La bitácora del Puerto
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AÑO VII
– Nº 64, diciembre de 2018
Capitán a cargo de
la bitácora: Eduardo Juan Foutel - Blog: foutelej.blogspot.com
Los capitanes en su cuaderno de bitácora,
permanentemente, dejan debida constancia de todos aquellos acontecimientos que,
de una forma u otra, modifican la rutina diaria. En esta Carpeta de Bitácora
–desde este Puerto- trataremos de ir dejando nota de aquellos hombres o mujeres
de letras que entendemos son dignas de ser destacados. Hoy, la figura es
Charles Dickens
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Charles Dickens
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Información personal
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Nombre de nacimiento
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Charles John Huffam Dickens
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Nacimiento
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Fallecimiento
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9 de junio de 1870 (58
años)
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Causa de la muerte
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Lugar de sepultura
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Nacionalidad
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Lengua materna
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Religión
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Familia
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Padres
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John Dickens
Elizabeth Dickens |
Cónyuge
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·
Catherine Thompson
Hogarth(1836-1879)
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Pareja
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· Ellen Ternan
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Hijos
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Charles
Culliford Boz Dickens (1837-1896)
Mary Dickens (1838-1896) Kate Macready Dickens (1839-1929) Walter Landor Dickens (1841-1863) Francis Jeffrey Dickens (1844-1886)
Alfred D'Orsay Tennyson Dickens
Sydney Smith Haldimand Dickens Henry Fielding Dickens Dora Annie Dickens Edward Dickens |
Información profesional
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Ocupación
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Años activo
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Movimiento
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Literatura victoriana y realismo
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Lengua de producción literaria
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Género
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Obras notables
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Distinciones
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Firma
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Charles John Huffam Dickens (Portsmouth, Inglaterra, 7 de febrero de 1812-Gads Hill Place, Inglaterra, 9 de junio de 1870)
fue un escritor y novelista inglés, uno de los más reconocidos de la
literatura universal, y el más sobresaliente de la era victoriana.
Fue maestro del género narrativo, al que imprimió ciertas dosis de humor e ironía, practicando a la vez una aguda crítica social. En sus obras destacan las descripciones
de personas y lugares, tanto reales como imaginarios. En ocasiones, utilizó el
seudónimo Boz.
Sus novelas y relatos cortos gozaron de gran
popularidad durante su vida, y aún hoy se editan y adaptan para el cine
habitualmente. Dickens escribió novelas por entregas, formato que usaba en
aquella época, por la sencilla razón de que no todo el mundo poseía los
recursos económicos necesarios para comprar un libro. Cada nueva entrega de sus
historias era esperada con gran entusiasmo por sus lectores, nacionales e
internacionales. Fue y sigue siendo admirado como un influyente literato por
escritores de todo el mundo.
Biografía
Primeros años
Charles Dickens nació el 7 de febrero de 1812,
en Landport, perteneciente a la ciudad de Portsmouth, hijo de John Dickens (1786-1851),
oficinista de la Pagaduría de la Armada en el arsenal del puerto de Portsmouth,
y de su esposa Elizabeth Barrow (1789-1863). En 1814, la familia se trasladó
a Londres, Somerset House, en el número diez de
Norfolk Street. Cuando el futuro escritor tenía cinco años, la familia se mudó
a Chatham, Kent.
Su madre era de clase media y su padre siempre arrastraba deudas, debido a su
excesiva inclinación al despilfarro. Charles no recibió ninguna educación hasta
la edad de nueve años, hecho que posteriormente le reprocharían sus críticos, al considerar su formación en
exceso autodidacta. Con esta
edad, después de acudir a una escuela en Rome Lane, estudió cultura en la
escuela de William Gile, un graduado en Oxford. Pasaba el tiempo fuera de su
casa, leyendo vorazmente. Mostró una particular afición por las novelas picarescas, como Las
aventuras de Roderick Random y Las aventuras de
Peregrine Pickle de Tobias Smollett, y Tom Jones de Henry Fielding. Éste sería su escritor
favorito. También leía con fruición novelas de aventuras como Robinson Crusoe y Don Quijote de la
Mancha. En 1823, vivía con su familia en Londres, en el número
16 de Bayham Street, Camden Town, que era entonces uno de los suburbios más
pobres de la ciudad. Aunque sus primeros años parecen haber sido una época
idílica, él se describía como un «niño muy pequeño y no especialmente cuidado».
También hablaría de su extremo patetismo y de su memoria fotográfica de
personas y eventos, que le ayudaron a trasladar la realidad a la ficción.
Su vida cambió profundamente cuando su padre fue
denunciado por impago de sus deudas y encarcelado en la prisión de deudores de
Marshalsea. La mayor parte de la familia se trasladó a vivir con el señor
Dickens a la cárcel, posibilidad establecida entonces por la ley, que permitía
a la familia del moroso compartir su celda. Charles fue acogido en una casa de
Little College Street, regentada por la señora Roylance y acudía los domingos a
visitar a su padre en la prisión.
A los doce años, se consideró que el futuro novelista
tenía la edad suficiente para comenzar a trabajar, y así comenzó su vida
laboral, en jornadas diarias de diez horas en Warren's Boot-Blacking Factory,
una fábrica de betún para calzado, ubicada cerca de la actual estación
ferroviaria Charing Cross de
Londres. Durante este periodo su vida transcurrió pegando etiquetas en los
botes de betún para calzado; ganaba seis chelines semanales. Con este dinero,
tenía que pagar su hospedaje y ayudaba a la familia, la mayoría de la cual
vivía con su padre, que permanecía encarcelado.
Después de algunos meses, su familia pudo salir de la
prisión de Marshalsea, pero su situación económica no mejoró hasta pasado un
tiempo, cuando al morir la abuela paterna de Charles, su padre recibió
una herencia de
450 libras. Su madre no retiró a Charles de forma inmediata de la compañía, que
era propiedad de unos parientes de ella. Dickens nunca olvidaría el empeño de
su madre de obligarle a permanecer en la fábrica. Estas vivencias marcarían su
vida como escritor: dedicaría gran parte de su obra a denunciar las condiciones
deplorables bajo las cuales sobrevivían las clases proletarias. En su novela David
Copperfield, juzgada como la más autobiográfica, escribió: «Yo no recibía
ningún consejo, ningún apoyo, ningún estímulo, ningún consuelo, ninguna
asistencia de ningún tipo, de nadie que me pudiera recordar. ¡Cuánto deseaba ir
al cielo!».
Primera etapa
En mayo de 1827,
Dickens empezó a trabajar como pasante en el bufete de los procuradores Ellis
& Blackmore y después de un tiempo como taquígrafo judicial.
En 1828 comenzó a colaborar como reportero en el Doctor's
Commons y posteriormente ingresó en calidad de cronista parlamentario
en el True Sun. Por esta época se interesó por la escena teatral
londinense, apuntándose a clases de interpretación, pero el día de la
realización del casting, padeció gripe
y no pudo asistir, apagándose así sus sueños de ser actor teatral.
En 1834 lo contrató el Morning Chronicle como periodista
político, para informar sobre debates parlamentarios, y viajar a través del
país a cubrir las campañas electorales. En 1836 sus artículos en forma de
esbozos literarios que habían ido apareciendo en distintas publicaciones desde
1833, se publicaron formando el primer volumen de Sketches by Boz y
que dio paso en marzo de ese mismo año a la publicación de las primeras
entregas de Los papeles póstumos del club Pickwick. Posteriormente
continuó contribuyendo y editando diarios durante gran parte de su vida
.
Charles Dickens, Illustrated London News,
1843.
El 2 de abril de 1836 contrajo matrimonio con Catherine Thompson Hogarth (1815-1879)
y estableció su residencia en Bloomsbury. Tuvieron diez hijos: Charles Culliford Boz Dickens (1837-1896), Mary
Dickens (1838-1896), Kate Macready Dickens (1839-1929), Walter Landor Dickens
(1841-1863), Francis Jeffrey Dickens (1844-1886), Alfred D'Orsay Tennyson
Dickens (1845-1912), Sydney Smith Haldimand Dickens (1847-1872), Henry Fielding
Dickens (1849-1933), Dora Annie Dickens (1850-1851) y Edward Bulwer Lytton
Dickens (1852-1902).
En 1836 aceptó el trabajo
de editor del Bentley's Miscellany, que mantendría hasta 1839,
cuando discutió con el dueño. Otros dos periódicos de los que Dickens fue
asiduo contribuyente fueron Household Words y All the
Year Round. En 1842, viajó junto a su esposa
a los Estados Unidos a
bordo del vapor RMS Britannia, hecho que describió
brevemente en Notas de viaje americanas y que sirvió también
como base de alguno de los episodios de Martin Chuzzlewit. Aunque
poco después mostró interés por el Unitarismo cristiano, Dickens seguiría
siendo anglicano durante el resto de su vida.4 Hacia 1849, Dickens escribiría La
vida de nuestro Señor (en inglés: The Life of Our Lord),
un libro corto que abordaba la vida de Jesucristo con un lenguaje sencillo y que
fue escrito con el propósito de inculcar la religión cristiana a sus hijos. Influido por su formación
protestante, rechazó las denominaciones del catolicismo y el evangelicalismo, y trató de forma crítica la
hipocresía de instituciones religiosas y filosofías, espiritualismo que él consideraba una
desviación del verdadero espíritu del cristianismo. Dickens no sólo profesaba ser
cristiano, sino que, en palabras de su hijo
Henry Fielding Dickens, sería descrito como un hombre de «profundas
convicciones religiosas». Leo Tolstoy y Fiodor Dostoievski se
referirían a él como «ese gran escritor cristiano».1011
Los escritos de Dickens fueron sumamente populares en
sus días y fueron leídos extensamente. En 1856,
su popularidad le permitió comprar Gad's Hill Place. Esta gran casa ubicada en
Higham, Kent, tenía un especial significado para el escritor, ya que de niño
había caminado por sus cercanías y había soñado con habitarla. El lugar fue
también el lugar donde se desarrollan algunas escenas de la primera parte
del Enrique IV de Shakespeare, conexión literaria que complacía
a Dickens.
Vio publicadas nueve entregas en 1836 y
las once restantes en 1837, de The
Posthumous Papers of the Pickwick Club (Los
papeles póstumos del Club Pickwick). Su siguiente obra fue Oliver Twist (1837-1838)
un relato auténticamente autobiográfico y que se publicó por entregas durante
dos meses. A esta obra siguieron Nicholas Nickleby (1838-1840)
y La tienda de
antigüedades (1840-1841),
donde narra las desdichas de la pequeña Nelly, con pasajes inspirados en el
reciente fallecimiento de su cuñada Mary Hogarth, de diecisiete años a quien
Dickens adoraba. La obra tuvo un gran éxito en Inglaterra y América.
Gracias a las obras que iba publicando, Dickens ganó
un gran prestigio. En 1841 fue nombrado hijo
adoptivo por la ciudad de Edimburgo, y a
principios de 1842 viajó a Estados Unidos, donde fue rechazado por la
sociedad de este país debido a las conferencias que impartía y a la
novela Notas de América, contraria a la esclavitud y que Dickens había
experimentado personalmente en su infancia. A pesar de ello se reconcilió con
el público después de la publicación de Canción de Navidad en 1843.
Su novela Dombey and Son («Dombey e
hijo»), 1846-1848,
significó un cambio en su método de trabajo: pasó de la improvisación hacia la
completa planificación, apoyándose para la escritura en la maestría que alcanzó
en el manejo de los recursos novelísticos. Fundó en 1849 el
semanario Household
Words, donde difundió escritos de autores poco conocidos y en
el que publicó dos de sus más excelsas obras: Bleak House (Casa
desolada), 1852-1853,
y Hard Times (Tiempos difíciles), 1854.
Ya era considerado como el gran novelista de lo
social. Sometido como estaba a una gran carga de trabajo destinada a satisfacer
la demanda de sus lectores, Dickens no tardó en caer en una crisis que le llevó
a la ruptura con sus editores, tras exigirles una mayor remuneración, petición
que fue denegada. Después de ello, Dickens inició una serie de viajes a Italia, publicando Imágenes italianas, Suiza y Francia, en donde conoció a Alejandro Dumas y
a un joven Julio Verne, además
de admirar la sociedad parisina. A su regreso a Inglaterra, obligado por nuevas necesidades
económicas, extendió su actividad a otros campos: organizó representaciones
teatrales, fundó el Daily News, hizo de actor y comenzó a dar
conferencias, como las que daba sobre los derechos de autor, defensa de las
prostitutas y condena de la pena de muerte, muy en boga en Londres como divertimento del pueblo.
Su gran best seller fue David
Copperfield, del cual llegó a vender hasta 100 000
ejemplares en poco tiempo. Fue también el primer escritor en utilizar la
palabra detective en sus novelas.
Segunda etapa
Retrato de Dickens
Alrededor de 1850 la salud de Dickens había empeorado;
este cambio fue agravado por la muerte de su padre, de una hija y de su hermana
Fanny. Dickens se separó de su esposa en 1858. En la era victoriana, el divorcio
era impensable, particularmente para personas famosas como él. No obstante,
continuó manteniendo a ella y a la casa por los siguientes 20 años, hasta el
día que ella falleció. Aunque inicialmente vivían felices juntos, Catherine no
parecía compartir en lo más mínimo la desmedida energía que Dickens tenía. Su
trabajo de vigilar a sus diez niños y la presión de vivir con un mundialmente
famoso novelista ciertamente no ayudaba. Georgina, la hermana de Catherine, se
mudó para ayudarla, pero circulaban rumores de que Charles estaba involucrado
románticamente con su cuñada. Una indicación de la crisis matrimonial ocurrió
cuando, en 1855, él fue al encuentro de su primer amor, María Beadnell. María
también estaba casada en estos tiempos, pero ella había cambiado muchísimo del
recuerdo romántico que Dickens tenía de ella. A partir de entonces, el cambio
del carácter de Charles Dickens fue tan notable que varios amigos suyos
declararon no reconocer en él a la persona que habían conocido. A pesar de
todo, Dickens continuó escribiendo y dando conferencias y se refugió en casa de
su amigo Wilkie Collins (el
creador del misterio). Llegaron a escribir relatos juntos y se recomendaban
ideas para sus respectivas novelas. En 1859 publicó Historia
de dos ciudades. En 1863 crea The Arts Club.
El 9 de junio de 1865,
mientras regresaba de Francia para ver a Ellen
Ternan, Dickens sufrió un accidente, el
famoso choque ferroviario de Staplehurst, en el cual los siete primeros vagones
del tren cayeron de un puente que estaba siendo reparado. El único vagón de
primera clase que no cayó fue aquel donde se encontraba Dickens. El novelista
pasó mucho tiempo atendiendo a los heridos y moribundos antes de que los
rescatadores llegasen. Antes de partir se acordó del inconcluso manuscrito
de Nuestro amigo mutuo, y regresó al vagón únicamente a
recuperarlo. Típico de Dickens, él luego usaría esta terrible experiencia para
escribir su corta historia de fantasmas El guardavía en la
cual el protagonista tiene
la premonición de un choque ferroviario.
Dickens se las arregló para evadirse de la
investigación del choque, pues como ahora se sabe, él estaba viajando ese día
con Ellen Ternan y su madre, lo cual podía causar un escándalo. Ellen, una
actriz, había sido la compañera de Dickens desde que éste finalizó su
matrimonio, y, como él la conoció en 1857,
fue probablemente la última razón para su separación. Ella continuó siendo su
compañera, más bien su señora, hasta el día de su muerte. Las dimensiones de la
aventura fueron desconocidas hasta la publicación en 1939 de Dickens
y su hija, un libro acerca de la relación intrafamiliar del autor con su
hija Kate. Kate Dickens trabajó con Gladys Storey en el libro antes de su
muerte, ocurrida en 1929, y afirmó que Dickens y
Ternan tuvieron un hijo que murió en la infancia, aunque no existe ninguna
evidencia concreta que corrobore sus afirmaciones.
Dickens, aunque ileso, nunca se recuperó totalmente
del accidente de Staplehurst. Su prolífica pluma se dedicó a completar Nuestro
amigo mutuo y a comenzar El misterio de Edwin Drood, que
quedó inacabada en su último tercio, y cuyo desconocido final dio lugar hasta
hoy a innumerables hipótesis. Mucho de su tiempo fue utilizado en lecturas
públicas de sus más amadas novelas. Dickens estaba fascinado con el teatro como
un escape del mundo real, y los teatros y el público teatral aparecen en Nicholas
Nickleby. Los espectáculos itinerantes eran extremadamente populares, y el
2 de diciembre de 1867 Dickens dio su primera lectura pública en los Estados
Unidos, en un teatro de Nueva York. El esfuerzo y la pasión que ponía en estas
lecturas con voces individualizadas para sus personajes es algo que quizá
también contribuyó a su muerte.
Volvió a escribir en el Old Year Magazine hasta
su muerte. Poco después fue recibido por la reina Victoria,
la cual era gran lectora de sus obras.
En 1869 Dickens aceptó presidir el Birmingham and
Midland Institute, convirtiéndose así en su decimosexto presidente.
Cinco años después del citado accidente, el 9 de junio
de 1870, murió al día siguiente de sufrir una apoplejía, sin haber recuperado
la consciencia. Contra su deseo de ser enterrado en la catedral de Rochester
(la cercana a su domicilio), «de forma barata, sin ostentaciones y
estrictamente privada», lo fue en la llamada «Esquina de los Poetas» de
la Abadía de Westminster,
si bien se procuró respetar su deseo de privacidad.13 Circuló a su muerte un epitafio
impreso en el que se decía que «fue simpatizante del pobre, del miserable, y
del oprimido; y con su muerte, el mundo ha perdido a uno de los más grandes
escritores ingleses». Dickens estipuló que no se erigiera ningún monumento en
su honor; su única estatua de tamaño natural data de 1981, fue realizada por
Francis Edwin Elwell, y se encuentra localizada en Clark Park, Filadelfia, en
los Estados Unidos. Su gran sueño fue el de ser libre y lo consiguió siendo
escritor.
Su novela Oliver Twist ha sido llevada en
numerosas ocasiones a la gran pantalla:
Dickens como editor de
sus obras
Dickens fue un periodista consumado antes de alcanzar
el éxito como escritor. Después de su ascenso a la fama, se enfrentó a una
serie de funciones como editor, resultándole poco interesantes, y no es sino
hasta 1850 cuando se convierte en el editor de
su propia revista de publicación semanal, Household Words y su
sucesora All the Year Round.
Dickens pasó por distintos oficios que siempre
involucraban las letras:
·
reportero de Ley Independiente (1829-1831)
·
cronista parlamentario de El espejo de Parlamento (1831-1832)
·
reportero, Verdadero Sol (1832-1834)
·
reportero, La crónica de la mañana (1834 a 1836)
·
editor, Miscelánea de Bentley (1837-1839)
·
fundador y editor, Reloj del Maestro Humphrey (1840-1841)
·
editor, The Daily News (1846)
Durante los últimos 20 años de su vida, Dickens fue
editor de su propia revista semanal, Household Words. A este nuevo
proyecto se sumaron sus ambiciones previas, pues pensaba realizar una revista
de corte serio, en donde hubiera cercanía con la literatura de manera más
crítica, y asimismo una mayor cercanía con la sociedad. El proyecto duró 9
años, en cuyas publicaciones desfilan su obras Tiempos difíciles, Casa
desolada y La pequeña Dorrit.
Al terminar su publicación en 1859 le
siguió la revista All the Year Round, que de igual manera trabajaba
con una producción semanal, compartiendo la misma ideología que la anterior. La
diferencia fue el uso de la ficción, que se introdujo como elemento principal.
Es aquí donde se publica Historia de dos ciudades. Esta significó
una gran evolución en su producción literaria, que fue más fluida, pues al ser
la revista semanal le otorgaba a Dickens tiempo para su cuidado y mejor manejo
en la redacción, impresión y tipografía, la cual era a doble columna y era más
cuidada. Cabe mencionar que también en estas publicaciones se imprimían
imágenes creadas especialmente para las obras; eran pequeños bosquejos de
ilustradores bastante cuidadosos. La revista dejó de circular a la muerte de
Dickens, en 1870.
Estilo literario
El estilo de Dickens es florido y poético, con un
fuerte toque cómico. Sus sátiras sobre el esnobismo de la aristocracia
británica —él llamaba a uno de sus personajes «El Refrigerador Noble»— son a
menudo populares. Comparaciones de huérfanos con accionistas o comensales con
muebles son algunas de sus más aclamadas ironías.
Personajes

Escena de Cuento de Navidad
A Dickens lo han llamado un autor cuyos personajes son
de los más memorables y creativos en la literatura inglesa —si no
exclusivamente por sus peculiaridades insólitas, con certeza por sus nombres—.
Personajes, como Ebenezer Scrooge,
Fagin, Mrs. Gamp, David Copperfield,
Charles Darnay, Oliver Twist,
Micawber, Pecksniff, Miss Havisham,
Wackford Squeers y muchos otros, son tan bien conocidos, que se puede hasta
creer que tienen una vida fuera de sus novelas y que sus historias continuarían
con otros autores. A Dickens le encantaba el estilo del siglo XVIII, el romance
gótico, incluso lo llegó a tomar a juego —Northanger Abbey, de Jane Austen, fue una muy conocida parodia— y
mientras algunos son grotescos, sus excentricidades no suelen eclipsar sus
historias. Uno de los personajes mejor dibujados dentro de sus novelas es la
misma Londres. Desde los bares de las afueras de la ciudad hasta las orillas
del Támesis, todos los aspectos de la capital británica son descritos por
alguien que la amaba verdaderamente y que pasaba muchas horas caminando por sus
calles.
Novelas por entregas
La mayoría de las obras maestras de Dickens fueron
escritas como entregas mensuales o semanales en periódicos como El reloj de
maese Humphrey y Household Words, siendo
posteriormente reimpresas en libros. Estas entregas hacían las historias más
baratas y accesibles. Los seguidores estadounidenses, incluso esperaban en los
puertos de Nueva York gritando sobre la multitud de un barco que arribaba
«¿Está la pequeña Nell muerta?». Parte del gran talento de Dickens era
incorporar su estilo por entregas con un coherente final de novela. Sus números
mensuales fueron ilustrados por, entre otros, «Phiz» (seudónimo de Hablot
Browne). Entre sus más famosos trabajos están Grandes esperanzas, David
Copperfield, Oliver Twist, Historia
de dos ciudades, Casa desolada, Nicholas Nickleby, Los
papeles póstumos del club Pickwick y Cuento de Navidad.
Su forma de concebir los personajes puede entenderse
al analizar su relación con los ilustradores. Dickens trabajó muy cercanamente
con los ilustradores, al comienzo les daba un prospecto del trabajo,
asegurándose de que los personajes y los ambientes eran tal como él los
imaginaba. Al leer la correspondencia entre el autor y el ilustrador, pueden
ser mejor entendidas las intenciones de Dickens, lo que estaba oculto en su
arte está plenamente explicado en estas cartas. Otro hecho que revelan las
misivas es que los intereses del lector no siempre coincidían con los del
autor. Un gran ejemplo de esto aparece en la novela mensual Oliver
Twist. En un episodio de la misma, Dickens metió a Oliver en un enredo de
un robo. Esta entrega concluía cuando Oliver recibía un disparo. Los lectores
estimaron que se verían forzados a esperar sólo un mes para saber cómo había
salido el protagonista de ese disparo, pero Dickens no reveló lo que sucedió
con el joven Oliver en el siguiente número sino que los ansiosos lectores
tuvieron que esperar dos meses para descubrir si el niño viviría. Esto muestra
cómo el deseo de un lector involucrado —de saber qué había sucedido— no
coincide con la intención del autor, que era la de extender la intriga.
Otro efecto importante del estilo episódico fue la
exposición a las opiniones de sus lectores. Como Dickens no escribía sus
capítulos mucho antes de su publicación, podía comprobar la reacción pública y
cambiar la historia dependiendo de esas mismas reacciones. Un ejemplo de este
proceso puede ser visto en sus entregas semanales de la Vieja tienda de
antigüedades, que es la historia de una persecución. En esta novela, Nell y
su abuelo huyen del villano, Quilp. El progreso de la novela sigue el gradual
éxito de la persecución. Mientras Dickens escribía y publicaba las entregas
semanales, su buen amigo John Forster le señalaba a Dickens: «Sabes que tendrás
que matarla, ¿verdad?». El porqué de este final, se puede explicar por un breve
análisis de la diferencia entre la estructura de una comedia y la de una
tragedia. En una comedia, la acción cubre una secuencia «tú crees que ellos van
a perder, crees que perderán, ellos vencen». En una tragedia es: «Tú crees que
ellos vencerán, crees que vencerán, ellos pierden». Como se ve, la conclusión
dramática de la historia está implícita en la novela. Así, cuando Dickens
escribió la novela en forma de tragedia, el infortunado desenlace era una
conclusión ya sabida. Si él no hubiera deseado que su heroína perdiera, no
debió completar la estructura dramática. Dickens admitió que su amigo Forster
tenía razón y, en el final, la pequeña Nell fallece. Dickens también admitió
que no deseaba matar a Nell, pero era un novelista y tenía que completar la estructura
de la novela.
Crítica social
Charles Dickens por Frith
Las novelas de Dickens eran, entre otras cosas,
trabajos de crítica social.
Él era un fiero crítico de la pobreza y de la estratificación social de la
sociedad victoriana. A través de sus trabajos, Dickens mantenía una empatía por
el hombre común y un escepticismo por la familia burguesa. La segunda novela de
Dickens, Oliver Twist (1839),
fue responsable de la limpieza del actual arrabal de Londres que fue la base de
la historia La isla de Jacob. Además, con el personaje de una
trágica prostituta, Nancy, Dickens «humanizó» a tales mujeres para los
lectores, mujeres que eran apreciadas como «desafortunadas», inmorales víctimas
inherentes de la economía del sistema victoriano. La casa desolada y La pequeña Dorrit elaboraron
extensas críticas hacia el aparato institucional victoriano: los interminables
litigios de la corte de la Cancillería que destruyeron las vidas de las
personas en La casa desolada y el ataque doble en La
pequeña Dorrit con la patente ineficiencia y corrupción de las
oficinas y con la irregular especulación de los mercados.
Técnicas literarias
A menudo Dickens usaba idealizados personajes y
escenas de alto toque sentimental contrastando con sus caricaturas y las
terribles verdades sociales que revelaba. La larga escena de la muerte de la
pequeña Nell en la Vieja tienda de antigüedades (1841) fue recibida
como increíble y conmovedora por los lectores de su época, pero fue vista como
ridículamente sentimental por Oscar Wilde. En 1903 Chesterton dijo, acerca del mismo tema,
«No es la muerte de la pequeña Nell, sino la vida de la pequeña, lo que
objeto».
En Oliver Twist, Dickens proporciona a los
lectores un idealizado retrato de un joven irrealmente bueno, cuyos valores
jamás son subvertidos por brutales orfanatos o forzadas intervenciones en una
banda de pequeños carteristas. También sus posteriores novelas se centran en
personajes idealizados (como Esther Summerson en Casa desolada y
Amy Dorrit en La pequeña Dorrit) este idealismo sirve solo para destacar el fin
de Dickens de conmover con su crítica social. La mayoría de sus novelas están
relacionadas con el realismo social, enfocándose en mecanismos de control social
que dirigen las vidas de las personas (por ejemplo en las redes industriales
en Tiempos difíciles y códigos de clase hipócritas y
excluyentes en Nuestro amigo mutuo).
Dickens también emplea increíbles coincidencias (por
ejemplo, Oliver Twist resulta ser el sobrino perdido de una familia de la alta
sociedad que por azar lo rescata de un peligroso grupo de carteristas). Estas
coincidencias son comunes en el siglo XVIII —siglo de las novelas picarescas
(como Tom Jones de Henry Fielding), que Dickens disfrutaba
bastante—. Para Dickens esto era un índice de un Cristianismo humanitario que
lo llevaba a creer que el bien al final siempre vence, incluso de formas
inesperadas. Viendo esto desde un contexto biográfico, la vida de Dickens,
contra lo que se esperaba, lo llevó desde una desconsolada niñez forzado a
trabajar largas horas en una fábrica de botas a la edad de 12 años (cuando su
padre se encontraba en la prisión por deudas) hasta su estatus como el
novelista más popular de Inglaterra a la edad de 27 años.
.
Elementos
autobiográficos
Todos los autores incorporan elementos biográficos en
sus ficciones, pero con Dickens esto es muy notable, incluso cuando temía
ocultar lo que él consideraba su vergonzoso, humilde pasado.
David Copperfield es una de las
más claras autobiografías, pero las escenas de la Casa desolada de
interminables casos de la corte y argumentos legales pudieron venir sólo de un
periodista que tuvo que reportarlos. La propia familia de Dickens fue enviada a
la prisión por pobreza, un tema común en muchos de sus libros, y la detallada
descripción de la vida en la prisión de Marshalea en La pequeña Dorrit es
debida a las propias experiencias de Dickens en aquella institución.
La pequeña Nell, en La vieja tienda de
curiosidades es un pensamiento que representa a su propia cuñada, el
padre de Nicholas Nickleby y Wilkins Micawber son, con seguridad, el propio
padre del autor, así como la señora Nickleby y la señora Micawber son similares
a su madre.16 La naturaleza esnob de
Pip de Grandes esperanzas también tiene cierta afinidad con el
mismo autor. Dickens pudo haber dibujado sus experiencias infantiles, pero él
estaba también avergonzado de ellas y no revelaría que sus propias narraciones
venían de la mugre.
Muy pocos conocían los detalles de su vida hasta
después de seis años de muerto, cuando John
Forster publicó una biografía en la
cual Dickens había colaborado. Un pasado oscuro en tiempos victorianos pudo
viciar reputaciones, así como a algunos de sus personajes, y éste era quizá el
propio temor de Dickens.
Recepción
Estudiosos y escritores como George Gissing y G. K. Chesterton defendieron y aclamaron
su dominio de la lengua inglesa como inigualable, sus personajes como
inolvidables, y en gran medida su profunda sensibilidad social. No obstante,
también recibió críticas de lectores importantes —George
Henry Lewes, Henry James y Virginia Woolf, entre ellos— los cuales
achacaron ciertos defectos a sus obras, como el sentimentalismo efusivo,
acontecimientos irreales y personajes grotescos.17
Legado
Sello en las guardas de The Centenary Edition of The Works of
Charles Dickens in 36 Volumes.
Charles Dickens era una personalidad muy reconocida y
sus novelas fueron muy populares durante su vida. Su primera novela
terminada, Los
papeles póstumos del Club Pickwick (1837), le otorgó una
inmediata fama que continuó durante toda su carrera. Mantuvo una gran calidad
en todos sus escritos y aunque raramente se apartaba de su típico método
dickensoniano de siempre intentar escribir una gran «historia» en una manera
convencional (la doble narración de Casa Desolada es una notable excepción),
experimentó con numerosos temas, caracterizaciones y géneros. Algunos de estos
experimentos fueron más exitosos que otros y la apreciación pública de sus
obras variaron a través del tiempo. Normalmente se alegraba de dar a sus
lectores lo que ellos querían y la publicación mensual o semanal de sus
trabajos en episodios significaban que el libro podría cambiar mientras la
historia ocurría según el gusto del público. Un buen ejemplo de esto son los
episodios americanos de Martin Chuzzlewit, los cuales fueron
puestos como respuesta de Dickens a más bajo precio de sus primeros capítulos.
En Nuestro amigo mutuo la inclusión del personaje de Riaj fue
un positivo retrato de un personaje judío, después de la que criticó con Fagin
en Oliver Twist.
Su popularidad menguó un poco tras su muerte, pero
sigue siendo uno de los más conocidos y más leídos de los escritores
británicos. Al menos 180 películas y adaptaciones para la televisión basadas en
los trabajos de Dickens confirman el mencionado éxito. Muchos de sus trabajos
fueron adaptados para el escenario durante su vida y ya en 1913 se realiza una
película muda de Los papeles póstumos del Club Pickwick.
Sus personajes fueron, a menudo, tan memorables, que
parecía que habían cobrado vida propia. Gamp se volvió una expresión de jerga
para una sombrilla por el personaje de la Señora Gamp, y Pickwickian,
Pecksniffian y Gradgrind entraron a los diccionarios debido a los retratos que
les hizo Dickens, como quijotescos, hipócritas o insensibles. Sam Weller, el
irreverente y atolondrado ayuda de Cámara de Los papeles póstumos del
Club Pickwick, era una temprana superestrella, tal vez más conocido que su
autor al principio. Esto sucede también en su más conocida novela Cuento de Navidad, con nuevas adaptaciones
casi todos los días. Es también la más filmada de las historias de Dickens;
muchas versiones datan desde los inicios del cine. Este simple cuento moralista
con su tema de redención, para muchos, suma todo el verdadero significado de la
Navidad y eclipsa todas las demás historias; además, muestra figuras
arquetípicas (Scrooge, Tiny Tim, los fantasmas de Navidad) de la conciencia
occidental. Cuento de Navidad fue escrito por Dickens en un
intento de prevenir un desastre financiero como resultado de las bajas ventas
de Martin Chuzzlewit. Años después, Dickens compartiría que siempre estuvo
«profundamente afectado» al escribir Cuento de Navidad y la
novela rejuveneció su carrera como un renombrado autor.
En un tiempo en el que Gran Bretaña era el mayor poder
político y económico del mundo, Dickens destacó la vida de los pobres olvidados
en el corazón del imperio. A través de su periodismo hizo campaña sobre
cuestiones específicas —como la higiene y las workhouses— pero su
ficción era probablemente lo más poderoso para cambiar la opinión pública sobre
las desigualdades de clase. Seguidamente describió la explotación y represión
de los pobres y condenó a las instituciones públicas oficiales que permitían la
existencia de tales abusos. Su más estridente acusación sobre estas condiciones
está en Tiempos difíciles (1854), su única novela que trata de
la clase obrera. En este trabajo, utiliza tanto la virulencia como la sátira
para ilustrar cómo este marginado estrato social fue denominado como «Manos»
por los empresarios, esto es, que no eran realmente personas, sino sólo
apéndices de las máquinas que operaban.
Sus escritos inspiraron a otros, en particular, a
periodistas y figuras políticas, para incluir en sus agendas estos problemas de
opresión de clase. Por ejemplo, las escenas de prisión en La pequeña
Dorrit y Los papeles póstumos del Club Pickwick fueron
los primeros instigadores en la destrucción de Marshalsea y Fleet Prison. Así
como Carlos Marx dijo, Dickens y otros novelistas de la Inglaterra victoriana
«...exhibían al mundo más verdades sociales y políticas que las que eran
pronunciadas por políticos profesionales, publicistas y moralistas juntos...».
La popularidad excepcional de sus novelas, incluso aquellas con temas de
oposición social (Casa desolada, 1853, La pequeña Dorrit,
1857, Nuestro amigo mutuo, 1865) subrayaban no sólo su casi natural
habilidad para crear apremiantes historias e inolvidables personajes, sino que
también aseguraban que los temas públicos sociales y de justicia que
normalmente eran ignorados, fuesen enfrentados.
Su ficción, con continuas descripciones de la vida
inglesa del siglo XIX, ha venido a simbolizar con exactitud y anacronismo la
sociedad victoriana (1837-1901) como uniformemente «dickensiana», cuando de
hecho, sus novelas relatan el periodo que va de 1770 a 1860. En la década
siguiente a su muerte, ocurrida en 1870, un más intenso pesimismo filosófico y
social se impusieron en la ficción británica, estos temas contrastaban con la
fe religiosa que acompañó incluso a la más desoladora de las novelas de
Dickens. Posteriores novelistas de la Inglaterra victoriana, como Thomas Hardy y George
Grissing fueron influenciados por
Dickens, pero sus trabajos exhiben una carencia de creencia religiosa y
retrataban personajes inmersos en las fuerzas sociales (principalmente los de
la clase baja) que estaban destinados hacia un trágico final más allá de su
control.
Los novelistas continúan influenciados por sus libros;
por ejemplo, escritores como Anne Rice, Tom Wolfe y John Irving evidencian conexiones
directas con Dickens. El humorista James
Finn Garner hasta escribió una versión «políticamente correcta»
de Un cuento de Navidad. De cualquier manera, Dickens se mantiene
hoy como un brillante innovador y algunas veces defectuoso novelista cuyas
historias y personajes se han convertido no sólo en arquetipos literarios sino
también en parte de la imaginación pública.
Obras
Novelas
Cuentos
·
Una canción de Navidad (1843)
(conocida también como Un cuento de Navidad y Los
fantasmas de Scrooge)
·
Las
campanas (1844)
·
El grillo del hogar (1845)
·
La batalla de la vida (1846)
·
El hechizado (1848)
·
Una casa en alquiler (1858)
·
El guardavía (1866)
Cuento
de Navidad: el clásico
De Charles Dickens
El señor Scrooge era un hombre mayor, rico, solitario y sin amigos. Era un
hombre muy serio, que no hacía más que ir de su casa a su oficina, sin
siquiera mirar a la gente que lo rodeaba.
Cuando se acercaba la Navidad, Scrooge se volvía aún más huraño. Creía que
era todo una gran pérdida de tiempo, ¡para él la Navidad era un día como
cualquier otro! Era víspera de Navidad y el señor Scrooge estaba, como siempre
en su despacho, revisando papeles, mientras su secretario trabajaba en el
recibidor. Sintió un murmullo que provenía desde la puerta de la oficina y de
repente, sin darle tiempo a esconderse como hacía siempre, vio entrar a su
sobrino con una gran sonrisa. Venía a desearle felices navidades y a invitarlo
a pasar la noche con él y su familia.
El anciano lo despidió de malas maneras, diciéndole que estas fiestas eran
solo paparruchas. Su secretario, que seguía trabajando aunque ya era tarde y
todo el mundo estaba llegando a sus casas para pasar la Nochebuena en familia,
le pidió permiso para retirarse. Scrooge se lo concedió, pero le dijo que el
día después de Navidad tendría que llegar más temprano para recuperar el
día festivo.
Una visita inesperada
Cuando ya era de noche y no quedaba alma viva por la calle, el anciano se
marchó a su casa, un edificio frío y lúgubre. Se preparó para irse a dormir,
pero cuando estaba a punto de acostarse, sin poder salir de su asombro vio un
fantasma que se apareció frente a él: lo reconoció al instante, era su antiguo
socio Marley, muerto unos años antes. Marley le dijo que estaba allí para
hacerle abrir los ojos, que todavía estaba a tiempo de cambiar su vida. El
espectro le contó que su alma no descansaba en paz por culpa de la vida que
había llevado, y que Scrooge iba por el mismo camino. Le dijo que en las
siguientes noches, tres espíritus vendrían a visitarlo. Al terminar de
pronunciar estas palabras, el fantasma de Marley desapareció.
Los espíritus
La primera noche, llegó a visitarle el espíritu de las navidades
pasadas; lo llevó consigo a visitar el lugar donde había crecido, y
Scrooge pudo verse a sí mismo de niño y de joven, siempre triste y solo.
También pudo ver su hermana, que había muerto hace muchos años, y recordó
lo mucho que la quería.
Llegó la segunda noche, y mientras el anciano esperaba al segundo espíritu,
pudo ver una luz provenir desde el cuarto de al lado. Entró y vio una mesa
vestida para fiesta repleta de platos con diferentes comidas. Junto a la mesa,
había un hombre con una antorcha: era el espíritu de las navidades
presentes. Juntos fueron al centro del pueblo, y vieron cómo la
gente entraba y salía de las tiendas, compraba regalos y deliciosos
manjares para la cena de Navidad.
Luego fueron a la casa del secretario, y el viejo pudo verlo con su
familia, riendo felices a pesar de la pobreza en la que vivían, y de que el
niño más pequeño estaba enfermo. Desde allí fueron a casa del sobrino de
Scrooge, y pudo ver cómo la familia disfrutaba de la noche de Navidad riendo y
jugando. Luego el espíritu llevó al anciano de nuevo a su cuarto.
A la noche siguiente se presentó el espíritu de las navidades futuras.
Salieron a la calle y encontraron gente que hablaba de alguien que había
muerto. Luego vieron a otras personas vendiendo las posesiones del difunto, y
también le enseñó la casa de su secretario, donde todos lloraban porque el hijo
pequeño había muerto. Por último, fueron a ver el cadáver de el hombre muerto
que estaba en su cama cubierto por una sábana: el anciano la levantó y pudo ver
que la persona muerta era él mismo, el sr. Scrooge.
Un despertar feliz
A la mañana siguiente, Scrooge despertó y se dio cuenta que todo había sido
un sueño. No habían pasado 3 días, era Navidad, y este descubrimiento lo hizo
saltar de la cama loco de contento. Salió a la calle corriendo y entró a una
tienda de alimentos, le pidió al negociante que le vendiera el pavo más grande
que tuviera y que lo llevara a casa de su secretario. Luego se vistió con sus
mejores galas y fue a casa de sus sobrino, saludó a todos abrazándoles y pasó el día con
ellos, riendo y jugando. A la mañana siguiente, cuando el secretario llegó a la
oficina, le dio un aumento y le prometió encontrar a los mejores médicos para
que su hijo pudiera curarse. Desde entonces fue un hombre honesto y
feliz, al que todos querían. Y sus navidades nunca más fueron tristes y
solitarias.
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El reno Moritz y su
extraña nariz
Una inspiración sin escritor
Cada
Navidad, los renos de Papá Noel sacaban brillo a su elegante cornamenta, se
limpiaban sus pezuñas hasta que relucían y visitaban la peluquería de la vieja
Rena Recareda con la intención de que les cortara el pelo de su cuerpo, lo
lavara con el mejor de los champús, y les dejara a todos tan guapos que casi
ninguno se reconocía.
Era un
procedimiento extraño este de los renos. Los duendes de la Navidad se
preguntaban una y otra vez cuál sería el motivo de que los renos se pusieran
tan guapos para repartir los regalos navideños:
– De qué les
servirá tener las pezuñas limpias si en cuanto comiencen su viaje se van a
llenar de nieve, de tierra, de asfalto, de lluvia…¡qué absurdo!
– Y para qué querrán ir bien afeitados y con el pelo impecable, si con tanto viento en un abrir y cerrar de ojos se les pone a todos el pelo hecho una pena…
– Y para qué querrán ir bien afeitados y con el pelo impecable, si con tanto viento en un abrir y cerrar de ojos se les pone a todos el pelo hecho una pena…
Y es que a
los duendes, al contrario que a los renos, les gustaba revolcarse por el suelo,
saltar de charco en charco y sobre todo, hacer muchas muchas travesuras.
Les gustaba
esconderle cosas a Papá Noel, o cambiárselas de sitio para que él, tan
despistado, se las pusiera al revés (aún se mueren de risa cuando recuerdan la
Navidad que el pobre no se dio cuenta y repartió todos sus regalos con su gorro
para dormir en vez de con su elegante gorro rojo: ¡Menos mal que no le vio
nadie!).
También les
gustaba cambiar las etiquetas de los regalos de los niños (Papá Noel ya se sabe
este truco y siempre, antes de partir, revisa todas y cada una de las
etiquetas, pero como ya hemos dicho, es tan despistado que siempre se le pasa
alguna tarjeta. ¿No os ha pasado nunca que os ha llegado un regalo que no
habíais pedido en vez de ese que teníais tantas ganas de recibir? La culpa es
de los traviesos duendes).
Pero lo que
más les gustaba a los duendes de la Navidad era chinchar a los renos, que se
ponían tan elegantes para repartir los regalos en Nochebuena. Con su magia, los
duendes eran capaces de las peores cosas: les despeinaba, le llenaban de ramas
sus cornamentas, y salpicaban de barro sus limpísimas pezuñas. Pero un año, los
duendes hicieron algo que no habían hecho nunca…
Para esta
travesura, eligieron al Reno más presumido de todo el grupo. Se trataba de
Moritz, el reno al que le encantaba su nariz. Decía que era tan bella que podía
competir con Rodolfo, el famoso reno de Papá Noel que con su nariz roja había
conseguido convertirse en el más importante y famoso reno de todos los tiempos.
– Así que el
reno Moritz, no para de presumir de su nariz – cuchicheaban los duendes
divertidos…
– Creo que se merece una lección, ¿no os parece?
– Creo que se merece una lección, ¿no os parece?
Y todos
estuvieron de acuerdo en que a Moritz había que darle donde más le dolía: ¡en
la nariz!
– Oye
Moritz, ¿sabes cómo consiguió Rodolfo su nariz roja?
Moritz no
tenía ni idea, así que agitó su cornamenta en señal de negación.
– Pues fue
gracias a los duendes. Nosotros se la volvimos roja como un tomate y gracias a
eso se convirtió en el reno más famoso de la Navidad.
– ¿Gracias a vosotros? ¿Y cómo lo hicisteis?
– Pues con ayuda de la magia… si quieres también podemos hacerlo contigo.
– ¿Gracias a vosotros? ¿Y cómo lo hicisteis?
– Pues con ayuda de la magia… si quieres también podemos hacerlo contigo.
Al reno
Moritz se le iluminó la nariz de felicidad…
– ¿Me la
pondríais roja a mí también?
– Pues podríamos ponértela roja, pero eso ya está muy visto. ¿No te apetece ponértela azul? – exclamaron todos los duendes sin poder contener la risa.
– ¿Azul? Pero… ¿no es eso muy raro?
– Qué va, qué va…el azul es el color de la navidad, ¿no lo sabías? – exclamó un duende guiñándole el ojo al resto, que continuaron con la broma.
– Claro, Moritz, todos piensan que el rojo es el color de la Navidad, pero no es cierto. ¿De qué color es el cielo por el que hacéis vuestro largo trayecto?
– Pues, pues azul – exclamó confundido Moritz.
– Y de ¿qué color es el mar sobre el que voláis cuando repartís los regalos?
– Pues, pues azul – repitió Moritz cada vez más confundido.
– ¿Lo ves? El azul es el color de la Navidad, sin duda.
– Pues podríamos ponértela roja, pero eso ya está muy visto. ¿No te apetece ponértela azul? – exclamaron todos los duendes sin poder contener la risa.
– ¿Azul? Pero… ¿no es eso muy raro?
– Qué va, qué va…el azul es el color de la navidad, ¿no lo sabías? – exclamó un duende guiñándole el ojo al resto, que continuaron con la broma.
– Claro, Moritz, todos piensan que el rojo es el color de la Navidad, pero no es cierto. ¿De qué color es el cielo por el que hacéis vuestro largo trayecto?
– Pues, pues azul – exclamó confundido Moritz.
– Y de ¿qué color es el mar sobre el que voláis cuando repartís los regalos?
– Pues, pues azul – repitió Moritz cada vez más confundido.
– ¿Lo ves? El azul es el color de la Navidad, sin duda.
Y todos los
duendes asintieron divertidos. Tanto insistieron, que Moritz, cada vez más
confundido, acabó por fiarse de ellos y dejar que le pusieran la nariz de ese
color tan “navideño”.
– Porque la
Navidad magia a los duendes nos da, haz que Moritz tenga azul su nariz.
Nada más
decirlo, la nariz oscura y respingona de Moritz fue tornándose más y más
clarita, hasta convertirse en un llamativo punto azul que contrastaba con el
pelaje marrón del reno. Al ver aquella nariz tan azul, los traviesos duendes no
pudieron evitar una carcajada.
– ¿Por qué
os reís? ¿Acaso no me queda bien? – exclamó asustado Moritz buscando un espejo
donde poder mirarse.
– No, no, que va…¡te queda fenomenal! – mintieron todos los duendes, pensando que cuando el reno viera su nariz azul en el espejo se volvería loco.
– No, no, que va…¡te queda fenomenal! – mintieron todos los duendes, pensando que cuando el reno viera su nariz azul en el espejo se volvería loco.
Sin embargo
Moritz en vez de enfadarse al ver su nariz azul, se puso de lo más contento.
– ¡Teníais
razón! El azul es el color de la Navidad: ¡me queda fenomenal! – y se marchó
muy feliz a ver al resto de renos ante la cara de asombro de todos los duendes.
Cuando el
resto de renos vieron la ridícula nariz de Moritz comenzaron a reírse de él.
Pero Moritz no les hizo ni caso: se sentía tan guapo con aquella nariz única
que nada de lo que pudieran decirle le haría cambiar de idea.
Y así fue
pasando el tiempo y los renos pronto se acostumbraron a la nariz azul de
Moritz. Por su parte, los duendes, que habían planeado reírse durante años y
años de aquella pesada broma, tuvieron que reconocer que su truco de magia les
había salido mal.
Y es que
gracias a la nariz azul de Moritz, este se convirtió en uno de los renos más
populares de la Navidad (con permiso del reno Rodolfo, claro está).
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Estimado Eduardo:
ResponderEliminarMuchas gracias por el excelente el cuento de Marco Denevi. Me gusta particularmente su estilo.
Quiero pedirte que por favor insistas que los comentarios sean en este Blog. Te lo pido porque los que te agradecen por e-mail, le envian el correo a todos los receptores del cuento, lo cual no es seguramente su intención.
Gracias!
Hola y muchas gracias poe tus conceptos. Respecto a los comentarios, siempre insisto pero nadie me hace caso. Parece que debe ser más fácil apuntar directamente a mi correo.
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