CON PECADO CONCEBIDO
La vida
transcurría plácida y hasta monótona en el pueblo de Sargento Gutiérrez al
Oeste de la Capital provincial.
En él, las
familias mantenían un importante lazo de dependencia con la Iglesia local, donde el
sacerdote, buscándolo o no, se ostentaba como el hombre más influyente y con
mayor predicamento ya que, como representante del Altísimo ante esa comunidad,
todos le debían no solo respeto sino hasta obediencia.
Dentro de ese
marco, el matrimonio Fernández, familia muy devota, supo criar a sus dos hijos:
Marcelo y Patricia.
Esta era una
familia de limitados recursos económicos que vivían en una pequeña casa que
cuando se casaron -y por algún tiempo- fue una bendición, por cuanto era de
material y contaba con las “comodidades” que la familia requería.
Claro, cuando
los niños eran chicos, pudieron compartir el único dormitorio disponible fuera
del de los padres, pero con el correr el tiempo se hizo necesaria una nueva habitación.
Fue la madre
quien observando ciertas conducta y trato entre hermanos, quien impuso a su
marido, sin dar explicaciones puntuales, la construcción de un nuevo
dormitorio.
José, hombre
de trabajos varios para poder satisfacer con su aporte dinerario lo reclamado
en la casa, y considerando que ampliar la casa importaba no un gasto sino una
inversión, poco a poco y con la ayuda de parientes y amigos, pudo completar la
nueva habitación, la que estaría destinada a uno de los hijos.
A estos no les
gustaba la idea pero, bueno, también lo consideraron como un progreso económico
de la familia ya que por no cohabitar más en el mismo dormitorio, nada
cambiaría entre ellos.
Por estos
días, ya hacía tiempo que los hermanos mantenían relaciones sexuales las que
habían comenzado como un juego para luego transformarse en una necesidad. Ellos
se amaban más de lo que uno podría imaginar. Su relación excedía el sólo marco
sexual. El sexo era la mayor expresión de un amor recíproco.
Esta
circunstancia hizo que poco tiempo después de la ampliación de la casa,
clandestinamente solían mantener encuentros nocturnos tan esperados como
deseados.
Ya
adolescentes, la clandestinidad fue cada vez más conflictiva e incluso el amor
que se debían, por exceder el fraternal, paulatinamente los marginaba de los
grupos de pares y sus conductas se evidenciaban como “raras”.
Fue así que su
madre, que con tristeza y preocupación fue advirtiendo esta relación y su
crecimiento, habló con su esposo y padre de sus hijos.
Este no podía
creer que sus hijos puedan vivir en el pecado. Fue así que ambos fueron a
hablar con el uno de los Curas de la iglesia del pueblo buscando información:
por un lado, porque sus hijos eran de concurrir a misa, y por otro, por un
consejo, ya que debían tomar la mejor decisión posible en su momento.
El Padre
Fernando, confesor del matrimonio, no solo no podía creer lo que sus feligreses
le expresaban sino que tampoco comprendía porqué habían dejado pasar tanto
tiempo para actuar ya que, en este tipo de relaciones, el tiempo es el
principal enemigo.
Las
conversaciones posteriores con sus hijos fueron terribles.
Como primera
cuestión confirmaron su larga vida amorosa; también, que de ninguna manera
estaban dispuestos a abandonar tal relación ya que, entre ellos, había un gran
amor.
Ante la
posibilidad que planteó su madre de que mantengan una conversación con el Padre
Fernando, ambos se negaron por cuanto casualmente el sacerdote por su propia
naturaleza no podría comprenderlos y menos apoyarlos.
Ante tal
situación y sin saber cuanto había trascendido en la comunidad la relación
pecaminosa, antes que se transforme en una vergüenza familiar, deciden
mandarlos a estudiar a Buenos Aires, ciudad que por su inmensa población, ellos
permanecerían en el anonimato y, en el pueblo, se evitaría el descrédito.
Fue así que
aprovechando que el mayor de los hijos había terminado la escuela secundaria,
les compraron dos pasajes como la mejor alternativa posible. Patricia
ingresaría a la
Universidad y su hermano, la acompañaría.
Ya en la Capital, en la pensión
donde se alojaron, se registraron como matrimonio bajo la vieja y cada vez más
generalizada modalidad americana, señor y señora Fernández.
Como cómplice de tal actitud, el apellido que
portaban era común y muy numeroso,
circunstancia ésta que finalmente podían decir que si bien tenían el mismo no
eran parientes.
Para completar
la ayuda económica que recibían de la familia, ambos buscaron trabajo y
capacitación para un mejor desenvolvimiento.
Continuaron
los estudios de computación los que les
permitió mejorar sus empleos y con ello, sus ingresos. Poco a poco se fueron
independizando del aporte paterno hasta comunicarles que ya no les era
necesario por el momento, liberándolos de tantas privaciones.
Ambos habían
ingresado a una Compañía de Seguros. Allí, las relaciones laborales fueron
generando amistades y así el “matrimonio” pasó a formar parte de distintos
grupos de matrimonios que, fuera del trabajo, compartían su tiempo libre y sus
familias.
Eran un
matrimonio más.
Sus vidas en
la gran ciudad se fueron acomodando a las del promedio y su unión los hacía
cada vez más felices. Incluso sabiendo del riesgo genético, más de una vez
acariciaron la idea de una adopción como mejor alternativa.
En este caso,
las opciones de los aportes científicos no fueron bien recibidas, porque si
hablamos de donante de espermas, la madre sería la madre pero el padre no lo
sería no obstante no tener impedimentos
para ello. El caso de “alquiler de vientre”, no satisfacía a su madre. Finalmente,
como cuando no era de un lado lo era de otro, la tesis triunfante fue la de
adoptar, situación esta en la cual ambos estaban en las mismas condiciones.
El día llegó
para los Fernández y un niño entró a su casa. Los amigos recibieron la noticia
de la mejor forma y las visitas y los regalos colmaron el pequeño departamento
en el que vivían.
Cada tanto, en
forma siempre separada, regresaban a Sargento Gutiérrez donde eran recibidos
por padres y viejos amigos.
El pueblo se
vestía de fiesta aquél 1º de marzo. La escuela de sus primeras letras cumplía
100 años y, como seguía siendo la única escuela del pueblo, la vistieron de
gala.
Entre los
vecinos la pintaron, arreglaron sus desvencijados pupitres y algunas damas del
pueblo le donaron una bandera en reemplazo de aquella cuyos años supieron dejas
sus huellas.
Hasta la
biblioteca supo recibir donaciones tales que hubo que realizar construcciones
para recibir tantos volúmenes.
El entusiasmo
generó iniciativas de todo tipo, incluso el Ingeniero Madueño abrió un portal
en Internet con los cien años de vida. Todos aportaron sus fotos y más de una
se repitió, aunque fueron publicadas igualmente para no ofender a nadie.
Obviamente en
más de una fotografía aparecían los hermanitos Fernández, sobretodo que ella
había sido varios años la abanderada y él su escolta.
Paralelamente
a las fotos, aparecían las listas de los distintos grados y años aportando
además, como cuestión importante para el pueblo, no solo el parentesco entre
los distintos niños sino entre aquellos que se conocieron en la escuela y luego
la vida, los unió, y sus hijos concurrían al mismo establecimiento.
La vida del
pueblo y de su gente estaba en aquel portal representada. Se lo podía
identificar y ver en el sitio www.cienañosciendemiescuela@yahoo.com.
En Prevenir Cia. de Seguros, algunos
solían en tiempo libre, navegar buscando cosas curiosas y no faltó quien no
solo encontrara el portal sino que además encontrara a “los hermanitos”
Fernández.
La noticia
corrió entre el grupo de matrimonios como un reguero de pólvora. Nadie podía
creer lo que veían. Llegaron a no darle crédito a tal información. Nadie podía
creer que eran hermanos.
Para ratificar
o rectificar el dato, que no concordaba con los legajos personales que también
fueron consultados, Jorge, el buscador, accedió a la página y formuló la
pregunta que nadie se animaba hacer. No solo la respuesta fue positiva, sino
que la misma estuvo acompañada de una corta biografía que culminaba cuando
Patricia egresó del Colegio y se fue a Buenos Aires a estudiar en la Universidad. También
referencia la historia, que su hermano Marcelo, viajó con ella para continuar
en su nueva ciudad su Secundario y acompañar a su hermana para que no esté sola
en la gran ciudad.
Como paso
siguiente en esta investigación fue el consultar por sus documentos. La respuesta
fue positiva. Padre y madre eran los mismos y diferían de los denunciados en el
legajo de la Aseguradora.
Los más
estrictos, sin decir “agua va”, cortaron la relación. Otros, comenzaron a
buscar excusas para ir distanciándose y poco a poco los fueron dejando
manteniendo solamente una fría relación laboral.
El aislamiento
se hizo sentir y no faltó quien –in-concientemente- expresara una palabra de
más.
Evaluando la
pareja el enfriamiento de sus relaciones a la luz de aquella expresión
desafortunada, los llevó a enfrentar la emergencia cara a cara con quien ellos
entendían que era el más cercano amigo y compañero de mucho tiempo.
La
conversación fue dura y por mucho que se exprese, no todas las personas están
en condiciones de escuchar la apología del incesto. Esta modalidad de relación
no es culturalmente aceptada y menos en las grandes ciudades donde las
socialización se compatibiliza con otros modelos. Hoy, luego de años de lucha y
de escarnios, los homosexuales se animan
a confesarlo y a vivir con sus parejas. Pero esto era distinto. No era
comprensible ante los ojos del común. Dentro del juego del amor estas fichas no
estaban. Tampoco dentro del sexo mirado desde la gran ciudad. Todo en esta
situación estaba prohibido socialmente.
Ya no eran
niños ni aún jovenzuelos con todo un futuro para desafiar. Ya eran adultos
mayores y esconderse nuevamente en una nueva comunidad bajo el manto del
anonimato, ya no lo veían tan fácil como en antaño. Pero ahora tenían un hijo a
quien criar como tal, siendo ella la madre y él su padre. Ni siquiera, por
razones de edad, le habían dicho que era adoptado.
La situación
se complicaba. La paranoia ingresó a sus mentes y cada cliente que atendían en la Empresa veían a alguien
que más allá de su amabilidad ocultaba para con ellos un profundo rechazo.
La vida los unió
a ambos cada día más y, paralelamente, su
mente se fue desquiciando. La rutina cotidiana comenzó a tornarse insoportable.
Cada mirada representaba un reproche. Cada gesto una desaprobación. Si algún
conocido se cruzaba en la calle con uno de ellos y no los había visto y por
tanto no lo había saludado, significaba hacerse el distraído para evitar mostrarse
como una relación.
Enterados que la Firma empleadora abriría una
Agencia en Bariloche, los Fernández hablaron con el Gerente solicitándole el
pase a la nueva Agencia. Esto beneficiaría a la Empresa por cuanto llegaba
con personal entrenado y ellos le confesaron que los hechos de violencia que se
están generalizado en la región, hace
que vivan con mucho temor incluso por su hijo.
La solicitud
obtuvo el visto bueno y el día de la inauguración los Fernández se encontraban
en su puesto. Además, sin saberlo, Marcelo recibió un pequeño ascenso lo que le
representaba un mejor ingreso fijo.
Tres meses
habían pasado cuando llega Patricia a casa desesperada. Se había encontrado en
la calle con Susana Perea, una compañera del primario y del secundario que se
había casado con un médico y radicado en
Bariloche.
La historia
les estaba jugando una mala pasada ya que, huyendo de ella, se la encuentran a
la vuelta de la esquina.
Lo peor no era
solo eso, lo realmente grave era que Susana era la directora de la escuela
donde concurre su hijo.
Negras nubes
asomaban en el horizonte del nuevo día. El pronóstico no cambiaba para el
futuro. La pareja comenzó nuevamente a vivir entre fantasmas, los mismos que
les habían determinado un cambio total y absoluto; una nueva vida.
Pero no se
habían aclimatado aún, cuando la eventualidad los llamó a la verdad.
Pero ahora, el
problema parecía adquirir nuevas
alternativas pero de consecuencias
peores.
Su relación
incestuosa sería tapa de diarios y las consecuencias serían, desde el punto de
vista familiar, bochornosas.
Patricia viaja
a Buenos Aires sin perder más tiempo. Telefónicamente había concertado una
entrevista urgente con su antiguo terapeuta.
A la hora establecida entró Patricia al
consultorio. El Dr. Mujans la esperaba
ansioso. No tardó mucho tiempo en ponerlo al tanto.
Este
profesional había sido quien les había aconsejado adoptar antes de correr algún
riesgo genético de imposible corrección. Gracias a él, realmente habían
consolidado una verdadera familia de la que se sentían orgullosos.
Lamentablemente, el centenario de su escuela y su nefasta combinación con
Internet le alteraron sus planes mostrándoles la dura respuesta social frente
al incesto.
Esta
situación, que encuentra sus raíces históricas en Grecia, Roma e incluso en
Egipto sin pretender aludir al todo, también encontró frente a sí la figura del
tabú.
Así fue
condenada Cleopatra quien mantuvo unión familiar primero con uno de sus
hermanos y luego de muerto éste con el otro.
Pero si bien
las leyes prohibieron la relación con familiares directos e incluso
colaterales, la idea era evitar lo que hoy llamamos conflictos genéticos, es
decir evitar consecuencias negativas los cuales se advertían en su
descendencia.
Pero revisando
la historia tanto de las tribus australianas que impedían o vedaban los
matrimonios con personas del mismo clan, las razones siempre fueron de carácter
sanitario con un fuerte sentido benéfico para la comunidad, pero nunca, a lo
largo de la historia, al prohibirse tales uniones se hacía referencia al amor.
Para Patricia
y Marcelo, lo único que importaba era el amor y, con relación a los motivos
sociales de la condena histórica, ellos habían tomado las prevenciones del
caso.
Pero
socialmente la histórica vedaba a las personas la posibilidad de enamorarse y
con ello, la posibilidad de comprender que el amor entre hermanos e incluso
entre ascendientes y descendientes puede existir.
Así la
mitología antes y la literatura y el cine después, nos ha presentado muchos
casos de amores prohibidos por la calificación de incestuosos. Incluso,
reitero, no obstante presentarse ante el público como una relación amorosa
pura, de un sano amor sin dobleces, el rechazo es cultural y generalizado. Para
decirlo de otra forma, son amores no comprendidos.
Así las cosas,
el Dr. Mujans no pudo dar otra solución que enfrentar el riesgo hablando con su
vieja amiga a quien debía explicarle las cosas como son o advertirle que ella
nunca se había casado y que -como para adoptar un niño le pedían tal requisito-
se puso de acuerdo con su hermano, a quien ella también conocía, y aprovechando
la ventaja de portar un apellido común, se hicieron pasar por matrimonio para aparecer
como legalmente aptos. Además, como desde que se mudaron a Buenos Aires vivían
juntos e incluso trabajaban en la misma Compañía de Seguros, la fórmula
aparecía como perfecta.
Así quedaban
las dos alternativas y la difícil situación de explicar todo.
De regreso a
Bariloche, más que pensar por que alternativa optar, pensaba en aquellos
fantasmas que los acosaban y que lograron echarlos de la gran ciudad. Avizoraba
el retorno de todos y cada uno de aquellos trágicos momentos. Aquella
persecución silenciosa y aquel duro aislamiento al que fueron sometidos por sus
grupos de pares: amigos ayer, tácitos
adversarios hoy.
Cuál debía ser
su conducta. Mentir para acomodar la situación a lo socialmente aceptado y defender
aquel amor que les costó incluso la mejor relación con sus padres y su
destierro, entre otras pérdidas.
Molesta a
Patricia la hipocresía social, que acepta casamientos por razones económicas u
otro tipo de interés y condena una unión donde el único ingrediente que los
convoca es el amor. No aceptan la unión sexual entre hermanos pero si aceptan
el sexo deportivo, es decir donde lo único que hay es el sexo por el sexo mismo
o por su solo placer.
Si a Susana le
contamos la verdad ¿sabrá entender? Si a Susana le exponemos nuestro drama ¿podrá
darnos la solución buscada comprometiéndose como persona y Directora?
Difícil es
adivinar que reacción tendrá. Y
si nos equivocamos y con nuestra franqueza
nuestro hijo es expulsado del jardín perdiendo la escolaridad, ¿tendremos que
recurrir a la Justicia? ¿Esta intervención no acarreará más
problemas que soluciones?
Finalmente me
acuerdo de Antígona, que por defender una cuestión moral en aparente
confrontación con la Ley
civil, terminó muerta. A su lado, su prometido -hijo del Rey de Tebas Creonte, quien la mandó
ejecutar por desobedecer las leyes del reino- se suicidó como también posteriormente
su madre y esposa del Rey.
Tarde éste
comprendió su error.
Los
homosexuales tiempo más tiempo menos, conseguirán una figura jurídica que los
equipare al matrimonio y con ellos, también tiempo más o tiempo menos,
conseguirán modificar la ley de adopción, pero para personas como nosotros con
uniones incestuosas no hay posibilidad temporal ninguna. La historia nos
condena.
El avión en
que regresaba a casa desde Buenos Aires dejó de obedecer al piloto. El
altoparlante de la nave indicaba al pasaje abrocharse el cinturón de
seguridad y prepararse para un
aterrizaje de emergencia. Pero nada pudo hacer el piloto.
Los diarios
del día siguiente de todo el país y las cadenas de televisión daban cuenta de
la catástrofe. No hubo sobrevivientes.
Marcelo llamó
telefónicamente a sus padres para que se hagan cargo del niño a quien dejaba en
la casa de Susana Perea a quien conocían por cuanto era amiga de Patricia desde
la infancia y ahora la Directora del Jardín de Infantes.
El camino a El
Bolsón, fue el elegido para ir a encontrarse con su amada. No pudo soportar
vivir sin ella.
Otoño MMX
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