La bitácora del Puerto
Un servicio digital de la
Editorial Puerto Libro editorialpuertolibro@gmail.com AÑO V–
Nº 44 – noviembre de 2016
Capitán a cargo de la bitácora: Eduardo Juan Foutel - Blog: foutelej.blogspot.com
Los capitanes en su cuaderno
de bitácora, permanentemente, dejan debida constancia de todos aquellos
acontecimientos que, de una forma u otra, modifican la rutina diaria. En esta
Carpeta de Bitácora –desde este Puerto-
trataremos de ir dejando nota de aquellos hechos que entendemos son merecedores
de ser destacados.
El Premio Clarín de Novela es noticia y debe quedar
registro en nuestra Bitácora.
Carlos Bernatek
Carlos
Bernatek es
un escritor argentino. Nació en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, Argentina, en 1955, y residió durante muchos años en la
ciudad de Santa
Fe.
Comenzó a
publicar cuentos en revistas
literarias hacia 1980 y en 1994 fue primer finalista del premio Planeta con su novela
-posteriormente editada por ese sello- La
pasión en colores. En 1998 se edita Larga noche
con enanos, su primer libro de cuentos que obtuviera
Mención Honorífica del Fondo Nacional de las Artes. Se desempeñó en diversos
cargos en organismos de Cultura de la nación y de la ciudad de Buenos Aires.
Posteriormente fue designado Subsecretario de Gestión Cultural de la provincia
de Santa Fe y luego asesor literario de la Biblioteca Nacional.
Publicaciones
En 2000
publica la novela Rutas argentinas, que posteriormente obtuviera el premio Alcides
Greca de la provincia de Santa Fe a la mejor novela del bienio. "Rutas
argentinas" es una novela de caminos que atraviesan el utópico pueblo de
Danel. La llegada de un extraño que escapa de su vida anterior va a detonar las
historias de sus habitantes: Toni , el mozo del el bar que encuentra de pronto
la posibilidad de escapar; una prostituta sin piernas; Perla, una ingenua que
sueña con las playas de Brasil; boxeadores estafados que aguardan un ómnibus
nocturno; Silva, un muchacho que quiere hacer plata de cualquier modo; los
viejos, testigos de las escenas que alteran la chatura cotidiana; un
sepulturero afecto a la taxidermia; un marinero que regresa por su venganza;
una reina de pueblo que busca triunfar en al televisión. Las anécdotas de Danel
se cruzan y potencian en estos protagonistas absurdos o insólitos. Con un
lenguaje despojado e intenso que destaca su humor ácido, Bernatek construye
este entramado de historia patéticas y disparatadas donde sus personajes
transitan la fantasía o la idealización de otro mundo ajeno, desconocido, visto
con la mirada condicionada por el paisaje de la planicie. Rutas argentinas, en
definitiva, plantea un interrogante sobre la identidad que supera cualquier
condición geográfica. Posteriormente, se editan Un lugar inocente, (2001) novela y Voz de pez, libro de cuentos que obtuviera el 3.er.
premio del Fondo Nacional de las Artes.
En 2007
obtiene el primer premio en novela del Fondo Nacional de las Artes por
"Rencores de provincia", editada en 2008 por Adriana Hidalgo Editora.
Dijo de "Rencores de provincia" Angélica Gorodischer: "Novela
extraña y a la vez transparente que nos va llevando paso a paso a la aventura
de dos itinerarios y un encuentro. Si como quería Borges en caso de que el azar
no exista todos los encuentros casuales son citas, las historias de Selva y de
Poli están marcadas porque sus vidas, tanto la de esa muchacha como la de ese
hombre que pone distancia, están señaladas como ineluctablemente dirigidas a una
meta que ni siquiera presienten. El camino no es fácil ni está desprovisto de
la peripecia indispensable para convertir un texto en una novela. Todo adquiere
un tono inesperado: los pasos no llevan hacia donde el caminante quiere, hacia
donde la viajera desearía, pero las vidas del uno y de la otra se van a
convertir en otra cosa. Ya no serán lo que eran al principio de la narración.
Todo esto, gracias a un lenguaje a veces oscuro, a veces irónico pero siempre
necesario. Es, finalmente, la maestría del escritor lo que nos pone frente a
esos seres y a esos paisajes que el centro del deseo busca sin saber por qué.
Una novela estupenda que merece un lugar de privilegio en el panorama de
nuestra narrativa." En 2009 se edita su primer poemario, "La sonámbula",
publicado por la Universidad Nacional del Litoral.
En 2011, Norma
Editora publica su novela "Banzai", traducida al francés en 2014 fue
publicada en París por Editions de l´Olivier (ver críticas en Le Monde y Le
Figaro). Dijo Augusto Munaro en El Litoral de Santa Fe: “Banzai” ...continúa en
cierto modo las peripecias de Marcos Garnier ("Rutas argentinas"),
quien decide abandonar un pasado tan gris como apagado para renacer por
completo. Con ese fin, el de huir del oprobio de la rutina, de una vida plagada
de frustraciones, se lanza hacia lo desconocido donde se encuentra con una
serie de acontecimientos que crecen en tensión e intriga en cada uno de los
climas y giros imprevisibles de la trama.
En 2015,
publicada por Adriana Hidalgo Editora, aparece su novela "La noche
litoral". En su contratapa, dice Luis Chitarroni: "... libro
imperioso e impresionante, que la ironía disfrazada de compasión (o viceversa)
devuelve una vez más a la profundidad distópica de la novela nueva, escrita
como si nada con todo el dolor del mundo, con la tradición y la herencia al
acecho, satisface cualquier exigencia o requerimiento de la necesidad y del
sigilo".
[Inédito]
Especial para Analecta Literaria
© 2014 Carlos Bernatek - Analecta Literaria
Especial para Analecta Literaria
© 2014 Carlos Bernatek - Analecta Literaria
a J. R.
Ahora que ha llegado el silencio a este cuarto de hotel, apenas
comienzo a recordar cómo he venido. Es esta ciudad que te abruma, te marea con
su siseo perpetuo, el tránsito de gente insomne. Aquí hasta el silencio hace
ruido. Pero en un instante milagroso, las cosas parecen al menos quietas,
detenidas, como murmurando un impulso para que todo se reinicie ¿A qué he
venido? Ya va siendo hora de que empiecen a olvidarme en vez de homenajearme.
Me vistieron, me armaron una valija y me subieron a un avión. No lo culpo a
Hache; él cree que estas cosas me hacen bien: las llama reconocimiento. Apenas
quisiera yo reconocerme a mí mismo, reconocer quien fui antes, y qué quedó de
aquel en éste que aún respira.
Todo ese episodio, el reflujo del aire que me trajo planeando hasta aquí, lo llevo envuelto en una especie de neblina, como una madrugada en el campo, en la montaña vista con ojos de miope. Dócil, animal viejo, me dejé conducir. Y hasta fue placentero cuando atravesábamos las nubes, con los oídos tapados, pensando que ya estaba en el cielo y el tiempo se había detenido para siempre allá arriba.
Todo ese episodio, el reflujo del aire que me trajo planeando hasta aquí, lo llevo envuelto en una especie de neblina, como una madrugada en el campo, en la montaña vista con ojos de miope. Dócil, animal viejo, me dejé conducir. Y hasta fue placentero cuando atravesábamos las nubes, con los oídos tapados, pensando que ya estaba en el cielo y el tiempo se había detenido para siempre allá arriba.
La ciudad siempre ha sido así de salvaje. Basta que uno ponga los pies en ella para advertir que está metiéndose en el vértigo. Las voces: todos te piden, te llaman, todo te apremia y los plazos de las cosas continuamente están a punto de extinguirse; acá se vive con fecha de vencimiento, de caducidad. Si tan solo uno pudiera girar el cuerpo y estar de nuevo en casa…
-Ya estás aquí –ha dicho Hache, como si dijera “lo peor ya pasó”. Y sin embargo, no siento que esté en ninguna parte. Intuyo en cambio que me estoy yendo, que ya he muerto y miro el mundo desde arriba, que planeo sobre las llanuras de camino a la montaña ya sin sentir dolor alguno. Porque ese dolor -huesos, músculos, articulaciones, todo lo profundo-, es siempre menos que el de haber perdido a Margarita. Se fue al poco tiempo de aquello del hospital, y ahí se me borró su huella. Me habían encontrado en la calle, medio extraviado; no podía recordar mi casa, ni mi nombre, pero a ella sí que la recordaba: la habría podido dibujar de memoria. Esa mitad era todo lo que me quedaba en la cabeza. Me encerraron y me quedé quieto, esperando a que Margarita llegara un día, un amanecer cualquiera, que se abriera la puerta y sus gestos iluminaran la opacidad de la sala. Perro viejo y manso mientras me inyectaban cosas y me atravesaban la piel unos tubos, vaya a saber uno con qué fin, como si la química pudiera quitar, drenarme de los humores del cuerpo el dolor de la ausencia, como un sueño que se desvela y que al despertar, resulta otro sueño parecido donde resuenan los ruidos opacos de un mundo a oscuras.
Cada vez permanezco más tiempo en la cama; de pie me canso, un cuerpo enhiesto es una maquinaria en movimiento. Acostado, me dejo sumir en un sueño leve que de a poco desdibuja la realidad, va borroneando los límites entre la fantasía de la vida y la vida misma. Me sueño joven a veces, y en ese extravío vuelven los muertos del pasado, yo mismo muerto hablo con el joven que fui, con mi madre, con las mujeres que amé y nunca sabré si me amaron.
Golpean la puerta del cuarto: recuerdo que estoy en un hotel, en la ciudad, que me aguardan para el homenaje, que me han traído desde mi casa hasta aquí sólo para eso. Pero ya no quiero salir de esta cama que me abraza como alguna vez alguien quizá me haya abrazado. Qué importa el tiempo ahora, ni los homenajes, si Margarita se ha ido, si quien quisiera que me abrace y me arrope ya no sé si existe. Los años son así de crueles; nos hacen perder la ilusión, esa idea vaga de quiénes fuimos para los demás, y ni siquiera nos arropan. De viejos deberíamos tener una madre, alguien que nos cante y nos acune, que nos quite los miedos a la otra oscuridad, que nos lleve hasta la puerta de la mano, nos abrigue del frío, y nos despida cada noche para siempre.
Por eso no voy a abrir la puerta. Aunque escuche la voz de Hache llamándome. Pobre Hache, con seguridad va a tener que dar explicaciones, pedir disculpas, pasar el mal trago. Ni siquiera puedo contarle porque no hay modo de contar como se extingue lo que alguna vez ardió. Todo se vuelve un espiral de imágenes, fotos antiguas de una vida que giran, se posan un instante y desaparecen ¿Qué he hecho? ¿Escribir esos poemas? Eso no es la vida. No sé qué es, pero no eso. Los homenajes son eso: hablar, agradecer, sonreír. Yo apenas quisiera agradecerle a Margarita, esos últimos meses, y pedirle, suplicarle si fuera preciso, que vuelva una tarde, que nos sentemos juntos a la sombra de la parra, aunque sea en silencio, a mirar juntos el horizonte, como se esconde el sol y nos quedamos quietos, respirando a la par. Eso solo.
No quiero morirme en esta habitación, tan lejos de todo. Quisiera vivir de nuevo, desde el principio, ingenuo como el chico que fui, como si de nada me hubiera enterado: empezar otra vez como un libro que recién se abre, desde la primera hoja en blanco. La dedicatoria: A Margarita, mi amor, para que ella sepa cuánto la quise, y no solo a ella, a todo lo que he amado, aunque sea un ratito, un instante antes de desaparecer en el aire como una pluma, un colibrí, el pétalo que cae desde un jazmín.
El aire se me dilata adentro, como si se apropiara del pecho, de cada latido. Ya siento que pertenezco casi al aire y ese soplido me lleva con él, y quisiera que esa brisa misma me llevara de nuevo a casa, a despedirme de las plantas, del paisaje, de todo lo que pueda sobrevivirme. Ya está, se cierra el libro y no queda mucho más por decir. Andará por el viento mi Margarita, imaginando el poema que nunca le he escrito, que se irá conmigo en la noche, en el último sueño, cuando la nombre y el eco en la montaña ya no me devuelva ningún sonido. Así me imagino el silencio, el hueco entre verso y verso, algo que se apaga lento.
Apenas una brisa que me devuelva a casa. Eso espero. Caigo desde un andamio de palabras dichas y escritas, como un albañil que ha finalizado su jornada, y ya no veo más. Suenan esas voces que arrojé al aire y ya no entiendo, porque para mí han perdido todo sentido. Voces que se vuelven palabras, como todas las cosas que ya no escucharé, que también deben soñar que sueñan.
FIN
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