viernes, 25 de noviembre de 2016

Noche de esteno

NOCHE DE ESTRENO



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            Las Luces del día poco a poco se retiraban de la gran ciudad. Conforme se retiraba el sol, las lámparas de luz artificial se iban encendiendo. La fachada del teatro lírico mostraba su mejor ángulo y las marquesinas poco a poco se exhibían glamurosamente. En la calle, los automóviles mal estacionaban para permitir el mejor acceso de sus pasajeros, afectaba la circulación normal.
            Frente a las puertas del Teatro, las filas de público formaban largas hileras esperando la autorización para ingresar. Aún faltaba mucho para el inicio de la función, pero el público presente, los espectadores, se mostraban deseosos de ingresar imaginando que así el tiempo sería más breve.
            La gente se formaba conforme la ubicación que había obtenido con su entrada. La mayoría contaba con un lugar designado, aunque una pequeña minoría, los retrasados, aún no contaban con su entrada. En Boletería quedaban pocas localidades; ninguna en buen lugar.
            Filas por la derecha y por la izquierda se formaron  a partir de la puerta de ingreso, ellas conforme la localización de su reserva. A la derecha estaban los de Platea baja y alta. Al lado, también por la derecha, pero con menos público, los palcos y cazuela. Por la izquierda, una larguísima fila formaba a quienes tenían pases para el paraíso o gallinero, o sea, el sitio más económico o con precios más populares.  
            Ésta se caracterizaba por mostrar un público con atuendos comunes o de calle, muy distinto a quienes tenían pases para plateas o palcos cuyos vestidos eran una exhibición de costosos ropajes y, porque no decirlo, también de joyas.
            Los minutos pasaban y conforme se acercaba la hora del espectáculo el murmullo era cada vez mayor. La fila para platea era casi toda de gente que se conocía y aprovechaban no solo a saludarse sino también a conversar.

            Puertas adentro, la Boletería vendía trabajosamente sus últimas localidades explicando en cada caso el porqué tal o cual entrada tenía menor valor señalando en cada caso cual era la dificultad que presentaba frente al espectáculo.

            Dentro del teatro, todo estaba preparado. El iluminador frente a su panel de controles y el resto, también preparados para cuando haga falta o sea necesario.
            En el Hall central, las acomodadoras –impecablemente uniformadas- ya estaban listas para recibir al público. A cada lado de cada puerta de acceso al auditorio dos pequeñas mesitas apilaban ordenadamente los programas. Cada joven acompañaba a cada asistente para ubicarlo en el lugar designado en su entrada; si era uno solo, le entregaba un solo programa, si la ubicación era para varios, conforme la propina entregaba más de un ejemplar.
            Así la sala se fue poblando y junto a las plateas el resto del teatro supo ser completado.
            Todo estaba listo. Las figuras principales -cuya biografía, currículum y fotografía se exhibía en el programa antes del argumento de la opera a representarse- ya estaban en su camerino dispuestos para salir a escena. En ámbitos separados pero anexos al escenario, en silencio y muy ordenados se encontraban los niños del coro infantil. No lejos de allí, los coreutas mayores tenían su espacio y a su lado los pasantes.
            Delante del proscenio, a bajo nivel, puede observarse la fosa con los músicos ya prestos para el inicio.
            Las luces poco a poco pierden potencia y la oscuridad va ganando el espacio. También la fosa del los músicos pierde luminosidad quedando apenas luz para leer las partituras.
            Un aplauso cerrado nos indica la llegada del Director de la Orquesta, quien con su cabeza (que es lo único que apenas se ve de él) agradece la calurosa recepción. Levanta su batuta y los músicos suavemente dan comienzo a la obertura…
            El silencio es total y absoluto, como se suele decir “no vuela ni una musca”. De pronto un celular no apagado suena insistentemente. Su dueño expresa: “¿Cómo que ya la internaron y que tuvo mellizos?” SIIIIIIIII, SOY PAPÁ DE MI PRIMER HIJO… DIGO,  DE MIS PRIMEROS DOS HIJOS.
            El aplauso y los “bravo” no se hicieron esperar y antes que terminen los vivas y felicitaciones el hombre abandonó corriendo la sala.

Ahhh, el espectáculo debe continuar. 
           
 Eduardo Juan Foutel

Primavera 2016

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