El descamisado
Siempre había soñado con hacer una
obra que lo perpetúe. Pero aquella mañana, cuando recibió la oferta, el
desencuentro entre el artista y el hombre se evidenciaron bloqueando una
respuesta franca y categórica.
La lucha interna, aunque inadvertida plenamente por él mismo, ya
había comenzado.
Los elegantes visitantes no entendían cuál era su cavileo. No
obstante ello, le plantearon acabadamente cuales eran sus pretensiones a la par
de expresarle que respecto al precio no había problema (terminando la frase con
un “siempre que fuera razonable”).
Tres días más tarde, aquellos visitantes concertaron una nueva
reunión con el artista en su taller.
A la hora acordada, se presentaron buscando una respuesta a la
propuesta formulada o, en su defecto, la indicación de éste respecto de otro
artista que pueda levar adelante tal encomienda.
Luego de haber pensado, el plástico dio una respuesta favorable que
realmente satisfizo a los visitantes.
Los tres hombres, sindicalistas ellos, habían concurrido al taller
del maestro convencidos que este les haría un trabajo de acuerdo con sus
expectativas estéticas e ideológicas, toda vez que la carta de presentación que
los llevó al taller fue la circunstancia de que el mismo artista había
realizado varios monumentos a Eva Perón
e incluso, a pedido de la Provincia de Santa Cruz, del matrimonio Kirchner
cuando él era presidente.
Estos antecedentes lo sindicaban al artista con una comunión
ideológica con el pensamiento sindical, elemento vital e insoslayable (para
ellos) para poder realizar e
interpretar uno de los íconos más
grandes que tiene el movimiento obrero, aquel que supo generar el hecho
político más importante del siglo XX en el país, “el 17 de octubre”.
Luego de varias aproximaciones al tema, nos encontramos que la
solicitud formulada era solo parte de un proyecto mayor que no solo se trataba
de una escultura de “El descamisado” sino también de medallas de oro, plata y
bronce para entregar, a modo de deferencia de la Institución que presidían, a
personajes a quienes pretendían distinguir en el mundo de la política, la
ciencia y la comunidad.
Esto lo proyectaba aún más como plástico ya que su obra se renovaría
permanentemente no solo con la exhibición del monumento sino con la entrega de
cada medalla.
II
El sí ya estaba dado y los
locatarios de la obra no pusieron reparo alguno cuando el artista le solicitó
un adelanto ya que los pasos preparatorios y los materiales que la ejecución de
la obra requiere, son muy costosos.
Con los primeros elementos en el taller, lápiz en mano, el escultor
inició su labor.
Luego de haber desechado barios bocetos, pues no alcanzaban a
satisfacerlo, comenzó a hacer un análisis al respecto no solo de qué
significaba hoy un descamisado, sino cómo debía representarlo para que contenga
la aprobación de todos y cada uno de los observadores de la escultura, como de
aquellos que miraban la obra como una expresión artística desprovista de
cualquier elemento ideológico.
Así comenzó a consultar sus libros y, porqué no decirlo, Internet, analizando
todas aquellas obras con un doble significado que había en el mundo. No tardó
mucho en descubrir que en los años 50 del siglo pasado, aquí en Buenos Aires,
un escultor español que trabajaba para el régimen, había sido comisionado para
realizar una obra escultórica monumental que desde el nivel del suelo hasta el
punto más elevado importaba una altura de más de ciento treinta metros,
divididos en un monumento de aproximadamente sesenta y cinco metros y un
pedestal de sesenta y pico donde se apoyaba, aunque todo era una unidad.
El tema se trató en el Congreso de la Nación quien autorizó las
partidas presupuestarias sin haberse puesto de acuerdo con el lugar de
emplazamiento.
La generadora del proyecto fue Eva quien no tardó en evidenciar su
enfermedad y, con la ayuda de los
siempre complacientes “siistas” pretendieron incorporar al Monumento al
Descamisado un espacio en su interior que le sirva de mausoleo a la Diosa Espiritual de la Nación, con
elementos similares a la tumba de Napoleón en Francia.
Con el proyecto ya definido del monumento en cita, comenzó el debate
dónde situarlo. Quienes eran partidarios de la Plaza de Mayo, proponían
desplazar la Pirámide de Mayo y localizar el monumento en el centro. Quienes no
compartían tal criterio, expresaban que el mejor lugar era sobre la Avenida 9
de julio en su confluencia con la Avenida de Mayo donde realmente se podría
apreciar, sobretodo teniendo en cuenta que sería el punto más alto de Buenos
Aires.
El artista había escuchado hablar
detal monumento / mausoleo, pero siempre pensó que era producto del
gorilismo del 55. Pero no, los datos hallados eran contundentes.
Pero más allá de aquel “Descamisado”, que seguramente en aquellos
años llevaría el trazo característico del momento, básicamente tomado del
anarquismo donde la representación del
trabajador contenía una fisonomía particular, de trazos gruesos, grandes
volúmenes con puños cerrados, bíceps y pectorales propios de un luchador, y
cara con rasgos duros y toscos: nariz gruesa, pómulos prominentes y labios como
inflados aunque, el todo, mantenía una
armonía particular.
Pero hoy, el trabajador debería tener otra representación ya que
aquella imagen que se exhibió en la Rusia bolchevique, en las llamadas
Repúblicas Populares o en los diarios y panfletos socialistas y anarquistas, ya
no tenían vigencia.
Pero “El Descamisado” ¿es un hombre de hoy o del 45?. Un
“descamisado” de nuestros días, ¿representa aquel “descamisado” que fuera un
ícono de la cultura política del laborismo nacional de entonces?.
No era fácil para el artista buscar un hilo conductor que permita
que el descamisado propuesto represente a aquel trabajador revolucionario del
45, solo movido por un pensamiento de justicia social y un profundo amor a
quienes luego divinizaron y veneraron con verdadera religiosidad y al actual.
Muchas conquistas se habían logrado y las necesidades de ayer no eran las de
hoy.
Desde otra perspectiva, desde la expresión plástica, hoy el arte se
manifiesta en forma diferente por lo que la representación debería ser
diferente. Otra estética nos gobierna.
Así pensando, estudiando y trabajando boceto tras boceto, pasaban
los días.
¿Qué hubiera hecho en este caso uno de los grandes de la plástica?.
Picasso, hombre de compromiso político y artista magistral, en una servilleta
en medio de una reunión con sus compañeros de ideología, dibujó una rosa, flor
esta que más allá de los tiempos sigue representando al pensamiento socialista
en el mundo. Y una paloma casi con un trazo, es la paz.
Pensar en un genio como Picasso, no solo no ayuda, sino que
complica.
Fue así como trató de analizar la cuestión desde la expresión que
denomina aquel ícono peronista.
Se preguntaba él porque descamisado. Y su respuesta surgió que la
denominación importaba él haberse quitado la camisa y tal acción obedeció,
seguramente, por el calor y consecuentemente la transpiración que le provocaba
el trabajo, circunstancia esta que para representarle debía modelar un torso
desnudo. Además, estéticamente, siguiendo un poco a los griegos, su contextura debía
ser musculosa o, para decirlo de otra forma, atlética pero sin exagerar
musculatura. Su composición debería ser algo así como un desnudo masculino o
sea un cuerpo dotado de hermosura, un adonis.
Con tal convencimiento, el artista comenzó a modelar aquel
“descamisado”, a quien imaginó con un brazo levantado como diciendo “aquí
estoy”, a la par de señalar un camino a seguir, gesto este que debe
interpretarse como el de la revolución.
La imagen ya estaba y el desarrollo de su composición avanza sin
prisa pero sin pausa.
Días más tarde, presentó a sus locatarios una muestra acabada de su
obra la que, no solo recibió la aprobación de la misma sino que, además,
encontró gran satisfacción por parte de la Institución comitente.
Como broche de oro y concordante con la satisfacción demostrada,
comisionaron al artista a realizar aquella escultura en una escala de dos
metros de altura para ser exhibida en la sede del sindicato.
Un tiempo después, la escultura “El Descamisado” se exhibía en un
lugar de privilegio en el salón de reuniones del secretariado.
III
La noche llegaba y el taller del
artista se cubría de sombras. Las distintas esculturas formaban, con las luces
del atelier, figuras fantasmagóricas. El escultor, cansado por un arduo día de
trabajo, decidió quedarse a dormir en el taller donde tenía dispuesto un sector
privado donde el trabajo era impropio y extraño.
Luego de comer algo para entretener el estómago, pues no tenía
previsto quedarse, se acostó a dormir.
Las agujas del reloj marcaban
el paso de la media noche. Minutos después alguien ingresaba al dormitorio
despertándolo.
Entre las tinieblas formadas por la oscuridad del cuarto y el
reflejo del foco de la esquina que se introducía por los vidrios de la ventana,
podía verse una silueta conocida para el escultor.
Luego de interrogarlo respecto de quién era y qué estaba haciendo en
su habitación violando su privacidad, escucho –desde las sombras- una voz que
le imputaba a él haberse exhibido con el torso desnudo.
El artista no podía creer ni lo que oía ni lo que veía. Era un
hombre de unos 35 años fiel reflejo de la escultura “El Descamisado” que días
antes había entregado.
-
No puede ser, estoy soñando.
¿Quién eres y qué haces en mi cuarto?, dijo no sin un pánico algo controlado.
-
Soy tu modelo. Soy quien
durante muchos años habitó tu mente, silencioso, pacífico, incógnito incluso
para ti.
-
¿Qué vienes a hacer en medio de
la noche? ¿Porqué me despiertas de esta forma tan temeraria?
-
La idea no es imponerte temor
sino preguntarte ¿porqué me elegiste a mí como modelo habiendo tantos otros
rendando en tu interior? No lo creo justo.
-
Yo no te elegí, simplemente
modelé una figura humana y se dio la casualidad que se parece a Usted.
-
Tengo la impresión que no sabes
de que estoy hablando. Hoy solo soy un espíritu, un alma errante, una entidad
metafísica que por tu intermedio –como un médium natural que eres- me personalizo y expreso. Yo fui un atleta,
he sido alguien que con la práctica deportiva logré desarrollar este cuerpo;
fuerte aunque sin marcas exageradas en mi musculatura. He logrado un equilibrio
envidiable. Por ello, cuando veo que me has tomado como un modelo para un
trabajador, un obrero, la representación impuesta no me gusta y es por ello que
hoy aquí estoy reclamándote modifiques los rasgos faciales para que el
trabajador descamisado de la escultura sea otro y no yo.
No pretendo amenazarte simplemente advertirte que ya no soporto más
esta situación. En un principio pensé que con el tiempo me acostumbraría. Luego
traté de mentirme diciéndome que finalmente
logré un cuerpo de tal belleza que hasta sirvió de modelo a un artista par
realizar una de las obras más importantes o de mayor trascendencia social. Pero
la verdad, no me conforma. Es por ello que te pido que recuperes la obra con
cualquier excusa y le modifiques los rasgos faciales o, para decirlo de otra
forma, un cambio de rostro. Cuánto tiempo necesitas para alterar la escultura,
una semana, diez días, quince o un mes. Bueno, te doy un mes de plazo. Si en
treinta días a partir de hoy no se modificó la obra, la destruyo sin más.
Con los ojos más abiertos que
nunca, igual que su boca, el escultor quedó sentado en la cama. No entendía si
soñaba o realmente se trataba de un alma en pena que reclamaba su derecho de
exclusividad de su imagen, o la que supo tener en su tránsito por el mundo de
los vivos. Pero el cansancio que lo llevó a dormir en el taller no tardó mucho
en vencerlo nuevamente para continuar durmiendo.
IV
Tres días más tarde seguía pensando en aquella pesadilla. Porque
para él aquel sueño se transformó en una pesadilla incluso más allá de toda
vigilia, también debió soportar el pensar en su descamisado.
Los caminos de la vida lo llevaron a comentar el tema con un vecino
del taller que solía acompañarlo en su trabajo, ya como organizador de la
mateada, ya como experto barredor. El viejo jubilado se evadía del peso de su
casa, donde se había transformado en el “cadete oficial” al servicio de sus
hijas y nietos, ya que el viejo hacía tiempo que había enviudado.
-
Lo que me dice Don no es
pavada. Las entidades andan aquí y allá y, si no hay ningún Pai que las contenga, puede hacer cualquier cosa.
-
De dónde sabes Vos esas cosas,
le preguntó el escultor a su colaborador voluntario.
-
Es que yo, no siempre pero si
muchas veces, he visitado a un Pai Umbanda quien sabe caminar estos territorios
desconocidos. Él sabe como reencarnarse en entidades y de alguna forma
controlar sus conductas. Es muy malo una Entidad enojada, furiosa sin nadie que
la encarne. Son capaces de ingresar a cualquier mortal y dirigirlo –por
ejemplo- hacerle hacer cosas que el hombre no haría ni sabe que está
realizando.
En un principio el escultor prestó atención a los dichos del viejo
vecino y colaborador, pero su formación científica, previa a su vocación
artística, rápidamente lo alejaron de aquel pensamiento para él mágico..
Así los días fueron transcurriendo y aquel pensamiento
esotérico cada día tenía menos
presencia. Así, virtualmente desapareció.
V
En el Secretariado del sindicato se ventilaban temas que hacían no
solo a la coyuntura política nacional sino también al importante papel que esa
Organización cumplía en la economía nacional.
Un paro de 72 horas había sido propuesto en la numerosa mesa,
reunión silenciosamente observada por la escultura del descamisado.
Tres tendencias pujaban por definir el camino a seguir. La
oficialista, que respondía al mandato gubernamental al pie de la letra; la
opositora, que cualquier lucha contra el gobierno corrupto y dictatorial era
poco; y la conciliadora, que pensaba básicamente en el posicionamiento del
Sindicato dentro de la CGT y en mantener una posición crítica de aquella medida
de gobierno que directamente afectaba a los hombres y mujeres que buscaban,
dentro de la cobertura de aquel sindicato, amparo.
El tono de los discursos fue subiendo de tono y no faltó el
improperio, incluso gratuito, entre los integrantes de aquella mesa directiva.
Los conciliadores, viendo el elevado tono de agresión verbal a que se había
llegado, trataron de bajar aquella
escalada fundando el pacificador en que la lucha intestina no los llevaría a
ningún puerto.
Fue entonces cuando, alegando la defensa del sindicato y por
carácter transitivo de toda la mesa sindicalizada, que invocó la presencia del
“Descamisado” para así recordar el origen peronista y de las luchas obreras por
conseguir todas y cada una de las reivindicaciones,
Uno de los miembros enrolado en la “oposición” –de pié y a viva voz-
expresó que nada tenían que ver aquellas luchas con la actual y, para
desacreditar el discurso conciliador, agregó que “el de la escultura, de
ninguna manera representaba al pueblo trabajador, puesto que, a su criterio,
parecía una propaganda de desodorante”.
Quienes habían aprobado el proyecto saltaron de sus asientos
expresando que se sentían agraviados con tales manifestaciones a la par de
acusarlo de tratar de desviar el tema en discusión que era el paro. Obvio que a
ello siguieron insultos personales y dos minutos más tarde parecía una batalla
campal, no faltando un certero ataque a la silenciosa escultura que, pese a ser
de bronce, de alguna forma fue afectada.
Momentos después, los ánimos se fueron tranquilizando y finalmente
coincidieron en la realización del paro pero por 24 horas, con un urgente
pedido de audiencia al Ministro de Trabajo expresándole que, de no acceder a
ella, el paro continuaría.
VI
A la mañana siguiente, en un camión rentado, el Sindicato le hizo
llegar al artista la escultura para que la restaure.
Dentro del atelier y mirándola agresión sufrida, el viejo vecino
preguntó como había pasado semejante cosa, a lo que el transportista expresó
que no sabía, pero que según los comentarios en el sindicato se habían peleado
en una reunión y en el medio de la pelea la ligó la obra.
El fletero se retiró preguntando cuanto tiempo tardaría en restaurar
“El Descamisado”, a lo que el artista le expresó que no sabía, que cuando
esté, él lo llamará.
Ya solos, sin oídos indiscretos, el viejo vecino dice: “qué me
cuenta Don, vio como las Entidades se las arreglan para salirse con la suya.
Aproveche y cámbiele la cara”.
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Primavera MMVIII
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