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La bitácora del Puerto
Un servicio digital de la
Editorial Puerto Libro editorialpuertolibro@gmail.com AÑO V – Nº 42 – agosto de 2016
Capitán a cargo de la bitácora: Eduardo Juan
Foutel - Blog:
foutelej.blogspot.com
Los capitanes en su cuaderno
de bitácora, permanentemente, dejan debida constancia de todos aquellos
acontecimientos que, de una forma u otra, modifican la rutina diaria. En esta
Carpeta de Bitácora –desde este Puerto-
trataremos de ir dejando nota de aquellos hechos que entendemos son merecedores
de ser destacados.
Hoy Silvina Ocampo
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![]() Silvina Ocampo, 1959. |
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Información personal
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Nacimiento
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21 de julio de 1903
Buenos Aires (Argentina) |
Fallecimiento
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14 de diciembre de 1993
(90 años) Buenos Aires |
Lugar de sepultura
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Nacionalidad
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Argentina
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Familia
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Cónyuge
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Adolfo Bioy Casares (1932 - 1993)
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Información profesional
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Ocupación
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Escritora
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Años activa
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1937 - 1988
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Género
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Distinciones
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Silvina Inocencia
Ocampo (Buenos Aires, 21 de julio de 1903–ibíd., 14 de diciembre de 1993) fue una
escritora, cuentista y poeta argentina. Su primer libro fue Viaje olvidado (1937) y el último Las repeticiones, publicado póstumamente
en 2006. Durante gran parte de su vida, su figura fue opacada por las de su
hermana Victoria, su esposo, Adolfo Bioy Casares,
y su amigo Jorge Luis Borges, pero con el tiempo su obra
ha sido reconocida y pasó a ser considerada una autora fundamental de la literatura argentinadel
siglo XX.
Antes de consolidarse como escritora,
Ocampo fue artista plástica.1 Estudió
pintura y dibujo en París donde conoció, en 1920, a Fernand Léger yGiorgio de Chirico,
precursores del surrealismo.2
Recibió, entre otros, el Premio Municipal
de Literatura en 1954 y el Premio Nacional de Poesía en 1953 y 1962.
Biografía
Silvina Ocampo nació el 21 de julio de 19033 en
Buenos Aires, en una casa en la calle Viamonte 550. Fue la menor de las seis
hijas de Manuel Silvio Cecilio Ocampo y Ramona Aguirre Herrera (Victoria, Angélica, Francisca, Rosa, Clara
María y Silvina). Su familia pertenecía a la alta burguesía, hecho que le
permitió tener una formación muy completa, con tres institutrices (una francesa
y dos inglesas), un profesor de español y otro de italiano, de manera tal que
tanto Silvina como sus hermanas crecieron aprendiendo a leer en inglés y
francés antes que en español.4 Esta
formación trilingüe influiría posteriormente en su escritura, según declaró la
propia escritora.5
Sus antepasados pertenecían a la
aristocracia argentina y eran dueños de extensas tierras. Su
tatara-tatara-tatarabuelo, José de Ocampo, fue gobernador de Cuzco antes de mudarse al Virreinato
del Río de la Plata. Manuel José de Ocampo (su tatara-tatarabuelo)
también fue un líder importante y fue uno de los primeros en gobernar cuando
finalmente se declaró laindependencia.
Su bisabuelo Manuel José de Ocampo y González fue un político y candidato a
presidente del país, además era amigo de Domingo Faustino
Sarmiento. Su abuelo, Manuel Anselmo Ocampo fue estanciero.[cita requerida] Otro de sus antepasados fue Domingo Martínez
de Irala, conquistador de Asunción y
futuro gobernador
del Río de la Plata y Paraguay. El hermano de la tatara-tatarabuela
de Ocampo, Juan Martín de
Pueyrredón, fue Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la
Plata y amigo de San Martín.
Otro familiar lejano es Juan Manuel de Rosas quien fue el principal caudillo hasta
1852.
Su madre, Ramona Máxima Aguirre, era una de
ocho hijos y le gustaba hacer jardinería y tocar el violín. Su familia era muy
criolla y religiosa. Su padre, Manuel Silvio Cecilio Ocampo Regueira nació en
1860 y fue uno de los arquitectos más venerados de la historia argentina. Su
hija Victoria lo describió como guapo y distinguido. Era uno de nueve hijos y
tenía un carácter conservador y a veces humoroso.
En invierno visitaba a su bisabuelo (quien
vivía cerca) diariamente y en verano su familia vivía en una quinta en San Isidro,
una casa moderna que en su época contaba con electricidad y agua corriente.
Actualmente esta casa (Villa Ocampo) es un
sitio UNESCO y reconocido como joya histórica. En verano en el segundo piso
tomaba clases donde aprendió los fundamentales que le ayudarían más tarde a
llegar a ser una autora venerada.
La crítica Patricia Nisbet Klingenberg
sostiene, sin embargo, que de niña Ocampo "lived a lonely existence,
relieved primarily by the companionship of various household workers (...) This,
then, is the place from which her works emerge, from memory and identification
with those identified as other."
Algunas de las cosas que más la impactaron
durante su juventud fueron el casamiento de su hermana Victoria y la muerte de
su hermana Clara. Afirmó que el casamiento de Victoria le quita la juventud,
dice: "Hubo un episodio de mi niñez que marcó mucho nuestra relación.
Victoria me quitó la niñera que yo más quería, la que más me cuidó, la que más
me mimó: Fanni. Ella me quería a mí más que a nadie. Fanni sabía que yo la
adoraba, pero cuando Victoria se casó y se la llevó con ella nadie se atrevió a
oponérsele".9 Además
reclama que empieza a odiar la sociabilidad cuando muere Clara.
En 1908 viajó a Europa con su familia por
primera vez. Luego (todavía en su
juventud) estudió dibujo en París con Giorgio de Chirico y Fernand Léger.[cita requerida] Entre sus amigos figuraba el escritor
italiano Italo Calvino, quien prologó sus cuentos. De
regreso en Buenos Aires, trabajó la pintura junto a Norah Borges y
a María Rosa Oliver,
y realizó varias exposiciones, tanto individuales como colectivas. Cuando en
1931 Victoria fundó la revista Sur, que publicó artículos y textos de
muchos de los más importantes escritores, filósofos e intelectuales del siglo
XX, Silvina formó parte del grupo fundador aunque, al igual que Borges y Bioy,
no tuvo un lugar preponderante en las decisiones sobre los contenidos a
publicar, tarea que desempeñaban Victoria y José Bianco.10
En 1932 conoció a Adolfo Bioy Casares,
con quien se casó en 1940. La relación entre ambos fue compleja, y él
abiertamente tenía amantes. Algunos autores han descripto a Ocampo como víctima
pero otros, como Ernesto Montequin, han rechazado este retrato: "Eso la
pone en un lugar de minusválida. La relación con Bioy fue muy compleja; ella
tuvo una vida amorosa bastante plena... La relación con Bioy podía hacerla
sufrir, pero también la inspiraba". (Enríquez 2014). En 1954 nació Marta,
hija extramatrimonial de Bioy, a quien Ocampo crió como si fuera propia.11 Permanecieron
juntos hasta su muerte, pese a las frecuentes infidelidades de su esposo.

Silvina Ocampo
Primeras
publicaciones
En 1937 publicó su primer libro de cuentos, Viaje
olvidado. Compuesto por relatos de extensión breve (la mayoría
no supera las dos páginas), el libro fue reseñado por Victoria Ocampo en la
revista Sur, donde señaló
las marcas autobiográficas de los cuentos y le reprochó el haber
"distorsionado" esos recuerdos de infancia.13Sur fue creado por Victoria y jugó un rol
fundacional en la vida de Silvina: "Allí, aparecen los primeros cuentos,
poemas y traducciones de su hermana menor. Allí, se configura un grupo sólido
de escritores que además arma el privilegiado y estrecho círculo de afinidades
electivas de Silvina: Borges, Bioy, Wilcock...”14
A pesar de las negativas críticas iniciales
de Viaje olvidado, hoy en
día el libro es considerado un texto fundamental dentro de la obra de la
escritora, en el que ya aparecen los rasgos y temas que caracterizan su
escritura, y que iría desarrollando y perfeccionando en libros posteriores.[cita requerida] Unos años más tarde colaboró con
Borges y Bioy en la preparación de dos antologías: Antología de la literatura
fantástica (1940), con
prólogo de Bioy, yAntología poética argentina (1941). En 1942 aparecieron dos
poemarios, Enumeración de la
Patria y Espacios métricos, a partir de
entonces, alternó la narrativa con la poesía.[cita requerida]
En 1948 publicó Autobiografía
de Irene, cuentos donde muestra una mayor soltura en la
escritura y aparece una mayor influencia de Borges y Bioy.[cita requerida] A pesar de esto, el libro tampoco tuvo
mucha repercusión al momento de su aparición. Dos años antes había escrito una
novela policial a cuatro manos con Bioy Casares, Los que aman, odian.
Tras varios años de publicar únicamente
poesía (Los sonetos del jardín, Poemas
de amor desesperado, Los
nombres, que obtuvo el Premio Nacional de Poesía) volvió al cuento en 1959
con La furia, con el que finalmente obtuvo
cierto reconocimiento y suele considerarse el momento en el que Silvina alcanza
la plenitud de su estilo y del tratamiento de sus temas.15
Los 60
La década de 1960 sería algo menos activa
en cuanto a presencia editorial, ya que sólo publicó el volumen de cuentos Las invitadas (1961) y el poemario Lo amargo por dulce (1962). En contraste, la década de
1970 fue algo más fecunda. Aparecieron los poemas de Amarillo celeste, Árboles de Buenos Aires y Canto
escolar, los cuentos de Los
días de la nochey una serie de cuentos infantiles: El cofre volante, El tobogán, El caballo alado y La
naranja maravillosa

Cripta de la familia Ocampo. Cementerio de la
Recoleta, Buenos Aires.
Últimos
años y publicaciones póstumas
La publicación de sus dos últimos libros, Y así sucesivamente (1987) y Cornelia
frente al espejo (1988),
coincidió con la aparición del Alzheimer,
que fue mermando sus facultades hasta dejarla postrada durante sus tres últimos
años. Falleció en Buenos Aires el
14 de diciembre de 1993 a los 90 años. Fue sepultada en la cripta familiar del Cementerio de la
Recoleta, donde también está enterrado Bioy Casares.
Póstumamente aparecieron volúmenes que
recogían textos inéditos, desde poesías hasta novelas cortas nunca editadas en
libro. Así, en 2006 se publicaronInvenciones del recuerdo (una autobiografía escrita en verso
libre) y Las repeticiones,
una colección de cuentos inéditos que incluye dos novelas cortas, El vidente y Lo
mejor de la familia. En 2007 se publicó por primera vez en Argentina la
novela La torre sin fin, y
en 2008 apareció Ejércitos de
la oscuridad, volumen que recoge textos varios. Todo el material fue
editado por Sudamericana,
que también reeditó algunas de sus colecciones de cuentos. En 2010 se publicó La promesa, una novela que
Ocampo empezó alrededor de 1963 y que, con largas interrupciones y
reescrituras, terminó entre 1988 y 1989, apremiada por su enfermedad. La edición
estuvo al cuidado de Ernesto Montequin.18
Obra
literaria
Obra
narrativa
La obra de Silvina Ocampo es reconocida
principalmente por su inagotable imaginación y su aguda atención por las
inflexiones el lenguaje. Dueña de un lenguaje cultivado que sirve de soporte a
sus retorcidas invenciones, Silvina disfraza su escritura con la inocencia de
un niño para nombrar, ya sea con sorpresa o con indiferencia, la ruptura en lo
cotidiano que instala la mayoría de sus relatos en el territorio de lo
fantástico.
Esta habilidad lingüística se advierte
temprano en su colección de cuentos Viaje
Olvidado (1937), influida por
el nonsenseliterario de Lewis Carroll, Katherine Mansfield y seguramente por el surrealismo que
aprendió de sus maestros pictóricos. El título del libro se refiere al cuento
homónimo en que una niñita intenta recordar el momento de su nacimiento,
logrando su autora un tejido de imaginación pura sobre la base de una típica
duda infantil.[cita requerida]
Si los relatos de este volumen parecían más
bien miniaturas o pequeños pantallazos de la memoria deformados por la
imaginación, sus siguientes colecciones (Autobiografía de Irene, y muy
especialmente La furia o Los
días de la noche) conservan un poco más la estructura tradicional del
cuento y muestran a la Silvina Ocampo más prototípica. Metamorfosis, ironía,
figuras persecutorias, humor negro, y el reinado imperante del oxímoron y
de la sinestesia marcan
esta serie de relatos donde aparecen incesantes galerías de personajes y
contextos dominadas por pasillos y patios de grandes caserones así como por la
enigmática presencia de niños ligados al horror y la crueldad como víctimas o
victimarios, según la ocasión.
A pesar de su reclamada indiferencia hacia
la política, se sugiere que la política de la época tuvo una gran influencia en
la escritura de ella. "Mientras tanto, el golpe de 1943, el ascenso de
Perón y sus sucesivos gobiernos, de 1946 a 1955, afectan a este grupo literario
decididamente antiterrorista. Los discursos viscerales de Eva Perón contra la
oligarquía, la presencia de los "cabecitas negras" en las calles, las
grandes movilizaciones eran datos que ponían, por primera vez, en el centro, un
poder que los ofendía como clase."
Obra
poética
Su labor poética estuvo dominada en un
principio por los metros clásicos y por rimas inocentes, muchas veces dedicadas
a la descripción y exaltación de la belleza de elementos naturales como las
plantas (confesa pasión de la escritora) como se puede apreciar en Espacios métricos o en Los
sonetos del jardín que tras
el poemario Enumeración de la
patria siguieron aViaje
Olvidado. Sin embargo posteriores poemarios como Los nombres, Lo amargo por dulce o Amarillo
celeste muestran un verso más
elaborado y a la vez desinteresado por el clasicismo.
Con Espacios
métricos, publicado en 1942 por la editorial Sur, obtuvo el Premio
municipal en 1954. Obtuvo el Segundo Premio Nacional de poesía por Los nombres en 1953 y volvió a obtener una
distinción en 1962 por Lo
amargo por dulce, el Premio Nacional de poesía.
Recepción
crítica
Al principio y durante la mayoría de su
carrera, la crítica argentina no reconoció el mérito de las obras de Ocampo.
Debido en cierto punto a su relación con Jorge Luis Borges, sus cuentos fueron
menospreciados por no ser "suficientemente borgeanos". Fue el culto a Borges y a su hermana Victoria Ocampo lo que no dejó que los críticos
comprendieran la originalidad formal y temática de sus cuentos. En cambio, los vieron como "un
fracaso en su intento de copiar el estilo."22Recién en la década del 80, críticos y
escritores empezaron a reconocer su talento y escribir sobre su legado.20 Hasta
fue reconocida en los Estados Unidos en 1983. Fueron
los "representantes más conspicuos de la revista Sur los que intentan rescatar el acervo
cuentístico de esta autora", entre elos José Bianco, Sylvia Molloy y Enrique Pezzoni.
Ocampo ha sido descripta como una mujer
tímida que se negaba dar entrevistas y prefería el perfil bajo.23 Los
críticos querían una declaración firme sobre su posición respecto de la
"norma literaria" para saber cómo leerla y asegurarse de la
interpretación correcta, pero no
lo lograban. En una entrevista con María Moreno –una de las pocas que otorgó–
Ocampo explicó por qué no le gustaba dar entrevistas: "Tal vez porque
protagonizó en ellas el triunfo del periodismo sobre la literatura." El único requisito que puso Ocampo
para ser entrevistada fue que ninguna de las preguntas fuera sobre literatura.
Lo único que dijo acerca del asunto fue lo siguiente: "Escribo porque no
me gusta hablar, para dejar un testimonio más de la vida o para luchar contra
ese exceso de materia que acostumbra a rodearnos. Pero si lo medito un poco,
diré algo más banal."
Esa costumbre de Ocampo de negarse a decir
mucho sobre su vida privada, metodología y la literatura hace difícil para los
críticos desarrollar un análisis sobre sus intenciones. Para Judith Podlubne, las obras de
Ocampo son metaliterarias. Dice que la falta de información sobre de dónde
viene Silvina resulta en una dependencia sobre las normas literarias:
"Como es claro, entonces, la intencionalidad metaliteraria y la
justificación paródica responden puntualmente a un interés preexistente de la
crítica: el de leer estos relatos en estrecha vinculación con las exigencia de
la norma." Sylvia Molloy
sugiere que la crítica intenta reducir la originalidad a algo conocido,
"leyendo lo leído" en vez de leer los cuentos de Ocampo en su
originalidad.
En los últimos años la crítica ha
redescubierto a Ocampo, y se han publicado algunas obras inéditas en
recopilaciones como Las
repeticiones y otros cuentos (2006)
o Ejércitos de la oscuridad (2008).
El
género sexual
Debido a que Ocampo pocas veces ha opinado
directamente sobre cuestiones de género, no se sabe con certeza si se
consideraba o no una feminista. Los críticos han tomado sus posiciones
dependiendo de su interpretación de sus obras. Debido a su asociación con Simone de Beauvoir a través de su hermana Victoria, José
Amícola deduce que Ocampo fue una feminista de la tradición francesa e inglesa:
"Es evidente que las hermanas Ocampo eran sensibles a los cambios que se
anunciaban desde Francia (e Inglaterra) para la cuestión femenina y, por ello,
no es inconsecuente intentar pensar los cuentos de Silvina Ocampo como una
lectura especial y puesta en discurso de lo que percibe la mujer ante el
mundo".
Carolina Suárez-Hernán considera que Ocampo
es una feminista o por lo menos trabaja "desde ángulos feministas". Suárez-Hernán
basa su opinión sobre el contexto de la literatura de Ocampo: "La
literatura de Silvina Ocampo contiene una profunda reflexión sobre la feminidad
y numerosas reivindicaciones de los derechos de la mujer, así como también una
crítica sobre su situación en la sociedad". Los trabajos de Ocampo provienen de un
"imaginario femenino [...] variado y la autora encuentra distintos
mecanismos de creación y deconstrucción de lo femenino".28 Las
mujeres en sus obras son "complejas y ambiguas; la duplicidad del
personaje femenino se muestra a través de recursos como el artificio y de la
máscara. Los relatos presentan el lado oscuro de la feminidad; la múltiple
representación femenina muestra una ambigüedad que anula la visión
unidimensional del personaje femenino".
A partir de tres cuentos –"Cielo de
claraboyas" (1937), "El vestido de terciopelo" (1959), y
"La muñeca" (1970)– Amícola sugiere que los cuentos de Ocampo
cuestionan la ausencia del sexo-género y de la visión femenina en el
psicoanálisis desarrollado por Freud, con enfoque especial en lo horroroso. Amícola hace lo que Ocampo no entiende
de los críticos, se enfoca demasiado en lo horroroso de sus cuentos e ignora el
humor. Ocampó le contó a Moreno su frustración: "Con mi prosa puedo hacer
reír. ¿Será una ilusión? Nunca, ninguna crítica menciona mi humorismo."
En contraste, Suárez-Hernán propone que el
humorismo usado en la obra de Ocampo ayuda a subvertir los estereotipos
femeninos. Para ella, "La obra de Ocampo mantiene una postura subversiva y
crítica que encuentra placer en la transgresión. Los patrones establecidos se
rompen y los roles son intercambiables; se someten a un tratamiento satírico
las oposiciones estereotípicas de la femineidad y la masculinidad, la bondad y
la maldad, la belleza y la fealdad. Igualmente, el espacio y el tiempo se
subvierten y se borran los límites entre las categorías mentales de espacio,
tiempo, persona, animal".
Cuando María Moreno le preguntó qué pensaba
sobre el feminismo, Ocampo respondió: "Mi opinión es un aplauso que me
hace doler las manos". "¿Un aplauso que le molesta dispensar?",
repreguntó Moreno. "¡Por qué no se va al diablo!" fue la
contestación. Con respecto al voto femenino en Argentina, Ocampo dijo
"Confieso que no me acuerdo. Me pareció tan natural, tan evidente, tan
justo, que no juzgué que requería una actitud especial".
Silvina
Ocampo, clase, y lo infantil
Amícola sugiere que los intenciones de
Ocampo es crear personajes infantiles que "apunta a desmitificar la idea
de la inocencia infantil." Lo
que se crea es una oposición entre "adultos-infantes", "donde lo
que interesa es la función del autoritarismo ejercido dentro del propio mundo
femenino." La literatura de
Silvina desvíale el territorio infantil. Amícola
propone el ejemplo de poner los niños versus los adultos para crear una
polarización. Suárez-Hernán
también toca el tema pero en respeto a la narrativa. Suárez-Hernán sugiere que
"La voz narrativa infantil se convierte en una estrategia para generar la
ambigüedad que parte del narrador poco fiable ya que el lector siempre alberga
dudas sobre el grado de comprensión de los hechos por parte del narrador así
como sobre su credibilidad."
Para Suárez-Hernán, "Los cuentos
muestran la asimetría entre el mundo de los adultos y el mundo infantil; los
padres, maestros e institutrices encarnan la institución sancionadora y son con
frecuencia figuras nefastas." Suárez-Hernán
considera las mujeres, los niños, y los pobres en Silvina's literatura como
actuando junto en su compartimiento de una posición subalterna dominada por
estereotipos. Es claro que en las
obras de Ocampo el mundo de "la infancia se privilegia sobre la edad
adulta como espacio apropiado para subvertir las estructuras sociales; así, la
mirada infantil será el instrumento para socavar las bases estructurales y
transgredir los límites establecidos." Sin
embargo, Suárez-Hernán cree que "los poderes atribuidos a la niña y su
perversidad generan perturbación en el lector que no puede evitar identificarse
con la mujer adulta."
Temas
y símbolos recurrentes
La reflexividad tema de la reflexividad está presente en
muchas de las obras de Ocampo. El concepto de la reflexividad se puede definir,
en términos de objetos literales, como un representación de "elementos
temáticos en relación con el yo y el
otro ...
la identidad y la alteridad", y como un enlace entre otros textos. En su
colección de cuentos cortos “La Furia,” vemos la repetición de objetos como los
espejos, la luz, objetos de vidrio, y los relojes. El uso de la luz reflejada y
los objetos que la reflejan están repartidos muchas veces a través de las
obras. Algunos autores como María Dolores Rajoy Feijoo interpretan estos
objetos reflexivos, como los espejos y los relojes, como vehículos del
autorreflexividad, y la identidad modificada y reproducida, en los cuentos
fantásticos de Ocampo. "En lugar de ver el cuarto reflejado, vi algo
exterior en el espejo, una cúpula, una suerte de templo con columnas amarillas
y, en el fondo, dentro de algunas hornacinas del muro, divinidades. Fui víctima,
sin duda, de una ilusión" (Cornelia frente al espejo) El uso de la
reflexividad como un identidad doble persiste en "La casa de azúcar":
"Desde ese día Cristina se transformó, para mí, al menos, en
Violeta". Esta ambigüedad, específicamente el uso de la incertidumbre en
“para mí,” representa la ambivalencia de la identidad, la reflexión, y la
interpretación de la identidad del otro.
La
niñez
La niñez es una tema tratado varias veces
dentro los cuentos de Silvina Ocampo. Aunque el uso de los perspectivos
infantiles están frecuentemente empleados por las autores latinoamericanas,
Ocampo había destacada por su perversión de la perspectiva infantil. El sentido
de perversión de la infancia ha incitado muchas críticas a hacer conexiones
psicológicas entre los cuentos de Ocampo y las teorías de las obras de Sigmund
Freud. Según Fiona Joy Mackintosh, “Los ideas de Freud, específicamente sus
ideas sobre los sueños, el tabú, y la perversión polimorfa de los infantes, son
algunos de los elementos claves que estando al acecho como un precursor ubicua
dentro las líneas del texto en los cuentos de Silvina Ocampo.” Ocampo también experimenta con los
consecuencias de vivir en un mundo separado de la sociedad adulta en su “La
raza inextinguible,” pero también explora elementos involucrados en el proceso
de envejecimiento, y alude que hay efectos positivos implícitos en los
personajes quienes mezclan los rasgos infantiles con los de adultos.40 Una
de sus obras más notable que trata el tema de la perversión de la niñez, es “El
pecado moral,” que canta el cuento de una niña quien es engañada por un su
criado en un mundo de sexualidad. Luego, la niña hace su primera comunión sin
confesar su pecado. Algunas críticas han interpretado el cuento del “El pecada
o mortal” como un intercesión de la perversión de la infancia, el
despertamiento de la identidad sexual, y la incorporación de múltiples clases
sociales y la subversión de poder que resuelta dentro estés actos sexuales.
La
metamorfosis
Dentro muchos de los cuentos de Silvina
Ocampo, la autora usa los cambios físicos y psicológicos (caracterizan como “la
metamorfosis”) para transformar muchas de sus personajes en otro. Estos
incluyen, pero no son limitados a- la transición de los personas que
transforman en plantas (la hibridez humano-vegetal enviciado en “Sabanas de
tierra”), los que se transforman en animales (la hibridez humano-felino
enviciado en “El rival”), los que se trasforman en máquinas (la hibridez
humano-inanimado enviciado en “El automóvil”), y los que se trasforman en otras
personas (por ejemplo en “Amado en el amado”).
Un análisis notable del papel de la
metamorfosis y como usa Ocampo los cambios graduales dentro su cuento “Sabanas
de tierra,” para destacar el proceso metamórfico de un jardinero en una planta.
Estés cambios típicamente están notados por sus transiciones en los sentidos y
los acciones, por ejemplo el sonido, el olor, cambios visuales, y el gusto. Por
ejemplo, “su voz tembló en el viento como una hoja finísima de seda” (Ocampo S.
1999b:118) se muestra los cambios en elementos de sonido durante la
metamorfosis de la protagonista. Además, “sintió su mano abrirse dentro de la
tierra bebiendo agua. Subía el agua lentamente por su brazo hasta el corazón.”
(Ocampo S. 1999b:118) Según algunas críticas como Juan Ramón Vélez García,
muchos de estos procesos de la metamorfosis indican conexiones bíblicas de
Génesis, interpretando los rasgos de la transformación de sus personajes como
un ciclo o regreso, destacando la frase bíblica “pulvis es et in pulverem
reverteris” (Velez Farcia K.R. 2006). Los personajes en “Sabanas de tierra” no
tienen nombres propios, algo que el crítico Ishak Farag Fahim considera “…lo
que refleja una tendencia a generalizar el concepto y la cosmovisión que el
cuento pretende comunicar.”
Obras
Cuentos
·
Ocampo, Silvina (1961). Las invitadas. Buenos Aires: Losada.
·
Ocampo, Silvina (1970). Los días de la noche. Buenos Aires: Sudamericana.
·
Ocampo, Silvina (2006). Las repeticiones. Buenos Aires: Sudamericana. ISBN 9789500727297. Cuentos y novelas cortas. Editado por Ernesto
Montequin.
Poesía
Ocampo,
Silvina (1942). Enumeración
de la patria. Buenos Aires: Sur. OCLC 3252521.
·
Ocampo, Silvina (1953). Los nombres. Buenos Aires: Emecé. OCLC 2382776. Premio Nacional de Poesía.
·
Ocampo, Silvina (1962). Lo amargo por dulce. Buenos Aires: Emecé. OCLC 13620270. Premio Nacional de Poesía.
·
Ocampo, Silvina (1985). Breve santoral. Buenos Aires: Ediciones de
Arte Gaglianone.ISBN 9789509004436.
Novelas
·
Ocampo, Silvina; Bioy Casares, Adolfo (1946). Los que aman, odian. Buenos Aires: Emecé.OCLC 19047051.
Teatro
·
Ocampo, Silvina; Wilcock, Juan
Rodolfo (1956). Los traidores. Buenos Aires: Losange. OCLC 252938343.Pieza teatral en verso.
Varios
·
Borges, Jorge Luis;
Ocampo, Silvina; Bioy Casares, Adolfo (1940). Antología de la literatura
fantástica.
Buenos Aires: Sudamericana. OCLC 2921961.
·
Ocampo, Silvina (1981). Ulla, Noemí, ed. "La continuación"
y otras páginas: antología. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.OCLC 8880075.
·
Ulla, Noemí; Ocampo, Silvina (1982). Encuentros con Silvina
Ocampo.
Buenos Aires: Belgrano.ISBN 9789500770248.
·
Ocampo, Silvina (2006). Montequin, Ernesto, ed.Invenciones del
recuerdo. Buenos Aires: Sudamericana. ISBN 9789500727365. Autobiografía en verso.
·
Ocampo, Silvina (2008). Montequin, Ernesto, ed.Ejércitos de la
oscuridad. Buenos Aires: Sudamericana. ISBN 9789500729031.
·
Ocampo, Silvina (2014). Montequin, Ernesto, ed. El dibujo del tiempo:
recuerdos, prólogos, entrevistas. Buenos Aires: Lumen. ISBN 9788426400581.
|
Películas
basadas en sus obras
·
Tres historias
fantásticas (1964),
dirigido por Marcos Madanes. El episodio "La red" está basado en el
cuento homónimo.
·
Anillo de
humo (2001),
telefilm.
·
El vestido
de terciopelo (2001),
telefilm.
Premios
y distinciones
·
Premio
Municipal de Poesía 1945 por Espacios
métricos
·
Premio
Municipal de Poesía 1953 por Los
nombres
·
Premio
Municipal de Literatura 1954
·
Premio
Nacional de Poesía 1962 por Lo
amargo por dulce
·
Premio Konex -
Diploma al Mérito 1984
·
Premio
Club de los 13 1988
Ocampo ha sugerido que algunas de sus obras
habrían ganado otros premios si no hubieran sido tan crueles. "Les habrá
parecido inmoral", afirmó y, en referencia a cuentos como "La
boda" o "La casa de los relojes", dijo: "Los actos más
crueles que hay en mis cuentos fueron sacados de la realidad".
El verdugo
[Cuento - Texto completo.]
Silvina Ocampo
Como siempre, con la primavera llegó el día de los
festivales. El Emperador, después de comer y de beber, con la cara recamada de
manchas rojas, se dirigió a la plaza, hoy llamada de las Cáscaras, seguido por
sus súbditos y por un célebre técnico, que llevaba un cofre de madera, con
incrustaciones de oro.
-¿Qué lleva en esa caja? -preguntó uno de los ministros
al técnico.
-Los presos políticos; más bien dicho los traidores.
-¿No han muerto todos? -interrogó el ministro con
inquietud.
-Todos, pero eso no impide que estén de algún modo en
esta cajita -susurró el técnico, mostrando entre los bigotes, que eran muy negros,
largos dientes blancos.
En la plaza de las Cáscaras, donde habitualmente
celebraban las fiestas patrias, los pañuelos de la gente volaban entre las
palomas; éstas llevaban grabadas en las plumas, o en un medallón que les
colgaba del pescuezo, la cara pintada del Emperador. En el centro de la plaza
histórica, rodeado de palmeras, había un suntuoso pedestal sin estatua. Las
señoras de los ministros y los hijos estaban sentados en los palcos oficiales.
Desde los balcones las niñas arrojaban flores.
Para celebrar mejor la fiesta, para alegrar al pueblo
que había vivido tantos años oprimido, el Emperador había ordenado que soltaran
aquel día los gritos de todos los traidores que habían sido torturados. Después
de saludar a los altos jefes, guiñando un ojo y masticando un escarbadientes,
el Emperador entró en la casa Amarilla, que tenía una ventana alta, como las
ventanas de las casas de los elefantes del Jardín Zoológico. Se asomó a muchos
balcones, con distintas vestiduras, antes de asomarse al verdadero balcón,
desde el que habitualmente lanzaba sus discursos. El Emperador, bajo una
apariencia severa, era juguetón. Aquel día hizo reír a todo el mundo. Algunas
personas lloraron de risa. El Emperador habló de las lenguas de los opositores:
“que no se cortaron -dijo- para que el pueblo oyera los gritos de los
torturados”. Las señoras, que chupaban naranjas, las guardaron en sus carteras,
para oírlo mejor; algunos hombres orinaron involuntariamente sobre los bancos
donde había pavos, gallinas y dulces; algunos niños, sin que las madres lo
advirtieran, se treparon a las palmeras. El Emperador bajó a la plaza. Subió al
pedestal. El eminente Técnico se caló las gafas y lo siguió: subió las seis o
siete gradas que quedaban al pie del pedestal, se sentó en una silla y se
dispuso a abrir el cofre. En ese instante el silencio creció, como suele crecer
al pie de una cadena de montañas al anochecer. Todas las personas, hasta los
hombres muy altos, se pusieron en puntas de pie, para oír lo que nadie había
oído: los gritos de los traidores que habían muerto mientras los torturaban. El
Técnico levantó la tapa de la caja y movió los diales, buscando mejor
sonoridad: se oyó, como por encanto, el primer grito. La voz modulaba sus
quejas más graves alternativamente; luego aparecieron otras voces más turbias
pero infinitamente más poderosas, algunas de mujeres, otras de niños. Los
aplausos, los insultos y los silbidos ahogaban por momentos los gritos. Pero a
través de ese mar de voces inarticuladas, apareció una voz distinta y sin embargo
conocida. El Emperador, que había sonreído hasta ese momento, se estremeció. El
Técnico movió los diales con recogimiento: como un pianista que toca en el
piano un acorde importante, agachó la cabeza. Toda la gente, simultáneamente,
reconoció el grito del. Emperador. ¡Cómo pudieron reconocerlo! Subía y bajaba,
rechinaba, se hundía, para volver a subir. El Emperador, asombrado, escuchó su
propio grito: no era el grito furioso o emocionado, enternecido o travieso, que
solía dar en sus arrebatos; era un grito agudo y áspero, que parecía provenir
de una usina, de una locomotora, o de un cerdo que estrangulan. De pronto algo,
un instrumento invisible, lo castigó. Después de cada golpe, su cuerpo se
contraía, anunciando con otro grito el próximo golpe que iba a recibir. El
Técnico, ensimismado, no pensó que tal vez suspendiendo la transmisión podría
salvar al Emperador. Yo no creo, como otras personas, que el Técnico fuera un
enemigo acérrimo del Emperador y que había tramado todo esto para ultimarlo.
El Emperador cayó muerto, con los brazos y las piernas
colgando del pedestal, sin el decoro que hubiera querido tener frente a sus
hombres. Nadie le perdonó que se dejase torturar por verdugos invisibles. La
gente religiosa dijo que esos verdugos invisibles eran uno solo, el
remordimiento.
-¿Remordimiento de qué? -preguntaron los adversarios.
-De no haberles cortado la lengua a
esos reos -contestaron las personas religiosas, tristemente.
FIN
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