado y alerta.
El lunes a primera hora
(primera hora de Fernando), llegó Cristina en auto para cargar la obra e irse a
la nueva casa, donde la esperaba muchísimo trabajo por hacer.
Cuando Fernando la ve,
inmediatamente llama a sus amigos para que vengan. El primero en llegar, como
siempre, fue Victorio y minutos más tarde Hernán. Mientras tanto Fernando le
daba charla y le explicaba que el marco que le había puesto era original, de
muy vieja data y en perfecto estado de
conservación. Con ese marco realmente parecía un cuadro de museo.
Casi sin darse cuenta, de
pronto Cristina estaba rodeada de los amigos de Fernando quienes a medida que
iban llegando se presentaban. Luego de las presentaciones, Hernán le preguntó
cuánto hacía que lo había pintado su suegro. La respuesta no se hizo esperar y
expresando que nada había que ocultar responde “más o menos treinta años”.
En la mente de cada uno de
ellos solo pudieron pensar que la misteriosa Cristina algo estaba ocultando.
Y, como si esto fuera poco,
les expresa que realmente ella mucho no sabía del tema porque nunca vivieron
con los suegros; más, ellos vivían en Buenos Aires y sus suegros en La Plata.
Que si bien la relación era muy buena obviamente no se hablaban de todos los
temas.
Y sintetizando y casi
pegado al saludo de despedida les expresa: “lo único que yo sé es que lo pintó
mi suegro y que tiene otros también.
Al hacerle la factura,
Fernando se preocupó especialmente de anotar el domicilio de Cristina.
Luego de alejarse del
local, los expertos se miraron entre sí
y todos coincidieron que había gato encerrado.
Muchachos, no me van a
creer lo que hice. Junto con Herman y Víctor, en un rincón en la parte de atrás
del cuadro le insertamos un pequeño certificado de autenticidad. Ni yo ni ellos
teníamos dudas.
El tiempo pasó y la casa fue quedando cada vez
más grande. Era el momento de vender y comprar un buen departamento con espacio
suficiente pero no que sobrara como ahora.
Tomada la resolución de
achicarse, nuevamente aparecen los viejos trastos que nadie se anima a tirar.
Pero las nuevas
generaciones piensan distinto. Con conservar esto y aquello es suficiente.
Martín, el nieto mayor,
solo pidió una cosa: El cuadro que pintó el bisabuelo. Siempre me gustó dijo ruborizándose un poco.
¬Es tuyo –dijo Carlos- se que queda en
buenas manos.
Con el correr de los
días Carlos y Cristina hablan con sus hijos y nietos anoticiándolos de que habían cerrado una
operación por la que se vendía la casa y adquirían un departamento en la zona
de Recoleta.
Martín, que ya vivía solo,
era arquitecto y aún soltero, no perdió la oportunidad de recordar a los
presentes que el cuadro que pintó el bisabuelo, era de él.
Ni corto ni perezoso
preguntó a sus abuelos cuándo se lo podía llevar.
¬Creo que esta semana que entra, el
día que Vos quieras.
No después, porque esta
mudanza será densa y dolorosa.
Pasaron los años. Unos
llegan y otros se van. Lo único que permanecía era el desnudo que más allá de
envejecer adquiría día a día mayor estatus.
Pedro, un aficionado a la
pintura amigo de Martín, un día en la casa no deja de admirar aquella obra.
¬Es un Modigliani ¿no?
No, este cuadro lo pintó mi
bisabuelo. Si, lo copió de un Modigliani.
Pedro lo mira, lo mira,
pide permiso y lo descuelga y analizando pormenorizadamente la obra por todos
lados, descubre al dorso de la tela, en un rincón, un certificado de
autenticidad firmado por tres expertos.
¬ Decimo ¿Vos sos bisnieto de Modigliani?
¬ ¿Qué te pasa –dice Martín- te estás
enloqueciendo?
¬ No, acá hay una certificación de
autenticidad.
Ese descubrimiento había
llegado tarde. Ni su abuelo ni su abuela
vivían y sus padres no sabían más que lo que él sabía.
AÑOS ATRÁS EN EL NEGOCIO DEL PASEO DE
LA INFANTA
Ayer, cuando se fue la
señora del Modigliani, ¿le sacaste el domicilio?
Pues claro –respondió
Fernando- por qué pensas que le dí una Factura Oficial.
Dos días más tarde, el
sábado, el “Comité de expertos” se dirigió al domicilio de Carlos y Cristina.
Cuando llegaron, los recibió Cristina no sin algo de sorpresa.
¬ ¿Qué
andan haciendo Udes. por acá? Preguntó Cristina.
¬ Es que realmente nos han quedado
muchas dudas respecto de la obra que me llevó a encuadrar, contesta Fernando.
¬ ¡Cual es la duda?
¬ Las dudas son varias y creo que son
más de las que pensamos.
¬ Bueno, yo no se más de lo que les
dije, pero acá está mi esposo que seguramente podrá responder a su
interrogatorio.
Tras ingresar a la casa y
disponer su espera en la sala, Cristina llamó a su esposo. Luego de las
presentaciones de estilo, Carlos le expresa a Fernando que está realmente muy
conforme con su trabajo. “Mire si no parece un original de museo con ese
marco”, comenta.
Luego de ofrecerles un café
o té a los visitantes, Carlos dispara: ¿Qué los trae los acá?
Me comentaba mi esposa que
tenían algunas incógnitas respecto de aquella obra. ¿De qué se trata?
Fernando rompe el fuego
expresándole que a primera vista pensó que estaba frente a un original
Modigliani. Luego, mirándolo con detenimiento, se convenció que así era. Ante
tal descubrimiento y con la finalidad de calmar su desconcierto, como antiguo
personal del Museo Nacional de Bellas Artes llamó a otro de sus compañeros y
este a otro y así nos convocamos como un “comité de expertos” a los fines de
evaluar sobre la legitimidad de la obra.
Victorio, otro hombre
nacido en el Museo, expresa que al igual que Fernando él había sido
capacitado tanto aquí como en el
exterior respecto de la originalidad de las obras de arte, habiéndose
especializado en la vanguardia de principios del siglo XX: Max Jacob, Van
Dongen, Picasso, Guillaume Apolinaire, Diego Rivera, Chaïm Soutine, Vicente Huidobro y otros personajes célebres.
Cuando me jubilaron en el Museo, al igual que Fernando (y el resto) pensamos que todavía teníamos
mucho que dar, así que seguimos trabajando. Yo como Perito experto para varias
Compañías de Seguro, tres o cuatro Galerías de arte tanto de Buenos Aires como
del exterior. Bueno, no puedo quejarme, mi conocimiento es materia requerida.
Hernán, quien estudió
química en la Universidad de Buenos Aires, quien otrora fuera Becario en
ciencia y tecnología, por su trabajo en el Museo finalmente se especializó en
arte especialmente en los materiales que se usan. Así, pudo descubrir
falsificaciones técnicamente perfectas desde lo pictórico pero los materiales
supieron denunciar la época de su ejecución muy distante en el tiempo respecto de la supuesta obra y de su autor.
Todos y cada uno de los
concurrentes puso sobre la mesa de alguna forma su curriculum vitae. En lo suyo
todos eran expertos.
Bueno, dice Carlos, pero de
qué se trata esto. Mi señora ya me había dicho algo de la conversación con
Udes.… y bueno, eso es todo.
Hernán, pidiéndole las
disculpas del caso, le expresó que tan convencidos estaban todos de la
originalidad de la obra, que llegamos a pensar que lo de la autoría familiar
era solo una excusa para ocultar un tesoro realmente valioso.
¬ Pero mi padre cuando lo pinta, copia
una imagen publicada en un libro respecto de una obra que se encuentra en un Museo, no recuerdo si en el
Museo de Arte Moderno de Nueva York, en el Museo de Grenoble (Francia) o
cualquier otro. Sé también que hay obras de Modigliani en colecciones privadas en Washington o
Amberes, por ejemplo.
¬ No se imagina Ingeniero cuantas
falsificaciones se encuentran en los museos que se exhiben como originales
sabiendo que no lo son e incluso hay falsificaciones que el o los Museos creen
que son originales.
¬ Bueno, respecto de esta obra yo sé
que no es original porque la pintó mi padre. Cuando mi Papá se jubiló, de
golpe se encontró que tenía tiempo libre
y nunca había pensado como llenarlo. Bueno,… a Udes, estimo, les ha pasado algo
así. Bien, mi padre nació en Roma dentro de una familia “acomodada”. De chico
se inclinó por la pintura y así concurrió a distintos talleres. En ellos, los
maestros, le enseñaron todo lo necesario para el quehacer pictórico. Así fue
que mi madre le dice porqué no retomaba lo que la guerra y la Universidad le
habían sacado. Yo te traje todo cuando vinimos. Lo tengo todo guardado: los
pinceles, los oleos, los lienzos… hasta el guardapolvo. Así fue como mi padre
retomó su vocación pictórica. Recordando
las enseñanzas de sus maestros, armó varios bastidores preparándolos, como en
antaño, para pintar. Luego comenzó con los oleos agregándole los elementos que
los habían prácticamente arruinado hasta conseguir de cada uno de ellos la
untuosidad propia de aquellos oleos que lo acompañaron en su juventud. Ya todo
estaba listo y, para empezar a tomarle nuevamente la mano al pincel y la
paleta, comenzó copiando. Así nació ese Modiguiani. No es el único, tenemos
otros incluso de otros pintores como Paul Cézanne, pero todos salieron
amodiglianados.
Acá toma la palabra Hernán,
quien le confiesa a Carlos que sin dañar la obra en lo más mínimo, había tomado
algunas muestras para ser analizadas. Así descubrió que los oleos usados no
eran de hace treinta años como refirió su esposa que tenía la pintura. Los
pigmentos orgánicos se dejaron de usar hace más de 70 años y encontré pigmentos
orgánicos. Respecto de la tela, el paño del bastidor también era antiguo e
incluso de origen europeo; pero con lo que Ud. no relata creo que se explica
todo. Nuevamente le pido mil disculpas por la intromisión, pero Ud.
comprenderá.
Luego de tomar el café de
cortesía Víctor le pondera al dueño de casa, la pinacoteca que exhiben los
muros de la casa y se retiran.
Ya en el auto, de regreso,
el silencio supo ganar todo el espacio. De pronto se escuchó la vos de Pedro
que le dice a Fernando: “No le dijimos nada de la certificación de la obra”.
No, dice Fernando y Hernán agrega, “No importa, a partir de ahora la obra es
original. Hemos entrado al país un Modigliani y le regalamos a esta familia
setenta millones de dólares que es lo que vale la obra o por lo menos lo que se
pagó en la sede Sotheby`s en Nueva York.
Piensen que es una obra que data de 1917 y está considerado uno de los mejores
desnudos de la historia del arte.

AÑOS MÁS TARDE
¬ Te digo que es un original y que
está certificado. ¿No serás nieto de
Modigliani?
¬ No, Bisnieto.
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Primavera MMXIII
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